EL CAMINO A LA SANTIDAD – PARTE 2

EL CAMINO A LA SANTIDAD – PARTE 2

ORAD SIN CESAR

I. INTRODUCCIÓN

Cuando Dios en el paraíso confronta el hombre con su pecado, el hombre en lugar de reconocer su grave falta de confianza en Dios, le echa la culpa a su mujer; la mujer hace lo mismo echándole la culpa a Satanás… Al ver esto me hago la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si el hombre en ese momento reconoce su pecado, se arrepiente y pide perdón a Dios?

No me atrevo a asegurarlo, pero es posible que la situación y las consecuencias hubiesen sido algo diferentes… Pero bueno. Lo cierto es que como respuesta al pecado y falta de reconocimiento, que es como añadir pecado a pecado. Dios tomó una serie de decisiones que hicieron muy difícil la vida del hombre sobre la tierra. La Escritura nos cuenta:

Génesis 3.16–19 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. 17Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Los dolores que siente una mujer al dar a luz, tan fuertes que muchas se enorgullecen de haberlos soportado, comenzaron a padecerlos como una consecuencia del pecado de Eva.

Además por no haberse sujetado a su marido, peor aún, tomando una decisión en contra de lo que Dios había ordenado, vino como consecuencia un gobierno de enseñoramiento sobre las mujeres. Y como el corazón de los hombres se corrompió, el mal uso de esa autoridad ha traído menosprecio, maltrato y mucho sufrimiento para ellas.

Y para el hombre, que según el diseño de Dios es el responsable de proveer el sustento para su familia, esta función se le complicó, pues por haber hecho caso a su mujer, en contra de lo ordenado por Dios, además de ser echados del edén que les daba provisiones en abundancia, la tierra fue maldita, lo cual hizo muy difícil conseguir el sustento del cual el hombre es responsable. Tanto que para algunos hombres es a veces tan difícil cumplir con esta responsabilidad, que muchos de ellos han terminado siendo mantenidos por su mujer.

Y esta situación anormal a los ojos de Dios, también trae problemas en la relación de la pareja. No es fácil ser la cabeza y la autoridad de la familia cuando no se es el proveedor. Muy pocas mujeres lo soportan sin que afecte negativamente la relación de pareja.

Pero en medio de esta trágica historia; trágica porque es la razón de todos los sufrimientos de los hombres a través de todos los tiempos, encontramos un versículo que dice:

Génesis 3.15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Esta es una profecía muy clara para los entendidos, que habla acerca del Nuevo Pacto. Pacto que hemos visto que es la solución completa al pecado del hombre, porque es Dios, quien se encarga de que nosotros le hagamos caso cuando confiamos en él. Es decir no depende de nuestra capacidad, sino de nuestra confianza en Dios, y confiar en Dios siendo quien es, resulta en algo supremamente fácil.

En el tema anterior vimos que esta obediencia a los mandatos del Nuevo Pacto, traerá santificación a nuestra vida y nos permitirá experimentar el fruto del Espíritu Santo… Este fruto, que todos los cristianos debemos estar experimentando es: (Mientras leo por favor evalúe si algo le falta)

Gálatas 5.22–23 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, 23mansedumbre, templanza…

¿Cómo les fue? Hago la pregunta porque así como vimos que la santificación es un fruto, es decir el resultado de obedecer los mandatos del Nuevo Pacto. Lo mismo dice acerca de estas características o cualidades que acabo de leer, que debemos experimentarlas como consecuencia de tener la presencia de Dios en nuestra vida. (Esa es la vida eterna)

Este fruto es la solución completa, porque una persona que experimenta y manifiesta estas características, vivirá completamente feliz y muy segura gracias al conocimiento del amor de Dios. Y si vive completamente feliz no tendrá la más mínima necesidad de hacer algo incorrecto… Todo lo contrario, hará siempre la voluntad de Dios, lo cual le traerá cada vez más y más bendiciones a su vida.

En otras palabras; el fruto del Espíritu Santo es lo que elimina el pecado en nuestra vida, y por lo tanto también elimina las manifestaciones de la carne que son mencionadas unos versículos atrás. Dice:

Gálatas 5.19–20 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías…

La lista continúa y es larga, pues son todas aquellas cosas que hacemos, completamente engañados tratando de obtener felicidad. Es por eso que insisto; Quien ya es feliz porque disfruta del fruto del Espíritu santo no caerá en estos pecados.

