¿Y EL PECADO DE LOS DEMÁS QUE? – PARTE 3

¿Y EL PECADO DE LOS DEMÁS QUE? – PARTE 3

I. INTRODUCCIÓN

Cuando ignoramos ciertos asuntos fundamentales de la vida, tales como por ejemplo la eternidad del hombre, o la gravedad del pecado, del hombre que puede hacerle perder esa buena eternidad y condenarlo a una eternidad terrible, y leemos la escritura, esta falta de información nos lleva a tener una imagen equivocada de las razones, por las cuales Dios hace u ordena ciertos asuntos.

Por esto; para buscar que el hombre entendiera la gravedad del pecado, es que Dios instituyó una serie de sacrificios, donde los corderos sacrificados debían tener un año de edad y estar perfectamente sanos… Y ademas; en algunas ocasiones la sangre de los corderos tenía que ser echada al pueblo. La escritura nos cuenta:

Hebreos 9:19 al 22 Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, 20diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. 21Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. 22Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

No hay duda que es una escena horriblemente sangrienta, el libro, el tabernáculo, todos los utensilios, y todo el pueblo rociado con sangre, y pues no es algo que se vea agradable en lo absoluto.

Por eso el comentario de algunos al leer todo este asunto, sin entender cuál es el mensaje que Dios quiere comunicar, sólo piensan en que estaba estableciendo una religión bárbara y sangrienta. Pero la escritura nos aclara que una de las razones de estos sacrificios, es que eran sustitutivos o vicarios, es decir el cordero moría para no castigar con la muerte al hombre pecador.

La razón por la cual Dios ordenó esto, era en parte para que el hombre entendiera lo inmensamente destructivo qué es el pecado para la vida y el futuro del hombre, qué es algo que no hay duda que los hombres no lo entendemos a cabalidad.

Y creo que si a cualquier persona que estuviera condenada a la muerte por haber cometido un pecado, si le preguntaran que si acepta la opción de que un cordero la reemplace… Sin lugar a dudas diría que sí, que lo acepta, así fuera un protector de los animales.

Ahora; imaginemos que en la actualidad cada vez que alguno de nosotros cometiera un pecado tuviera para no morir el, que llevar un cordero para ser sacrificado… (Un cordero de un año vale más de 500.000 pesos) para algunos pagar esa cantidad los haría conscientes de lo gravísimo que es el pecado.

Pero además en ciertas ocasiones Dios pedía que antes de sacrificar el cordero, tenían que vivir con el cordero un buen tiempo… Y cuando esto se hacía obviamente la familia se encariñaba con el cordero, que luego tenía que sacrificar por culpa de sus pecados. Y esto lo hacía Dios para hacerlos conscientes del dolor que estaban causando al sustituto, al que moría por ellos.

Pero con estos sacrificios no sólo Dios quería que entendiéramos la gravedad del pecado, también quería que entendiéramos que él iba a dar una solución permanente al problema del pecado, porque estos corderos de un año, es decir de edad adulta y sin ningún defecto, representaban a Jesús el cual sin pecado moría por nosotros.

Y es por eso que cuando viene Jesús, Juan el Bautista lo identifica como el cordero de Dios. dice así:

Juan 1:29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Por supuesto la escritura hace varias diferencias entre los sacrificios de los corderos y el sacrificio de Jesús. Una de ellas es que los sacrificios de los corderos sólo cubrían el pecado temporalmente, razón por la cual los sacrificios tenían que hacerse una y otra vez.

Eso quiere decir que aunque estos sacrificios impedían que el hombre fuera destruido por su pecado, y aunque que le permitían recibir la misericordia de Dios… De todos modos el pecado estaba allí en el hombre, sin solución, lo cual aseguraba que el hombre seguiría pecando. Por esto las palabras del Señor a su pueblo a través del profeta fueron:

Jeremías 13:23 ¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?

La respuesta es no, el hombre sin Cristo no podrá dejar el pecado… Pero esto fue dicho bajo el viejo pacto, mientras que las palabras de Juan el Bautista respecto de Jesús fueron…. He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

La sangre de los corderos era echada sobre el propiciatorio, y de esta manera se cubría el pecado que estaba representado en el maná, la vara de Aarón, y las tablas rotas de la ley.

