EL NUEVO PACTO – SEGURIDAD DE QUE DIOS NO NOS DEJARA PRACTICAR EL PECADO – PARTE 8

En la promesa anterior, la seguridad de salvación, vimos que el hombre no sólo es salvo por fe, sino que además de esto Dios asegura que quien ha sido salvo (nacido de nuevo) jamás puede perder su salvación. Esta seguridad de salvación está basada como ya vimos, en otras promesas ya cumplidas, como el perdón de pecados, la justificación por fe, la redención, el haber recibido vida eterna, etc ...

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EL NUEVO PACTO

 

B. SEGURIDAD DE QUE DIOS NO NOS DEJARA PRACTICAR EL PECADO

En la promesa anterior, la seguridad de salvación, vimos que el hombre no sólo es salvo por fe, sino que además de esto Dios asegura que quien ha sido salvo (nacido de nuevo) jamás puede perder su salvación. Esta seguridad de salvación está basada como ya vimos, en otras promesas ya cumplidas, como el perdón de pecados, la justificación por fe, la redención, el haber recibido vida eterna, etc.    Uno de los asuntos que también ya vimos, que afecta la seguridad de salvación del cristiano tiene que ver con un concepto erróneo de la fe, concepto que aplican al comportamiento pecaminoso del hombre, dando como resultado dos posiciones muy comunes pero equivocadas respecto de la salvación y el pecado.   Estas dos corrientes básicas enseñan: “La salvación se puede perder si el cristiano practica el pecado”  y la otra dice,  “La salvación no se puede perder así el cristiano practique el pecado”. Sin embargo ambos planteamientos son incorrectos por varias razones:  En la carta del apóstol Santiago cuando habla del tema de la salvación en relación con la fe y las obras, hace la siguiente pregunta:

Santiago   2:14     Hermanos   míos,   ¿de   qué   aprovechará   si   alguno   dice   que   tiene   fe,   y   no   tiene   obras?   ¿Podrá   la   fe    salvarle?  

Algunos al leer este pasaje concluyen que cuando hay fe, y por supuesto se refiere a la fe real que hace que Dios produzca el nuevo nacimiento, y no hay obras, entonces tampoco puede haber salvación. Sin embargo el apóstol no está diciendo que es posible que alguien tenga fe y no tenga obras.   Lo que él está preguntando es que; ¿“Si alguno dice que tiene fe”, y no tiene obras, podrá esa fe salvarle? Y como respuesta un poco más adelante escribe:

Santiago   2:17     Así   también   la   fe,   si   no   tiene   obras,   es   muerta   en   sí   misma.  

Respondiendo a la pregunta de qué si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, esa fe es muerta en sí misma, por lo tanto esta persona no ha obtenido la salvación.  El asunto se resuelve de manera muy sencilla cuando ponemos atención a la fase: ¿“Si alguno dice que tiene fe”, porque hay una gran diferencia entre decir que tenemos fe, a tener una fe verdadera.  Es decir; los que dicen tener fe y no tienen obras, están por la falta de las obras evidenciando que no tienen fe, y si no hay fe, no puede haber salvación. Por esto mismo en el verso siguiente dice:

Santiago   2:18,   20       Pero   alguno   dirá:   Tú   tienes   fe,   y   yo   tengo   obras.   Muéstrame   tu   fe   sin   tus   obras,   y   yo   te    mostraré   mi   fe   por   mis   obras…   20¿Mas   quieres   saber,   hombre   vano,   que   la   fe   sin   obras   es   muerta?   21¿No   fue    justificado   por   las   obras   Abraham   nuestro   padre,   cuando   ofreció   a   su   hijo   Isaac   sobre   el   altar?  

Y lo que quiere que entendamos es que; hay una fe muerta que no produce obras ni otorga salvación, y hay una fe verdadera que hace que Dios otorgue la salvación, y esta fe si produce obras. El apóstol Pablo enseña lo mismo cuando dice:

Efesios   2:8   al   9     Porque   por   gracia   sois   salvos   por   medio   de   la   fe;   y   esto   no   de   vosotros,   pues   es   don   de    Dios;   9no   por   obras,   para   que   nadie   se   gloríe.