Pero cuando no se disfruta de esta bendición, los malos sentimientos que experimentamos si nos llevarán a cometer diferentes clases de pecados. Porque la realidad es, que estos pecados si dan felicidad, pero temporal. Pues si no fuera así, si no trajeran algo de felicidad nadie cometería ningún pecado.

El problema es que esta felicidad que es descrita en la escritura como: “El deleite temporal del pecado” Inevitablemente con el tiempo traerá muchísimo sufrimiento.

Todo esto quiere decir, que es importantísimo que los cristianos busquemos experimentar el fruto del Espíritu Santo. Porque cuando no cometemos pecados pero tampoco experimentamos el fruto del Espíritu Santo, vamos a estar en un continuo riesgo y tentación de volver al pecado. La escritura enseña:

Efesios 4.22–24 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Dejar de cometer ciertos pecados no es suficiente, es necesario ser justos y santos. Por eso la urgente necesidad de hacer la voluntad de Dios que nos hará cada vez más santos. Y eso nos permitirá experimentar cada vez más el fruto del espíritu Santo que nos hará completamente felices.

Insisto: Los que sólo dejan de cometer ciertos pecados pero no experimentan la llenura del Espíritu Santo terminan volviendo al pecado, porque es como si alguien se quitara unos harapos malolientes pero no se viste con nueva ropa… Y al sentir frío, volverá a colocarse los harapos.

¿Pero porqué digo esto? Lo digo porque cuando una persona dejan de robar, o de adulterar, o de ser un borracho pero no se motiva a leer las escrituras, no asiste o no asiste con juicio a la iglesia, no comparten su fe con los demás, no ayuda en la obra del ministerio, y por supuesto tampoco es fiel financieramente con Dios…

Cuando esto ocurre es evidente que su confianza en Dios están mal. Porque solo está haciendo lo mismo que muchas personas que son incrédulas, que dejan de robar, dejan de adulterar, dejan de ser borrachos, porque ven las malas consecuencias de su mal comportamiento, pero nunca buscan a Dios.

Eso mismo está viviendo el cristiano que deja de hacerlo malo, pero no hace lo bueno. Y esa falta de confianza en Dios hará que se pierda la bendición de disfrutar de la salvación obtenida, se perderá de la bendición de experimentar el fruto del Espíritu Santo… Y como la falta del fruto del Espíritu Santo hace que la persona se sienta insatisfecha… Eso hará que sea presa fácil de las tentaciones y de caer nuevamente en el pecado para buscar felicidad.

Para que no ocurra eso, en el pasaje que habla del fruto del Espíritu Santo un poco más adelante dice:

Gálatas 5.25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

Qué significa que si Dios por medio de su Espíritu nos ha dado la vida eterna… Pues dejemos que también sea el Espíritu Santo quien organice nuestra vida. Qué es igual a decir; que le hagamos caso a lo que el Espíritu Santo nos pide hacer. Y esto es lo mismo que leímos en el pasaje que estamos estudiando. Recuerdan:

1 Tesalonicenses 5.16–19 Estad siempre gozosos. 17Orad sin cesar. 18Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 19No apaguéis al Espíritu….

El Espíritu se apaga cuando de manera continua decimos no a lo que él nos pide hacer. El espíritu se apaga cuando seguimos cometiendo el pecado que sabemos que es pecado. Y cuando el Espíritu se apaga, quiere decir que ya no escuchamos la voz de Dios…

Lo he visto muchísimas veces en aquellos cristianos, a los cuales uno les insiste que obedezcan en ciertos aspectos en los que están mal. Y al pasar los años por más que uno les insista, sólo escuchan la voz del pastor, la voz del esposo o del padre, pero no la del Espíritu Santo. Y por eso continúan pecando.

Porque no es lo mismo pensar que fulano me está ordenando algo, a entender que Dios a través de esta persona me está ordenando algo. Y cuando esto sucede, esos cristianos terminan teniendo más respeto o miedo al pastor que a Dios.

Y se hace evidente que han apagado al Espíritu, porque tratan por todos los medios que el pastor no se entere de lo que están haciendo… Lo cual es ridículo, porque Dios está mirando lo que están haciendo.