El maná nos habla de la desconfianza del hombre en la provisión de Dios, la vara de Aarón de la rebeldía contra la autoridad, y las tablas rotas de la ley de los pecados de los hombres… Y todo esto quedaba cubierto por un tiempo con la sangre del cordero.

Mientras que el sacrificio de Jesús sí quita el pecado, lo cual no hace necesario repetir los sacrificios, es decir un solo sacrificio es suficiente, no sólo para perdonar sino para quitar el pecado del mundo. La escritura enseña:

Hebreos 10:11–12, 14 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios… 14porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Y un poco más atrás en este mismo libre podemos leer:

Hebreos 9:13 al 14 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Cuando miramos los 10 mandamientos notamos que casi todos son prohibiciones. El hombre no debe robar, no debe mentir, no debe fornicar, no debe, etc. Es decir estaban enfocados en parar las malas acciones de los hombres.

La diferencia en el Nuevo Pacto es que como acabamos de leer, el enfoque está en cambiar o limpiar la conciencia, pues cuando esta es renovada por la palabra de Dios, dejamos de hacer obras muertas, es decir; dejamos de pecar y podemos así hacer verdaderamente la voluntad de Dios.

Y por supuesto hay una enorme diferencia entre tener unas ganas enormes de pecar y aguantarnos las ganas todo el tiempo… A que Dios transforme nuestra conciencia, para que ya no deseemos seguir pecando, sino más bien anhelemos hacer su voluntad.

El sacrificio de Jesucristo en la cruz provee un perdón total para todos nuestros pecados, y el nuevo nacimiento qué ocurre cuando genuinamente aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, nos permite renovar la conciencia para dejar de pecar y servir a Dios.

Pero: ¿Cómo limpia Dios nuestra conciencia?

Para que Dios limpie nuestra conciencia se requiere disposición de nuestra parte, y para que haya esta disposición, es necesario que primero seamos conscientes de qué tan sucia o corrompida está nuestra conciencia. El apóstol Pablo, hablando de algunos que estaban haciendo las cosas de muy mala manera les dice:

2 Corintios 10:12,18 Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos… 18porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.

Y de esta exhortación podemos ver muy claro, que cuando los hombres nos medimos a nosotros mismos nos medimos con una medida equivocada, y por eso terminamos convencidos de qué nuestra conciencia no está mal.

Por eso la evaluación del estado de nuestra conciencia no puede ser hecha por nosotros, porque con facilidad crucificamos al que patea una lechuza, pero exoneramos a aquellos que por su egoísmo y ambición fabrican guerras, y traen hambrunas que matan a los niños de hambre. (No hay nada peor que un gobernante deshonesto y ladrón, son peores que la guerrilla, que las bandas criminales, etc.)

Los hombres como ya vimos en un estudio anterior, con facilidad justificamos todo, por eso la respuesta a qué tan pecadores somos, tiene que venir de parte de Dios. Y Dios a través de todos los tiempos ha insistido en lo pecador que es el hombre. Antes del diluvio:

Génesis 6:5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Después del diluvio y después de haber rescatado a su pueblo de la esclavitud…

Jeremías 19:5 Además construyeron altares para quemar a sus hijos en holocausto a Baal, cosa que yo no les ordené ni les dije, y que ni siquiera me pasó por la mente.

Y ahora bajo el Nuevo Pacto la condición del hombre sin Cristo es…

Romanos 3:10 al 12 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Todo esto nos indica que limpiar nuestra conciencia es una obra inmensamente grande, por la cantidad de maldad que hay allí, que consideramos que está bien.

Pero el problema no es que sólo que consideramos que nuestra torcida conciencia está bien, hay algo que empeora la situación, y es la terrible terquedad que tenemos los hombres de pensar que tenemos la razón, y por eso evitamos a toda costa reconocer nuestros pecados. Por eso las justificaciones, disculpas, quejas, dando a entender que otros son los culpables.

La justificación es como si a la mugre que hay le echáramos un poderoso pegante. Y eso sucio que está fuertemente adherido a nosotros es lo que Dios se ha propuesto limpiar. Por supuesto sólo Dios puede hacerlo.