Aclara que la salvación se obtiene por fe, no por obras, sin embargo en el verso siguiente continúa diciendo:

Efesios   2:10     Porque   somos   hechura   suya,   creados   en   Cristo   Jesús   para   buenas   obras,   las   cuales   Dios   preparó    de   antemano   para   que   anduviésemos   en   ellas.  

Que después de haber obtenido la salvación, al ser hechos nuevas creaturas uno de los propósitos es hacer aquellas obras que Dios ha preparado para que las hagamos, mostrando al igual que el apóstol Santiago, que cuando hay verdadera fe, está fe como resultado y evidencia de la salvación produce obras.  Y esto es lo mismo que en la carta de Santiago menciona el escritor refiriéndose a Abraham cuando dice:

Santiago   2:22   al   23   ¿No   ves   que   la   fe   actuó   juntamente   con   sus   obras,   y   que   la   fe   se   perfeccionó   por   las   obras?    23Y   se   cumplió   la   Escritura   que   dice:   Abraham   creyó   a   Dios,   y   le   fue   contado   por   justicia,   y   fue   llamado   amigo    de   Dios.  

Mostrando nuevamente que la auténtica fe siempre produce obras, de hecho entre más crezcamos en el conocimiento de Dios, esa nueva información, más la confianza depositada en esa información, va a producir nuevas obras. Y por eso concluye diciendo:

Santiago   2:24     Vosotros   veis,   pues,   que   el   hombre   es   justificado   por   las   obras,   y   no   solamente   por   la   fe.  

Pero no queriendo decir que las obras son lo que nos salvan, sino que la falta de obras en los que dicen tener fe es evidencia de que su fe es muerta. No entender esto, es lo que hace que muchas personas que creen que tienen fe en Jesucristo, crean que son salvas aunque no haya ninguna obra que certifique la autenticidad de su fe.   Y esta creencia equivocada respecto de la fe y las obras es lo que les ha llevado a decir:  “La salvación no se puede perder así el cristiano practique el pecado”  Otro de los errores que ha llevado a muchas personas a creer esto, es la enseñanza de que si hacen una sencilla oración de fe al Señor Jesucristo, pidiéndole que entre en su corazón, pueden dar por hecho porque así se les ha enseñado, que ha nacido de nuevo y han obtenido su salvación.  El problema está en que han orado con fe muerta, fingida o débil, y Dios no ha producido en ellos el nuevo nacimiento por lo tanto no han sido involucrados en el Nuevo Pacto, donde ya hemos visto que es Dios quien se encarga de que la persona cambie su vida dejando de pecar. (Otra de las razones por las cuales la fe autentica siempre produce obras)  Ciertamente las personas pueden obtener su salvación a través de una oración con fe, pero evaluar la clase de fe con que una persona a orado, para luego asegurarle su salvación, es algo que a nosotros no nos corresponde hacer.

Es más sensato aplicar lo que el apóstol Santiago enseña, y es esperar a ver los resultados en aquella persona que ha orado, para ver si sus obras manifiestan que tiene una fe genuina, y que por lo tanto si ha obtenido su salvación.  Pero aún esa apreciación y la conclusión a la que podamos llegar, es algo en lo cual podemos fallar, pues el Señor Jesús también nos enseñó que no debemos juzgar según las apariencias.

Juan   7:24     No   juzguéis   según   las   apariencias,   sino   juzgad   con   justo   juicio.  Y no hay duda que las obras que vemos en las personas tienen que ver con lo externo, es decir con las apariencias y no con el corazón, por eso también nos ha sido enseñado;  

1   Corintios   4:5     Así   que,   no   juzguéis   nada   antes   de   tiempo,   hasta   que   venga   el   Señor,   el   cual   aclarará   también    lo   oculto   de   las   tinieblas,   y   manifestará   las   intenciones   de   los   corazones;   y   entonces   cada   uno   recibirá   su    alabanza   de   Dios.    