Y como consecuencia de esta dureza del corazón, en algunos muy lentamente y en otros muy rápidamente la carne toma por completo el control de sus vidas. Y vuelven a experimentar el afán, la tristeza, el desánimo, el aburrimiento… Y si en esa condición aparece una tentación, caen con facilidad buscando nuevamente el deleite temporal. Y como nadie puede engañar a Dios, a su tiempo cosecharán más sufrimiento.

Y a eso se añadirá el remordimiento por todas aquellas cosas que irá perdiendo, porque no es lo mismo morirse de sed porque no hay agua, que morirse de sed teniendo una fuente viva de agua que salta para vida eterna.

Ahora: ¿Qué debe hacer un cristiano, que ha nacido de nuevo, que tiene al Espíritu Santo en su vida, pero que está experimentando aflicción? La escritura dice:

Santiago 5.13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.

Esto que acabo de leer no es una sugerencia. Es una orden. Lo bueno de esta orden es que cuando uno está contento por estar experimentando el fruto del Espíritu Santo, de una forma natural, sin ningún esfuerzo, saldrán de nuestro corazón alabanzas y agradecimientos para nuestro buen Dios. Cuando una persona está agradecida no tiene que esforzarse para dar las gracias.

Pero no ocurre lo mismo cuando estamos afligidos, pues aunque la orden es que debemos hablar con Dios, es posible que intentemos quitarnos la aflicción de manera equivocada.

Y entonces algunos se emborrachan para olvidar la pena. Otros se desquitan de la infidelidad de su pareja casi que prostituyéndose. Otros cuando sufren se desquitan con la mujer o los hijos… En resumen; en lugar de en oración buscar solución a su sufrimiento, lo que hacen es cometer más pecados, para olvidar el sufrimiento que el pecado a traído a sus vidas. ¿Qué absurdo comportamiento verdad? ¿Funcionará? Tal vez temporalmente pero luego será peor.

La pregunta es: ¿Cuantas oraciones debemos hacer o por cuánto tiempo debemos orar para poder recuperar la alegría?

Hago la pregunta, porque escuchamos continuamente testimonios de personas que estando aburridas o afligidas, oran, y oran, y ayunan, y piden oración a los hermanos, y siguen orando, pero no logran salir de su aflicción. Y entonces la pregunta es: ¿Qué pasa con estas oraciones que no están dando el resultado esperado?

Algunos atribuyen la falta de respuesta a la falta de fe. Y aunque eso es cierto, el problema es que no están entendiendo dónde es que falta la fe. Y al no tener claridad en esto, colocan toda la fe en lo que no deben, y por eso no obtienen respuesta.

Recuerdo una joven ya no tan joven, que de manera desesperada buscaba casarse. Y mientras pensaba en la persona con la que ella soñaba casarse, al leer las escrituras llegó al siguiente pasaje:

Habacuc 2.3 Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.

Ella tomó este pasaje como una confirmación de parte de Dios, en la que le ordenaba que esperará, y que aunque se demorara de todos modos debía esperarlo porque sin duda su marido sería.

Mientras ella tenía fe en la certeza de la respuesta de Dios, andaba tranquila esperando el momento. Pero cuando su fe fallaba comenzaba a deprimirse. Y entonces producto de su experiencia entendió que debía tener fe y no desfallecer, para poder esperar tranquilamente al hombre de su vida….

Pasó el tiempo, un buen tiempo, y el hombre de su vida se casó con otra. Y por supuesto no sólo trajo una crisis emocional, sino más grave, una espiritual. Porque creía que Dios no le había cumplido lo prometido, a pesar de toda la fe que ella había depositado en este asunto.

Así hay muchos creyentes que pasan por situaciones similares, donde cada uno de ellos ha pedido a Dios por ciertas cosas, y las ha esperado con una enorme fe.

Y sin embargo el resultado es que no han recibido respuesta afirmativa de parte de Dios… Y entran en crisis espiritual, pues habiendo depositado tanta fe y no habiendo obtenido el resultado esperado, ya no saben qué mas hacer, y muchos terminan alejándose de Dios porque terminan creyendo que Dios no les ayudará.

Eso en el caso de que no caigan en manos de los comerciantes de la fe, que los engañan diciéndole que si dan dinero, que si pactan con Dios entonces van a obtener la respuesta deseada.

Y al final terminan mal emocionalmente, mal espiritualmente, y mal económicamente. Y lo peor, hablando mal del cristianismo por su ignorancia que no les permite entender lo que en realidad está pasando.