Una de las críticas que los incrédulos nos hacen a los cristianos, es que en la iglesia nos están lavando la conciencia… Cuando me han dicho eso yo digo que sí. Y aunque no se los digo, no me parece prudente, tengo la certeza que mi conciencia está siendo lavada con la palabra de Dios, mientras que la de ellos ha sido lavada por el diablo.

¿Cómo hace Dios para limpiar nuestras conciencias, por dónde comienza? Pues para poderlo hacer, Dios lo primero que hace es perdonar nuestros pecados… La escritura dice:

Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

El Señor Jesús muere en la cruz para dar oportunidad a que todo el mundo pueda tener la vida eterna. El perdón ofrecido por Jesús allí en la cruz, se hace realidad en cada persona que nace de nuevo por haber aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador.

Por esto, el primer paso para poder limpiar nuestra conciencia, es que estemos completamente convencidos de qué Dios nos ha perdonado, a pesar de los pecadores que hemos sido. Pero no sólo hemos sido completa y absolutamente perdonados, también debemos entender que a pesar de ser pecadores, a pesar de que nuestra conciencia todavía está mal, de todos modos, Dios nos acepta por completo con la misma aceptación que Dios Padre tiene acerca de Jesucristo. La escritura hablando de nosotros los hijos de Dios dice:

Efesios 1:4–7 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

Dice que fuimos escogidos antes de ser creados, para ser adoptados como hijos de Dios, y Dios ha hecho esto porque nos ama, porque es el más puro deseo que tiene para con nosotros… Y por eso además de perdonados, somos completamente aceptados por Dios en Jesucristo.

Ser aceptados en el amado, significa que Dios nos acepta de la misma manera que acepta a Jesucristo su hijo, que por supuesto es perfección y santidad absoluta. Esto es igual a decir que Dios nos acepta tanto como se acepta así mismo.

Y ojo, es muy importante tener claro que nos acepta de esta manera, antes de qué nuestra vida comience a cambiar… Respecto de esto la pregunta es: ¿Por qué lo primero que Dios hace es perdonarnos y aceptarnos por completo tal como somos?

Si vemos lo que pasa en el mundo, lo normal es que las personas buscan ser aceptadas, o son aceptadas dependiendo de las buenas cualidades o el buen comportamiento… De hecho muchos padres cometen el grave error de decirle a sus hijos cuando han hecho algo mal; “no te quiero”. Por esto y por otras muchas razones, es que los hombres están convencidos de que para ganar aceptación tienen que ser dignos de ser aceptados. (Los valores que otorgan esta aceptación son relativos y por lo tanto inmensamente variados)

¿Esto a dónde ha llevado a los hombres? A la hipocresía, la falsedad, la mentira, el engaño, todas estas cosas con el propósito de mostrar una imagen que sea digna de ser aceptada. (Satanás es el padre de la mentira y es lo que le permite que los hombres acepten sus enseñanzas)

Y por esto después de pecar en el paraíso, Adán y Eva comenzaron a imitar a Satanás y se cocieron delantales para taparse, pues no se aceptaron asimismos, y desde allí comenzó el hombre a mostrar una imagen diferente de lo que es en realidad.

Esa es una de las razones por las cuales nos volvemos expertos en las disculpas y en la justificación de nuestros pecados. Y además, es también la razón por la cual luchamos por tener una imagen física que también sea aceptada y valorada. (Físico, vestido, posición, etc)

Y lo que Dios pretende al perdonar nuestros pecados y al anunciarnos que a pesar de ser bien malos, él de todos modos nos ama y nos acepta como lo hace con su hijo Jesús, es para que bajemos las defensas, para que quitemos la barrera, pues no necesitamos ser de tal o cual manera para ser amados, cuidados, protegidos y bendecidos por Dios.

No tenemos que fingir ser buenos para recibir el amor de Dios. Pues él asegura que aún así, llenos de maldad, de todos modos ha decidido perdonarnos, aceptarnos y amarnos.