Eso quiere decir que toda esa información, aunque puede servirnos para darnos una idea de cómo van las personas, (aun nuestros discípulos), sólo Dios puede con absoluta certeza hacer un juicio justo.  Por otro lado, toda esa información que la escritura nos da para evaluar si una persona ha nacido o no espiritualmente, es algo que en primer lugar debemos aplicar a nuestra vida, para a través de ello recibir la confirmación de que somos auténticos hijos de Dios. La escritura enseña:

Romanos   8:16   al   17     El   Espíritu   mismo   da   testimonio   a   nuestro   espíritu,   de   que   somos   hijos   de   Dios.   17Y   si   hijos,    también   herederos;   herederos   de   Dios   y   coherederos   con   Cristo,   si   es   que   padecemos   juntamente   con   él,   para    que   juntamente   con   él   seamos   glorificados.  

Es Dios quien confirma si somos auténticos hijos de Dios, y asimismo es Dios, no nosotros, quien debe confirmar a los demás que son hijos de Dios, y esa confirmación como dice el texto, va a estar respaldada con la obediencia en medio del sufrimiento. (Obras)   Los que dicen: “La salvación se puede perder si el cristiano practica el pecado” parece que lo hacen queriendo ayudar a aquellos que dicen que tienen fe, pero no tienen obras, lo cual evidencia que su fe está muerta, sin embargo esta frase es equivocada, en primer lugar porque la salvación no se puede perder, en segundo lugar porque la salvación no se obtiene a través de las obras, y en tercer lugar porque los que tienen una fe muerta no han obtenido la salvación, razón por la cual practican el pecado, y por eso no pueden perder lo que no han obtenido.

 

1. PECADOS CONSCIENTES O INCONSCIENTES

Cuando la gente insiste en que la salvación se puede perder por causa de los pecados, acostumbro a preguntarles: ¿Con cuántos pecados se pierde la salvación?   La mayoría no sabe qué responder, y los pocos que responden es evidente que no tienen ni idea de cuán pecadores somos los creyentes, pues ellos hablan de adulterio, de no ser fieles con el diezmo, de la borrachera, de oír música del mundo, etc. Pero ninguno de ellos piensa en el pecado de la incredulidad, que es un pecado que cometemos muy a menudo y que nos lleva a cometer otros pecados.

Hebreos   3.12   Mirad,   hermanos,   que   no   haya   en   ninguno   de   vosotros   corazón   malo   de   incredulidad   para    apartarse   del   Dios   vivo;

De hecho, el plan para nuestra vida cristiana es que cada vez conozcamos y creamos más en el Señor, siendo esto así, quiere decir que mientras nos falta el conocimiento y la fe en ese conocimiento, todavía estaremos cometiendo pecados, razón por la cual la escritura nos enseña:

1   Juan   1:8     Si   decimos   que   no   tenemos   pecado,   nos   engañamos   a   nosotros   mismos,   y   la   verdad   no   está   en    nosotros.  

Esto quiere decir que aunque seamos cristianos, y aunque nuestra fe sea autentica, mientras llegamos a la estatura del Señor Jesucristo estaremos cometiendo pecados, y sería un gravísimo error no reconocerlo, por eso vuelve e insiste:

1   Juan   1:10     Si   decimos   que   no   hemos   pecado,   le   hacemos   a   él   mentiroso,   y   su   palabra   no   está   en   nosotros.  

Según estos dos versículos, los cristianos todavía cometemos pecados, por lo tanto si la salvación se puede perder por causa de los pecados, absolutamente todos los creyentes perderíamos la salvación, pero contrario a enseñar esto, el apóstol Juan nos enseña, que el reconocimiento de nuestros pecados es necesario si queremos dejar de pecar, por eso en medio de estos dos versículos dice:

1   Juan   1:9     Si   confesamos   nuestros   pecados,   él   es   fiel   y   justo   para   perdonar   nuestros   pecados,   y   limpiarnos   de    toda   maldad.  