¿Pero cuál según Dios, es el verdadero problema de estas personas? La escritura nos da parte de la respuesta cuando nos dice:

Santiago 4.3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

Eso eso quiere decir que cuando Dios no contesta de acuerdo a lo que pedimos, el problema no es que nos falte fe para creer que nos contestara. El problema es que estamos haciendo peticiones completamente equivocadas que Dios no puede contestar. Y la razón por la cual no puede contestar, es porque si Dios contestara una petición equivocada haría daño a nuestra vida espiritual, es decir esa respuesta sería un estorbo para nuestra salvación.

Yo sé que esto, especialmente para los que comienzan la vida cristiana es muy difícil de entender. No lo entienden en primer lugar porque no aprecian la salvación.

Y a esto se le suma, que nuestros razonamientos nos convencen que estamos pidiendo lo correcto. Tan convencidos llegamos a estar de lo correcto de nuestras peticiones, que cuando nos dicen que estamos orando mal, somos capaces de ofendernos y de acusar de falta de amor o misericordia a quien nos lo dice.

Aquí la pregunta importante es: ¿De dónde salen esas peticiones equivocadas? Hay varias razones. Una de ellas muy importante tiene que ver con esa mala maña de Adan y Eva que mencioné al comienzo, maña que ha persistido en los hombres a través de los siglos.

Para entender esa mala maña primero hay que entender una verdad fundamental, que enseña que: Cuando las cosas están mal en nuestra vida, no debería haber la más mínima duda, de que es porque estamos haciendo las cosas mal….

Cuando las cosas se pusieron mal para Adán y Eva no fue culpa de Dios. Tampoco fue culpa del diablo, él no los obligó. Fue culpa de los malos pensamientos y las malas acciones de Adán y Eva.

Esa es una verdad absoluta para todos los hombres en todas las épocas. Y como eso es verdad, es por esa razón que Dios nos ordena como vimos la semana pasada, que debemos estar siempre gozosos.

Si no fuera cierto que la falta de gozo es problema solo nuestro, entonces Dios en lugar de ordenarnos estar siempre gozosos nos diría, que debemos estar gozosos mientras las circunstancias o mientras los demás nos permitan estar gozosos. Pero eso no es lo que dice su palabra.

Y no sólo lo dice respecto del gozo, también lo dice respecto del afán. La escritura nos ordena:

Filipenses 4.6–7 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Por supuesto que Dios sabe que continuamente estamos expuestos a circunstancias complicadas, a dificultades, a enemistades, a envidias, a crisis económicas, a enfermedades… Sin embargo sabiendo Dios eso, de todos modos nos ordena no afanarnos por ninguna cosa que pueda suceder a nuestro alrededor.

¿Por qué? Porque tanto estar gozosos como no afanarnos por nada, depende exclusivamente de cuanta confianza tengamos en Dios. Insisto: No depende de las circunstancias sino de cuanta confianza tengamos en Dios.

Y la mala maña a la que me refiero que es pecado. Es que cuando perdemos el gozo, cuando estamos tristes, preocupados o afligidos; en lugar de reconocer nuestra falta de fe, en lugar de reconocer que estamos pensando mal, o que hemos hecho mal. Hacemos lo mismo que hizo Adán.

Y entonces comenzamos a buscar al culpable de haber perdido nuestro gozo o nuestra paz. !Y como sea lo encontramos! Y entonces algunos miran a su mujer… Otras miran a su marido, otros señalan a sus hermanos o hermanas, o padres, o jefes, o al gobierno… Y si no encuentran a nadie lo cual sería muy raro, entonces el culpable es el diablo.

Déjenme preguntarles: ¿Cuántos esta semana sufrieron, o estuvieron molestos, o aburridos o deprimidos o preocupados… Y al sentirse así dijeron: “Señor perdóname es mi pecado”

Cuantos hicieron lo que hizo el profeta jeremías, en medio de una muy difícil situación en la que todos lo traicionaron… Sin embargo él declaró:

Jeremías 10.19 ¡Ay de mí, por mi quebrantamiento! mi llaga es muy dolorosa. Pero dije: Ciertamente enfermedad mía es esta, y debo sufrirla.

Pero nosotros en lugar de reconocer que es nuestro pecado el que nos hace sentirnos mal, comenzamos a señalar a la hermana que según nosotros nos causó el sufrimiento, a la hija, al marido, a la vecina, al presidente… Y la verdad estamos señalando así sea por ignorancia, a Dios como el culpable.