El resultado de quién entiende este perdón y esta aceptación, es que cuando sea interrogado por Dios responderá con honestidad. Pero quién no entiende este perdón y aceptación, seguirá colocando la barrera de la hipocresía, la mentira y la justificación, y esto impedirá la renovación de su conciencia y por supuesto disfrutar de la bendición de Dios.

En cierta ocasión Jesús dijo a sus discípulos que debían; primeramente guardarse de la levadura de los fariseos que es la hipocresía. Y al decir que la hipocresía es como una levadura, está dando a entender que es algo que crece cada vez más y contamina todo, y por eso es que vienen las disculpas, la justificación, la mentira, la corrupción, maldad, etc.

Por esto no hay duda que para poder renovar nuestra conciencia debemos ser honestos y veraces respecto de todas las cosas, especialmente respecto de nuestros pecados. La escritura lo dice:

Efesios 4:25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.

Imaginemos un mundo, donde no se conociera la mentira, donde a cada pregunta siempre se respondiera con la absoluta verdad. Si el mundo fuera así, nadie podría aprovecharse de los demás, nadie podría estafar, nadie podría vender alimentos dañinos para el cuerpo, nadie sería infiel… Porque todo el que hiciera algo malo, sabría con absoluta certeza que los demás se enterarían.

En un mundo como el actual esto sería una locura… Pero esto que es locura en el mundo tiene que ser aplicado en nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos en la fe, porque Dios espera que tú y yo sintiéndonos completamente aceptados y amados por él, reconozcamos con facilidad que hemos pecado cuando él nos diga que hemos pecado.

Déjame insistir en esto. Dios nos ama a pesar de ser pecadores, ya nos ha perdonado, nos acepta de manera incondicional, de tal manera que un pecado más o un pecado menos no hará que Dios nos ame más o nos ame menos… Por esta razón, no tenemos que aparentar nada con Dios. Además ya Dios lo sabe todo, por lo tanto es tonto de nuestra parte esconder la verdad…

Pero ojo, la necesidad de reconocer nuestros pecados no es para Dios, pues como acabo de mencionar Dios sabe a la perfección hasta los pecados que vamos a cometer.

Somos nosotros los que necesitamos reconocer nuestros pecados, y Dios espera que libres del temor al castigo y sin el temor de no ser aceptados, lo hagamos. Porque si no lo hacemos, el proceso de renovación de la conciencia se detiene, y peor aún la conciencia puede corromperse aún más.

Ya teniendo esta buena actitud de reconocer con honestidad que somos pecadores entonces Dios continúa… Denunciando nuestro pecado.

Esta denuncia del pecado tiene íntima relación con los principios, los mandatos, y la voluntad de Dios. Ya mencioné que no es correcto que nosotros nos juzguemos a nosotros mismos, lo correcto es que dejemos que la palabra de Dios, es decir Dios mismo, sea el que nos diga si estamos pecando o no.

Y cuando Dios haga eso, cuando Dios a través de su palabra nos muestre en qué cosas estamos fallando, hay que cuidar nuestra actitud, para que esta bendición de recibir la verdad produzca bendición en nuestra vida.

Si usted está armando su carro pues le dio por ser mecánico, o está armando la máquina de coser pues le dio por limpiarla, y no le funciona porque la está armando mal: ¿Qué haría usted con una persona que se acerca y le dice que esa pieza va de esta manera y no como está colocada?

Por supuesto la primera pregunta podría ser: ¿Y éste como sabe? Esa pregunta obviamente no la debemos hacer cuando Dios nos está mostrando lo que está mal en nuestra vida. Porque él es Dios.

Supongamos usted le cree a esta persona, coloca la pieza como él le dice y el auto o la máquina funciona a la perfección: ¿Qué le diría usted a esta persona?

Lo correcto en esta situación es que en primer lugar usted debe alegrarse de que le están mostrando su error, y por lo tanto debe agradecer que le hayan dicho la verdad. Pregunto: ¿Se ofendería usted porque otro sabe más que usted? Sería absurdo verdad.

Pero: ¿Es así como estamos recibiendo la palabra de Dios que muestra nuestro pecado. Pecado que no nos deja funcionar bien, pecados que aunque nos está dando cierta felicidad, es mas la felicidad que nos está quitando?