La fórmula para dejar de pecar sólo la podemos aplicar sí reconocemos nuestros pecados, los confesamos y nos disponemos a ser tratados por Dios para que limpie nuestra vida de maldad, que es la que nos lleva a cometer los pecados.  Sin embargo respecto del pecado hay tres cosas que debemos tener muy claras; en primer lugar hay que diferenciar los pecados conscientes de los pecados inconscientes.  Los pecados inconscientes son aquellos que mencione que cometemos por ignorancia, más aún, a veces son cosas que hacemos pensando que son la voluntad de Dios, mas no lo son. El apóstol Pablo nos comparte su experiencia en este asunto cuando escribe:

Romanos   7:7     ¿Qué   diremos,   pues?   ¿La   ley   es   pecado?   En   ninguna   manera.   Pero   yo   no   conocí   el   pecado   sino    por   la   ley;   porque   tampoco   conociera   la   codicia,   si   la   ley   no   dijera:   No   codiciarás.  

Eso quiere decir que en la medida en que conozcamos la palabra de Dios seremos conscientes de aquellos pecados que cometemos por ignorancia, y vimos que ese es el primer paso para poder dejarlos.   De allí en adelante al seguir cometiendo ese pecado ya no será por ignorancia, sino por falta de confianza en lo bueno de la voluntad de Dios, y lo que un auténtico cristiano debe hacer desde este momento, es comenzar a combatir contra el pecado. En la carta a los Hebreos el Señor para motivarnos nos dice:

Hebreos   12:3   al   8     Considerad   a   aquel   que   sufrió   tal   contradicción   de   pecadores   contra   sí   mismo,   para   que    vuestro   ánimo   no   se   canse   hasta   desmayar.   4Porque   aún   no   habéis   resistido   hasta   la   sangre,   combatiendo contra   el   pecado;   5y   habéis   ya   olvidado   la   exhortación   que   como   a   hijos   se   os   dirige,   diciendo:   Hijo   mío,    no   menosprecies   la   disciplina   del   Señor,   Ni   desmayes   cuando   eres   reprendido   por   él;   6Porque   el   Señor   al    que   ama,   disciplina,   Y   azota   a   todo   el   que   recibe   por   hijo.   7Si   soportáis   la   disciplina,   Dios   os   trata   como   a   hijos;    porque   ¿qué   hijo   es   aquel   a   quien   el   padre   no   disciplina?   8Pero   si   se   os   deja   sin   disciplina,   de   la   cual   todos   han    sido   participantes,   entonces   sois   bastardos,   y   no   hijos. 

En primer lugar nos coloca el ejemplo de Jesús que fue tratado de forma inhumana e injusta vulnerando todos sus derechos, pero se sostuvo sin pecado hasta la muerte, es decir nosotros deberíamos estar dispuestos a morir antes que pecar. (Resistir hasta la sangre)  Según lo que hemos visto en las promesas del Nuevo Pacto ya cumplidas en nosotros, tenemos todo de nuestra parte para no pecar más, pues no sólo hemos sido perdonados, también hemos sido liberados de la potestad de Satanás, hemos sido trasladados al reino de su amado hijo y allí tenemos el poder necesario para dejar de pecar, de tal manera que podemos decir que ahora como creyentes la razón por la cual pecamos, es porque no creemos en lo que Dios ha hecho en nosotros o porque queremos pecar, no porque seamos esclavos del pecado.  Pero en ambos casos cuando por falta de fe o por falta de ganas no dejamos el pecado, Dios promete es disciplinarnos para cambiar nuestros deseos y aumentar nuestra fe, de tal manera que el produzca en nosotros el querer dejar el pecado.   Y Dios asegura que será de esa manera porque de no ser así, entonces no seríamos hijos suyos sino solamente bastardos que no tendríamos salvación.  Es decir Dios se va a hacer responsable de que nosotros sus hijos dejemos de pecar, como ya lo hemos visto en la promesa de Ezequiel 36:25 al 27

 

2. EL AUTÉNTICO CRISTIANO NO PUEDE PRACTICAR EL PECADO

Podemos preguntarnos: ¿Si el incrédulo y el creyente, ambos cometen pecados, cuál es entonces la diferencia? Y podemos decir que una de las diferencias importantes en este asunto, es que en nosotros los cristianos hay vida y esa vida nos lleva a desear no seguir pecando mas, mientras que en el incrédulo hay muerte, por lo cual de una manera natural vivirá practicando el pecado.   El Señor en su palabra lo dice la siguiente manera:

1   Juan   3:8     El   que   practica   el   pecado   es   del   diablo;   porque   el   diablo   peca   desde   el   principio.   Para   esto   apareció    el   Hijo   de   Dios,   para   deshacer   las   obras   del   diablo.