Y al encontrar al culpable que nos permite esconder nuestro pecado, comenzamos a orar para solucionar el asunto, y no hay duda que nuestra petición será completamente equivocada.

“Señor por favor cambia a mi marido porque su forma de ser no me deja ser feliz. Señor por favor cámbiame esa bruja horrorosa que me diste por mujer… Señor por favor cámbiame el trabajo, o sáname de esta enfermedad, o llévate a fulanito a la China, etc.”

Y en lugar de colocar fe en su palabra que dice que el problema está adentro… Porque Jesús dijo:

Marcos 7.23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.

Pero en lugar de colocar nuestra fe en esta verdad declarada por Jesús lo cual cambiaría nuestra forma de orar, le ponemos una enorme fe a la mala petición que hemos hecho. Y seguimos orando, y ayunamos, y pedimos más oración… Y pasa el tiempo y el marido o la mujer cambian… Pero para empeorar… Y aun a veces el marido o la mujer mejoran… Pero la vida de esta persona no mejora, porque ese no era el problema.

Imagínese un mal trabajador, qué es lento, que se le olvidan las cosas, que se equivoca continuamente y que en lugar de reconocer su negligencia se queja continuamente de sus jefes… La pregunta es: ¿Hallará solución a su problema hablando mal de su jefe? Por supuesto que no.

Y si el ora para que Dios le cambie sus jefes, y Dios los cambia. ¿Eso arreglaría su problema? No, lo empeoraría, porque pensaría que Dios le cambió sus jefes porque vio que eran malos, cuando la realidad es que es un mal trabajador.

O un esposo que en lugar de reconocer lo mal esposo que es, que no se preocupa para nada en hacerle la vida más cómoda a su mujer, que ni siquiera se preocupa si tiene que comer o no, sino que se desentiende… Y que para rematar se queja diciendo que tiene una mala mujer…

La pregunta es: Si el ora para que Dios le cambie a su mujer y Dios se la cambia. ¿Arreglaría esto el problema de este hombre? No, la oración contestada le haría pensar que el tiene razón, y que su mujer si es bien mala… Y si Dios no le da otra pero el se la consigue… Lo más seguro es que también dañará ese matrimonio… Porque el problema es el y no las circunstancias.

Y lo mismo pasa con los hijos que en lugar de reconocer los necios y lo rebeldes que son, se la pasan quejándose contra sus padres.. ¿Hallarán estas personas solución?. No, aunque hagan oraciones a Dios, y aunque le coloquen muchísima fe no hallarán solución… Todo lo contrario, perderán su poca fe y se corromperán cada vez más, y al final, más sufrimiento experimentarán.

Esto es lo mismo que hacía el pueblo de Israel, cuando estando sufriendo hacia peticiones a Dios, y en lugar de reconocer que estaban pidiendo mal, lo que hacían era culpar a Dios de incapacidad o sordera.

¿Se imagina lo grave que está la fe de una persona o de un pueblo, que en lugar de reconocer que es por su pecado que sufre, culpa a Dios de su sufrimiento por no contestar sus peticiones, llegando aún a pensar que Dios es incapaz de ayudarle o que ni siquiera es capaz de oír su oración?

Así pensaba el pueblo de Israel y por eso Dios a través del profeta les dice:

Isaías 59.1–2 He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; 2pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.

No. A Dios jamás le faltará el poder o la disposición para ayudarnos. Y el nunca dejará de oír nuestras peticiones. El problema es que el pecado no reconocido, nos lleva a hacer oraciones que Dios no puede contestar, porque como ya lo dije; haría daño a nuestra vida espiritual.

Sin embargo, no reconociendo que el problema está en hacer peticiones equivocadas, el pueblo terminó pensando que el problema era que Dios no escucha a los pecadores.

Pero contrario a esa errónea creencia, podemos leer en un salmo de David…

Salmo 32.5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

La verdad es; que Dios si escucha a los pecadores cuando hacen la oración correcta. Por eso no importa quién seas tú, no importa cuántos pecados hayas cometido, cuantas maldades hayas realizado, si te acercas a Dios reconociendo tu pecado, y haces la oración correcta, sin ninguna duda Dios responderá tu oración.

Pero también es verdad, que no importa si eres cristiano, no importa cuántos años llevas, no importa cuánto conozcas las escrituras, no importa cuán grande sea tu ministerio, ni cuantos milagros hayas realizado… Si haces la oración equivocada Dios no te podrá responder.