¿Estamos agradeciendo a Dios por esos mensajes que escuchamos que nos muestran nuestro pecado, o por esas lecturas que hacemos? Por qué lo correcto es que digamos: “Gracias Dios porque puedo ver mi pecado”

Cuándo no tenemos buena actitud dejamos que la necedad y el orgullo tomen el control, y entonces nos ofendemos, nos sentimos molestos porque nos está mostrando; que robamos a Dios, o que somos incrédulos, o que somos rebeldes o desagradecidos o sinvergüenzas…

Por esto es que debemos cuidar nuestra actitud. Y para esto nos ayuda no olvidar que estamos completamente aceptados por Dios, porque recibir la verdad no siempre es agradable, pero es necesario. En el libro de Eclesiastés podemos leer:

Eclesiastés 12:11 Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.

No es amor que siendo pecadores, que estando haciendo las cosas mal, no nos digan cuál es nuestro pecado, no es amor qué no nos muestren cuál es nuestro error para que sigamos perdiendo bendiciones.

Algunos torciendo completamente el significado de la unción, enseñan que cuando una persona habla con unción, a la gente le fascina el mensaje y entonces las iglesias se llenan porque este tipo es un ungido de Dios.

Sin embargo cuando en la escritura vemos a Jesús o a algunos hombres de Dios hablando con unción, los resultados pueden ser muy variados. Desde un amor muy grande por apreciar la revelación que muestra el pecado, hasta crujir los dientes y asesinar al predicador porque está diciendo la verdad que no quieren reconocer.

Es por esto que nuestra reacción al mensaje de Dios que muestra nuestro pecado, dependerá de si queremos dejarlo o no queremos dejarlo. Y en el caso de qué no queramos dejarlo, por favor no comencemos a decir que el predicador está equivocado, que la Biblia no dice eso, que está malinterpretado, etc.

Sino simplemente reconozcamos que no queremos dejarlo… Claro que no está bien no querer dejarlo, pero es muchísimo peor decir que no es pecado lo que estamos haciendo, por qué eso en lugar de renovar nuestra conciencia la corrompe más…

Pero hay otro asunto que debemos tener en cuenta, y es que cuando el Espíritu Santo nos muestra nuestros pecados lo hace para motivarnos a renunciar a ellos, para vivir una mejor vida y una mejor eternidad… Pero también Satanas puede hacer énfasis en nuestros pecados, pero con la intención de desanimarnos… Haciéndonos creer que somos muy malos, que no servimos para nada, y que más bien deberíamos como Judas, ir y ahorcarnos.

Es por eso que uno de los nombres que recibe Satanás es el acusador. Y él puede hacer esto aún cuando andamos bien con Dios, cuando estamos en su presencia. La escritura nos cuenta:

Zacarías 3:1 al 2 Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. 2Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio

Cuando eso ocurra debemos saber que Dios está de nuestro lado, y no perder de vista que él nos ha perdonado y aceptado por completo, y por lo tanto no debemos dejar que Satanás nos engañe. Y si, ciertamente somos muy pecadores, pero gracias a la dirección y el poder de Dios podemos hacer la voluntad de Dios.

También es importante que aprendamos a reconocer la clase de dolor que sentimos cuando nos muestran nuestro pecado. ¿A qué me refiero? A que la escritura dice:

2 Corintios 7:10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte

Que hay un dolor que sale de la carne que es motivado por el orgullo, el cual produce muerte espiritual. Y hay un dolor que sale del espíritu, que es producido por la conciencia de haber ofendido a Dios que nos ama. Ese dolor que sentimos de haberlo ofendido a Dios, nos ayuda a poner más cuidado para no caer más en pecado.

El tercer paso para limpiar nuestra conciencia se llama obediencia.

La obediencia como hemos visto muchas veces es una manifestación de la confianza en Dios. Y aunque ciertamente podemos obedecer con el poder de Dios… De todos modos la responsabilidad de obedecer es nuestra. Claro; con su poder. Pero nosotros debemos tomar la decisión. Por eso el apóstol escribió:

Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

Y si miramos el contexto de esta frase, notaremos que está hablando de situaciones o muy agradables o extremadamente difíciles. Y dice que en ambos casos de todos modos tiene el poder de hacer lo correcto, para lo cual es necesario no dejarse sobornar por las cosas agradables, ni dejarse asustar por las cosas dolorosas.