Es importante ver esto en el orden correcto, es decir la razón por la cual una persona práctica el pecado es porque es del diablo, lo cual también quiere decir que mientras siga siendo del diablo no podrá dejar de practicar el pecado, y para eso precisamente apareció el hijo de Dios, para rescatar al hombre del poder del diablo de tal manera que pueda dejar de practicar el pecado. Esto lo confirma esta misma carta un poco más adelante cuando dice:  1   Juan   5:18     Sabemos   que   todo   aquel   que   ha   nacido   de   Dios,   no   practica   el   pecado,   pues   Aquel   que   fue    engendrado   por   Dios   le   guarda,   y   el   maligno   no   le   toca.    Y aquí nuevamente el orden correcto es, que la razón por la cual los hombres no practican el pecado es porque son hijos de Dios. Ese cambio de paternidad es lo que produce un cambio en el Comportamiento, además el texto asegura que al ser hijos de Dios estamos protegidos por Dios, y el maligno no nos puede afectar llevándonos a practicar el pecado.   Esta misma certeza de que el auténtico cristiano no puede practicar el pecado también la podemos encontrar en esta carta un poco más atrás cuando dice:

1   Juan   3:9   Todo   aquel   que   es   nacido   de   Dios,   no   practica   el   pecado,   porque   la   simiente   de   Dios   permanece   en    él;   y   no   puede   pecar,   porque   es   nacido   de   Dios.  Ya hemos visto que la promesa del Espíritu promete la presencia de Dios en nosotros hasta que después de la muerte lleguemos a su presencia, y es esa presencia de Dios en nosotros no nos deja practicar el pecado.  Es decir practicar o no el pecado no es asunto de elección, sino de paternidad. Pero escoger la paternidad si es asunto de elección.  Estos dos textos además de darnos claridad respecto de que la salvación no se puede perder porque el que ha nacido de nuevo no puede practicar el pecado, también nos permiten evaluar la falsa conversión de algunos, que creen ser cristianos pero que no lo son, pues todavía practican el pecado.  La palabra clave en estos textos es “practicar” pues una cosa es pecar como todavía los cristianos lo hacemos, y otra muy diferente es practicar el pecado. En otros textos dice:

Gálatas   5:21     envidias,   homicidios,   borracheras,   orgías,   y   cosas   semejantes   a   estas;   acerca   de   las   cuales   os    amonesto,   como   ya   os   lo   he   dicho   antes,   que   los   que   practican   tales   cosas   no   heredarán   el   reino   de   Dios.  

Romanos   1:30   al   32    murmuradores,   detractores,   aborrecedores   de   Dios,   injuriosos,   soberbios,   altivos,    inventores   de   males,   desobedientes   a   los   padres,    31necios,   desleales,   sin   afecto   natural,   implacables,   sin    misericordia;   32   quienes   habiendo   entendido   el   juicio   de   Dios,   que   los   que   practican   tales   cosas   son   dignos   de    muerte,   no   sólo   las   hacen,   sino   que   también   se   complacen   con   los   que   las   practican. 

Romanos   2:2   al   3       Mas   sabemos   que   el   juicio   de   Dios   contra   los   que   practican   tales   cosas   es   según   verdad.   3¿Y    piensas   esto,   oh   hombre,   tú   que   juzgas   a   los   que   tal   hacen,   y   haces   lo   mismo,   que   tú   escaparás   del   juicio   de    Dios? 

 

3. ¿QUÉ ES PRACTICAR EL PECADO? 