¿Por qué? Porque en el reino de los cielos no existe el soborno, ni las influencias, ni las palancas, ni mucho menos se puede uno atrever a decirle a Dios, ¿Es que usted no sabe quién soy yo? Para que así como decía alguien, torcerle la mano Dios para que conteste lo que le hemos pedido.

Además si Dios contesta una petición equivocada, sería como si Dios se atacara así mismo, sería como si el mismo dañara su plan de salvación, sería como si el mismo impidiera que su amor llegue a los hombres…

Recuerdo un predicador que me gustaba mucho, hasta que un día fui a una reunión y compartió el siguiente texto en el cual Jesús habla de la importancia de la fe, y por eso concluye:

Marcos 11.24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Y luego nos dijo: “Pidan cualquier cosa que quieran creyendo que lo van a recibir. Y tengan en cuenta que en este pasaje no dice que hay que pedir de acuerdo a su voluntad, lo que dice es que debemos creer, por lo tanto pidan lo que quieran con verdadera fe y lo recibirán”

Ciertamente aquí dice que pidamos con fe, pero ignorar que las peticiones tienen que estar de acuerdo con la voluntad de Dios es gravísimo, porque precisamente esa es una de las principales razones por la cual muchos creyentes que están sufriendo o que no son felices, no reciben respuesta a sus oraciones.

Porque no están haciendo la petición correcta. Y no es una suposición o una deducción a la que he llegado, es lo que dice con toda claridad la escritura:

1 Juan 5.14–15 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 15Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

Notemos que en este pasaje no se menciona la fe, pero hay fe cuando pedimos conforme a la voluntad de Dios. Y por esto, Dios asegura que cualquier cosa que pidamos de acuerdo a su voluntad el responderá afirmativamente.

Si volvemos al texto donde comenzamos la semana pasada:

1 Tesalonicenses 5.16–17 Estad siempre gozosos. 17Orad sin cesar….

De acuerdo a lo que hemos visto hoy, si no estamos gozosos, si hay aflicción en nuestra vida, tenemos que orar para recuperar el gozo, y no sólo el gozo, sino el fruto del Espíritu Santo. Pero para poder hacer las peticiones correctas, primero necesitamos entender la razón, la verdadera razón por la cual perdimos el gozo o la paz.

Supongamos entonces que alguien pierde el gozo, y cuando le preguntamos la causa de su aflicción nos cuenta que le robaron el carro. Otro nos cuenta que la causa de su aflicción es que perdió el empleo. Otro que encontró a la novia con otro. etc.

El problema es que algunos creen que con estas respuestas es suficiente para hacer la petición correcta. Y entonces oraran para recuperar el carro, para recuperar el empleo, y para recuperar la novia…. ¿Pero son esas las peticiones correctas?

Hace muchos muchos años manejando ministerio de jóvenes, llegó un jovencito muy afligido porque su novia lo había dejado. Él estaba comenzando su vida cristiana y cuando le pregunté acerca de su novia entendí que no era cristiana. Y recordé aquel pasaje que dice:

2 Corintios 6.14–16 No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? 15¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? 16¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?

Dónde es evidente que un hijo de Dios no puede unirse en un yugo desigual, es decir con un incrédulo.

Al recordar eso pensé; que el qué la novia lo dejara era una bendición para este muchacho… Sin embargo la pregunta era: ¿Sería capaz de entenderlo? Pensando en que no tenía suficiente madurez, le dije que oráramos para que si era la voluntad de Dios, el le ayudara a restaurar la relación con su novia. Cuando oramos quedó muy tranquilo… Y un par de días después regreso feliz porque su novia había regresado.

Pasó un poco de tiempo y la muchacha lo volvió a dejar. Y en esa ocasión le compartí la escritura mostrándole que una novia incrédula no le convenía… Lo entendió, y entonces la oración que hicimos fue dándole gracias a Dios por lo sucedido, y pidiéndole a Dios consuelo y fortaleza para aceptar su voluntad.

Lo que quiero que entendamos con esto, es que: El desconocimiento de la grandeza de Dios, hace que las personas del mundo se alegren por cosas que no son verdaderamente importantes. Más aún, en el mundo podemos encontrar personas que se alegran por cosas horribles… La escritura dice:

Proverbios 10.23 El hacer maldad es como una diversión al insensato; Mas la sabiduría recrea al hombre de entendimiento.