Y para que no hubiera dudas acerca de la posibilidad de obedecer a pie la letra también aseguró:

1 Corintios 10:13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

Estas promesas del Nuevo Pacto aseguran que cualquiera de sus hijos puede obedecer a Dios desde el momento en que entiende que está fallando.

Dios nos ama, nos ha perdonado, nos acepta por completo, nos dice cuál es nuestro pecado, y luego nos fortalece para que le hagamos caso, desde el momento en que entendemos que estamos pecando.

Esto último es muy importante. Eso quiere decir que esos arreglos con Dios en los cuales le decimos: “Señor dame un tiempito para dejar el pecado” son arreglos pecaminosos que no podemos hacer con Dios, porque Dios no hace ese tipo de arreglos. Las palabras a la mujer Samaritana que fue cogida en adulterio fueron:

Juan 8:10–11 le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Pero Satanás ha engañado a algunos haciéndoles creer que no pueden dejar los pecados desde el momento en que Dios les muestra que algo es pecado. Y entonces piensan que necesitan un buen tiempo, y ese buen tiempo se convierte en años, y el corazón se endurece, y al final la conciencia se corrompe más, y terminan pensando que eso que era pecado, ya no es pecado…

Pero ninguna parte de la escritura enseña eso. La renovación de la conciencia si es un proceso, pero en la medida que Dios va mostrando que algo es pecado, ese es el momento de dejarlo.

Usted está haciendo algo y siempre se machuca un dedo porque no lo está haciendo bien… Un día le muestran cómo hacerlo sin machucarse el dedo… Y no me imagino que usted diga; bueno pero yo me voy a seguir machucando el dedo por un tiempo mientras que decido hacerlo de manera correcta… !Verdad que no!

Pero déjeme explicarles algo que es muy importante que lo tengan claro. Supongamos que alguien le hace a usted algo que lo hiere. Producto de eso usted le coge rabia a esta persona, pero como Cristiano entiende que debe tratarla de buena manera, y lo hace, trata de buena manera a esta persona, pero todavía sigue sintiendo ganas de ahorcarla…

Y entonces usted piensa que aunque quiere dejar su pecado, es decir de sentir rabia contra esta persona, no lo ha logrado todavía… Lo cual le hace dudar de que tenga poder para dejar el pecado.

Lo mismo puede pasar con aquel que desea la mujer de su prójimo, o con aquel que desea los bienes de su prójimo, es decir no hacen lo incorrecto, pero siguen pensando y siguen sintiendo esos malos deseos.

La aclaración que hay que hacer respecto de esto es la siguiente: Cuando Jesús habló de la siguiente manera:

Mateo 5:21 al 22 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.

El Señor Jesús está aclarando para aquellos que estaban convencidos de estar cumpliendo la ley del viejo pacto, que la exigencia de Dios para poder ser salvos por medio de la ley, no era simplemente no matar, sino que Dios exigía que no hubiera odio o rencor en el corazón, por qué si habia alguno de estos malos sentimientos sería suficiente para mandarlos al infierno. Pero eso es bajo la ley.

La pregunta es: ¿Es eso cierto para nosotros en este tiempo bajo el Nuevo Pacto? Si eso fuera cierto para nosotros en este tiempo todos estaríamos condenados por practicar el pecado. Pero no es cierto gracias a que ya hemos sido perdonados y aceptados. Sin embargo esa exigencia sigue siendo cierta para todos aquellos que no crean en Jesús como su Señor y su Salvador, y que pretendan salvarse por medio de las obras.

Pero para nosotros como cristianos, que hemos ido salvados por la fe, las reglas son diferentes según lo explica el Señor a través del apóstol Santiago en su carta, diciendo lo siguiente:

Santiago 1:13 al 14 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Aclarando que Dios no es el culpable de nuestras tentaciones; algunos piensan de esa manera porque la situaciones los llevan a pecar, y reconociendo que Dios es soberano dicen; “el puso esa situación eso me llevó a pecar él tiene la culpa”.