Lo normal en un auténtico cristiano es que combata contra el pecado, eso quiere decir que cuando comete algún pecado, lo confiesa pidiéndole perdón a Dios y pidiéndole su ayuda para no volver a cometerlo.   Pero cuando el incrédulo o falso creyente practica el pecado, sabiendo que es algo que desagrada a Dios, y no tiene la intención de dejar de cometerlos, está evidenciando que no es un auténtico hijo de Dios, porque si lo fuera Dios no lo dejaría practicar el pecado.  Los pecados por ignorancia no clasifican dentro de los pecados cometidos para practicar el pecado, porque para practicar el pecado es necesario ser conscientes de que lo que hacemos es pecado, más la intención de no dejar de cometerlos.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               Esto es importante tenerlo en cuenta cuando miramos a los demás, que pueden a nuestro parecer estar practicando el pecado, pero su conciencia no los acusa de estar cometiendo pecados, por lo cual aunque esté repitiendo un pecado, (por ignorancia) eso no puede tomarse como la práctica del pecado. Allí podemos aplicar:

Romanos   14:4     ¿Tú   quién   eres,   que   juzgas   al   criado   ajeno?   Para   su   propio   señor   está   en   pie,   o   cae;   pero   estará    firme,   porque   poderoso   es   el   Señor   para   hacerle   estar   firme. 

Sin embargo en la medida en que crezca la vida espiritual de esta persona, Dios se encargará de hacerla consciente de lo que realmente es pecado, y esa conciencia no lo dejara en paz mientras continúe pecando, de tal manera que esa conciencia mas el Espíritu Santo, mas todas las acciones de Dios en su favor le llevarán a dejar de pecar.

 

4. LA PERMANENCIA EN LA FE

Esta promesa de que Dios a sus hijos no nos dejara practicar el pecado, también incluye el pecado de la incredulidad.  Es por esta razón que aun cuando encontramos en la escritura pasajes que insisten en la permanencia en la fe y la obediencia para ser salvos, está permanencia en la fe no debe ser tomada como un requisito para “conservar la salvación” o “ser salvos” sino como una consecuencia y evidencia de que la salvación ya se realizó.  Por ejemplo:

Juan   15:5   al   6   Yo   soy   la   vid,   vosotros   los   pámpanos;   el   que   permanece   en   mí,   y   yo   en   él,   éste   lleva   mucho   fruto;    porque   separados   de   mí   nada   podéis   hacer.   6El   que   en   mí   no   permanece,   será   echado   fuera   como   pámpano,   y    se   secará;   y   los   recogen,   y   los   echan   en   el   fuego,   y   arden.  

Frente a esta declaración de Jesús lo incorrecto sería pensar que el esfuerzo personal es lo que permite al creyente permanecer en Él, para no ser echado en el fuego y conservar la salvación. Eso sería igual a decir que la salvación es por obras, y con toda claridad la escritura enseña que la salvación no es por obras.   Por lo tanto la forma correcta de aplicar este texto, es que el que no permanece en Dios es porque no es un auténtico hijo de Dios, porque a los auténticos hijos de Dios, él se encargará de acuerdo a la promesa incondicional Nuevo Pacto, de que permanezcamos en el. La escritura dice:

Hebreos   13:21   os   haga   aptos   en   toda   obra   buena   para   que   hagáis   su   voluntad,   haciendo   él   en   vosotros   lo   que    es   agradable   delante   de   él   por   Jesucristo;   al   cual   sea   la   gloria   por   los   siglos   de   los   siglos.   Amén.  

Y si alguien no permanece en Él es porque nunca ha sido su hijo. Y la solución tampoco serían las obras, sino el Nuevo Nacimiento que viene por depositar la fe en Jesucristo como Señor y Salvador, para ser involucrados en el Nuevo Pacto, en el cual Dios promete no dejar que nos separemos de Él.