Que pensaría usted de un hombre que manda matar a otro y cuando lo llaman a avisarle que ya le hicieron la vuelta se pone contento? O de aquel que se pone feliz porque logró estafar a otro. O de aquel que está feliz porque con sus mentiras logró encubrir su maldad… O de aquel que se goza porque logró humillar a aquel que lo había humillado…

Pero: ¿Existe gente así? Por supuesto que sí. Y aún mucho peor. La escritura dice:

Proverbios 4.16 Porque no duermen ellos si no han hecho mal, y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.

Hay algunos que hacen maldad y no pueden dormir, pero hay otros que no pueden dormir porque no han hecho maldades…

Déjeme repetirles: El desconocimiento de la grandeza de Dios y de la salvación que nos ha otorgado, hace qué los cristianos nos alegremos por cosas que no tienen verdadera importancia.

Y cuando nos alegramos por cosas que no tienen verdadera importancia, también perdemos el gozo por cosas que no tienen verdadera importancia.

Imaginemos a una madre cristiana qué ora todo el tiempo, como dice la escritura, sin cesar… Y las peticiones que le hace a Dios todos los días, son para que sus hijos tengan salud, que Dios los proteja de los malos, que les vaya bien en el estudio y en el trabajo, que el matrimonio les dure, que tengan muchos hijos o el hijo que desean, que puedan comprar la casita o el carro, que puedan ir de vacaciones a Juan Chaco o a Miami…

La pregunta es: ¿Siendo ella cristiana y sabiendo que sus hijos no son cristianos, sabiendo ella que aunque sus hijos dicen creer en Dios no leen las escrituras, tampoco van a una iglesia cristiana o van a una bien torcida… Entonces la pregunta es: ¿Estará bien que sabiendo ella esto no ore por la salvación de sus hijos?

Si una persona que es cristiana ora por estas “tonterías” comparadas con la importancia de la salvación eterna, creo que no hay duda que esta persona no tiene como objetivo ser Santa. Y si no quiere ser santa entonces no le interesa la voluntad de Dios. Y si no le interesa la voluntad de Dios no va a poder experimentar el fruto del Espíritu Santo. Y todo esto significa que a esta persona no le interesa o no aprecia la salvación.

Y ¿Entonces qué es lo que a esta persona la hace feliz?

No queda otra: Las cosas del mundo. Por eso ora por la salud, por un buen trabajo, por el estudio, por el matrimonio, por los hijos, por las vacaciones… Porque si todas esas cosas están bien, entonces estarán felices.

Recuerdo una discípula que sólo oraba por estas cosas, y vivía siempre de problema en problema no entendiendo que el trato de Dios para su vida, tenía como propósito que tuviera más fe en Dios. Que apreciará la salvación; que se enfocará en ser santa, en disfrutar del fruto del Espíritu Santo…

Y entonces un día le dije. “Tu crees que Jesucristo fue a morir en la cruz para que tú tengas cosas materiales en abundancia… Por favor no ores más por esas cosas, tienes que madurar, tienes que cambiar tu oración”… Y entonces; no volvió a la iglesia. No sé si pensó que lo que yo le dije era muy equivocado. O si pensó que si no podía orar por esas cosas no había razón de buscar a Dios.

No sé qué piense usted que me está escuchando, pero déjeme leerle lo que la escritura dice acerca de esas malas oraciones:

Santiago 4.3–4 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 4¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

La semana pasada les dije: Las peticiones que hacemos a Dios muestran la clase de persona que somos.

El texto que acabamos de leer muestra que hay algunos que son o dicen ser cristianos, que están haciendo peticiones a Dios, pero que en realidad son enemigos de Dios. Y se nota que son enemigos de Dios precisamente por las peticiones que están haciendo a Dios. (Que absurdo verdad)

Y piden esas cosas del mundo para gastar en los deleites, para ser felices, porque ignoran o menosprecian por completo la salvación ofrecida por Dios… Que es igual a menospreciar la muerte de Jesucristo en la cruz.

Y cuando alguien menosprecia la muerte de Jesucristo en la cruz, también está menospreciando su sangre derramada. Y entonces la pregunta es: ¿Será un verdadero creyente?