 

C. SEGURIDAD DE QUE TODA SITUACIÓN SERÁ PARA BENDICIÓN

Gracias a la justificación por fe y a la promesa del Espíritu hemos obtenido la salvación, y esa salvación asegura Dios que jamás la vamos a perder, y una de las muchas razones que nos aseguran esto, es la promesa de que Dios no nos dejara practicar el pecado.   La promesa de que no nos dejara practicar el pecado, como ya hemos visto nos asegura que podemos vivir haciendo la voluntad de Dios, que es uno de los elementos necesarios para que el propósito de Dios de formar a su hijo en cada uno de nosotros se cumpla.   Es decir, estamos hablando de la responsabilidad moral del hombre de hacer la voluntad de Dios, (el mal llamado libre albedrío) responsabilidad que podemos cumplir gracias a las promesas del Nuevo Pacto.  Pero hay otro ingrediente necesario para que el propósito de Dios pueda cumplirse en nosotros, y este elemento es, todo lo que sucede a nuestro alrededor, es decir: La soberanía de Dios,   Cuando vimos la seguridad de salvación aclaramos, que esa seguridad no aplica a las cosas materiales, ni a los familiares, ni a nuestra salud o a nuestra vida, porque contrario a estar exentos de cualquier calamidad, vimos que quien camina en la voluntad de Dios pueden venirle todas estas cosas, pero en lo que respecta a nuestro honbre interior la protección es absoluta, razón por la cual el Señor Jesús dijo:

Mateo   10:27   al   28     Lo   que   os   digo   en   tinieblas,   decidlo   en   la   luz;   y   lo   que   oís   al   oído,   proclamadlo   desde   las    azoteas.   28Y   no   temáis   a   los   que   matan   el   cuerpo,   mas   el   alma   no   pueden   matar;   temed   más   bien   a   aquel   que    puede   destruir   el   alma   y   el   cuerpo   en   el   infierno.

La gente del mundo debería tener temor pues en su incredulidad practican métodos no aprobados por Dios para cambiar el exterior y lograr así sus metas, pero esa vida de incredulidad, si no cambian, ciertamente los llevará en cuerpo y alma al infierno.   Pero para nosotros los que hemos sido salvados la advertencia es, comuniquemos el mensaje de Dios a toda criatura sin temer a las consecuencias, porque aún si la muerte fuera el resultado de hacer la voluntad de Dios, tenemos la certeza de ir a vivir la eternidad en su presencia.  Sin embargo el pasaje no dice que estamos expuestos a lo que cualquiera pueda hacer con nosotros, pues continúa diciendo:

Mateo   10:29   al   31   ¿No   se   venden   dos   pajarillos   por   un   cuarto?   Con   todo,   ni   uno   de   ellos   cae   a   tierra   sin   vuestro    Padre.   30Pues   aun   vuestros   cabellos   están   todos   contados.   31Así   que,   no   temáis;   más   valéis   vosotros   que    muchos   pajarillos.

Que absolutamente todas las cosas que suceden a nuestro alrededor, y aun lo que sucede en nuestro cuerpo, está bajo la soberanía de Dios, queriendo decir que no sucederá absolutamente nada sí Dios no decide que sea de esa manera. Esto lo confirma a otro pasaje que dice:

Lamentaciones   3:37     al   39     ¿Quién   será   aquel   que   diga   que   sucedió   algo   que   el   Señor   no   mandó?   38   ¿De   la   boca    del   Altísimo   no   sale   lo   malo   y   lo   bueno?   39¿Por   qué   se   lamenta   el   hombre   viviente?   Laméntese   el   hombre   en   su    pecado.  

Bajo el viejo pacto, teniendo un precario conocimiento de lo que es bueno para nuestra vida espiritual, el hombre se atrevía a pensar que le estaban sucediendo cosas malas, (como sí Dios fuera injusto o no tuviera el control de lo que sucede,) pero Dios sin dar explicaciones que seguramente el hombre no podía entender, dice que los hombres que están vivos, refiriéndose a aquellos que le conocen, estos no tienen ninguna razón para quejarse de lo que Dios está haciendo a su alrededor, mientras que, los que no conocen a Dios se lamentarán por lo sucedido.  Y los que no conocen a Dios se lamentan porque al no tener el propósito de ser formados como hijos de Dios, al evaluar lo que les sucede, aunque creen que les suceden cosas buenas, también creen que les suceden cosas malas que no ayudan al propósito que ellos tienen.  Por esta razón uno de los grandes objetivos de los hombres, es poder controlar las cosas que suceden a su alrededor, especialmente aquellas que frustran sus propósitos.

 

Continua…

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