No querer ser santos, nos impide ser felices pues nos lleva a buscar la felicidad en el mundo, felicidad que nunca será ni completa, ni duradera. Pero eso es lo de menos, comparado con el pecado de menospreciar su sangre. La escritura dice de aquel que no quiere ser Santo:

Hebreos 10.29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

No querer ser Santos y a cambio querer ser amigos del mundo para ser felices, es un pecado terrible… Y por eso el versículo que sigue del que habla de las malas oraciones dice:

Santiago 4.5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?

Dios quiere que todos los hombres sean salvos. Pero la salvación también incluye que seamos Santos. Y por eso dice, que en los que ha colocado su Espíritu el los anhela celosamente, para librarnos del horrible pecado de amar al mundo y vivir como enemigos de Dios.

Imaginemos un bebé de dos años qué le da una enfermedad que requiere una cirugía para que pueda seguir viviendo. Consultado el padre dice que si, que le hagan la cirugía. Pero la madre se opone porque eso va implicar incomodidad, dolor, el aburrimiento de tenerlo quieto mientras se recupera, y ella pensando en todo lo que él va a sufrir, se opone a la cirugía.

El padre entra en conflicto con ella y le dice que si el niño no se opera sin duda va a morir, mientras que la cirugía asegura que vivirá… Pero ella pensando en el dolor del niño le dice al esposo que tranquilo, que ella se va encargar de alimentarlo el par de meses que se le quedan de vida. Que le va comprar ropita nueva, que le va comprar juguetes, que lo va a sacar al parque… Mientras que el padre insiste que un poco de dolor le dará una larga y buena vida… La pregunta es: ¿Quien lo ama más, el padre o la madre? Las escritura dice:

Proverbios 27.5–6 Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. 6Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece.

Y aquí nuevamente aparece la mala maña de Adán. Pues en lugar de agradecer que nos digan en qué estamos fallando nos molestamos… Y aún llegamos a considerar a aquella persona como nuestra enemiga… Mientras que aquellos que ven nuestros errores y no nos dicen nada, a esos los apreciamos, los amamos, los invitamos. Pero a los que nos dicen la verdad no.

Esta mala actitud hace que la gente que realmente nos ama, con el tiempo tomen la decisión de no decirnos más la verdad, por que ven nuestra necedad.

Yo les confieso que he llegado a hacer eso con esos discípulos que cada vez que hablo con ellos mienten, se inventan disculpas, buscan culpables, no reconocen, o reconocen de labios pero no hacen caso… Y llega el momento en que como decimos; los dejamos en las manos de Dios…

Por supuesto los hombres podemos equivocarnos al insistir poco, al vencernos con facilidad ante la terquedad de aquellos que amamos, que no quieren cambiar.

Pero Dios no. Y por eso organiza esas circunstancias difíciles, complicadas, dolorosas. Organiza esos problemas a veces tan fuertes que la gente se ve obligada a buscar a Dios, porque no encuentra solución… Porque Dios es como el padre, qué no se detendrá de hacer la cirugía necesaria que salvará a su hijo eternamente. Su palabra dice:

Hebreos 12.6 Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.

Así es de que si aún creyendo que estás haciendo las cosas bien, te sobrevienen circunstancias difíciles; es porque Dios ve la necesidad urgente que tocar tu vida, de tocar tu corazón, de llamarte la atención, para que pongas los ojos en EL, para que aprecies a tu Señor y Salvador, para que disfrutes de la salvación, para prepararte para la eternidad.

Un poco más adelante dice:

Hebreos 12.11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

Y para que la disciplina produzca el fruto deseado y que aún sea más corta, es muy importante que en medio de ellas hagamos las oraciones correctas. Y no hay duda, las oraciones correctas son las que nos llevan a dejar nuestro pecado.

Es por eso que el pasaje que estamos estudiando dice:

1 Tesalonicenses 5.16–18 Estad siempre gozosos. 17Orad sin cesar. 18Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús….

Cuando entendemos lo visto hoy, entendemos porqué es importantísimo dar gracias en todo. Porque absolutamente todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor tiene como objetivo bendecir nuestra vida, aumentando nuestro conocimiento de Dios, nuestra confianza en él, nuestra obediencia, acercándonos cada vez más a la santidad, para que disfrutemos la vida gozándolos de cosas que nunca nos serán quitadas…

Pero…¿Cómo dar gracias de la manera correcta? La pregunta es importante porque algunos no saben dar gracias, pero esto lo veremos la próxima semana..

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