No, dice el apóstol. Somos tentados porqué hay en nosotros algo llamado concupiscencia. Y esa concupiscencia son esos malos pensamientos y esos malos sentimientos que frente a ciertas situaciones pueden llevarnos a cometer pecado.

En esto hay una gran diferencia con el viejo pacto. Bajo el viejo pacto esos sentimientos hacían culpable a la persona y por lo tanto merecedora de la condenación eterna. Bajo el Nuevo Pacto aunque esos malos sentimientos, no hay duda que son malos. No se habla de ellos como pecado, es decir no se nos culpa por tener esos malos sentimientos, y por eso los llama “concupiscencia”

Y cuando digo que esos sentimientos o pensamientos no son buenos, es porque eso que sentimos frente a ciertas situaciones es lo que produce la tentación.

Como en el ejemplo que di, ese sentimiento de rencor se alborota cada vez que ve a la persona que le ofendió. La trata normal, no le hace mala cara o hace el esfuerzo de no hacerle mala cara, pero sigue sintiendo rencor y rechazo.

Ese deseo de hacer algo incorrecto es llamado tentación. Y la tentación producida por esos malos sentimientos, según este pasaje no nos es tomada como pecado. La escritura continúa diciendo:

Santiago 1:15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado…

Y explica que ese deseo de hacer lo malo no es pecado, pero se convierte en pecado cuando tomamos la decisión de hacer eso malo que sentimos.

La persona codiciosa ve la oportunidad de robarse algo y toma la decisión de robárselo… Pero aparece el dueño y no logra robárselo. Esta persona ya cayó en pecado, porque tomó la decisión de hacer lo que sus malos sentimientos o concupiscencia le dictaban.

Déjeme repetir por qué esto es muy importante: El deseo pecaminoso que para aquellos que no han conocido de Jesucristo los va a mandar al infierno. En nosotros ya ha sido perdonado, aunque ese deseo permanece en nosotros, pero si nosotros tomamos la decisión de hacer caso a ese deseo pecaminoso, alli si estamos cometiendo pecado. Y el texto continúa diciendo:

Santiago 1:15 y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

Lo cual quiere decir que al realizar la acción pecaminosa estamos produciendo muerte.

¿Y qué es muerte? Esta muerte a la que se refiere es el fortalecimiento de ese mal deseo. Si la codicia le llevó a robar, el robo hecho aumenta la codicia. Si la complacencia carnal le llevo a adulterar, el adulterio aumenta el poder de la complacencia, si la falta de confianza le llevó a no ser fiel financieramente, esa infidelidad aumenta la falta de confianza.

Y entonces como consecuencia de esa muerte, cada vez será… No más difícil dejar el pecado, sino mas doloroso.

Siempre podemos dejar el pecado en el momento en que entendemos que es pecado, si tomamos la decisión de dejarlo confiando en el poder de Dios… Pero si continuamos cometiendo el pecado produciendo más muerte, es decir más apego al pecado… De todos modos en cualquier momento podemos tomar la decisión de dejarlo, y lo podemos dejar, pero mas nos dolerá dejarlo.

Una persona comienza a emborracharse todos los días y al final de la semana decide no emborracharse más… Con el poder de Dios puede hacerlo no hay duda. Pero no le dolerá igual que una persona que lleva 10 años tomando y decide dejar de tomar. También podrá dejar de tomar gracias al poder de Dios, pero le dolerá muchísimo más porque está más acostumbrado al pecado, es decir más muerte hay en el. Y así sucede con todos los pecados.

Debemos tener claro que es muy diferente no poder, a que al hacerlo se produzca dolor. Dejar el pecado duele pero se puede dejar. Por eso es que la escritura dice:

Romanos 8:17 herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

2 Timoteo 2:12 Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará.

No hay ninguna duda de que Dios nos ha perdonado, no hay ninguna duda de que Dios nos ha dado el poder suficiente para dejar de pecar, pero el dolor que se produce en nuestra carne cuando nos despegamos del pecado, ese lo tenemos que sobrellevar, (Dios no prometió anestesia) y ese dolor que sentimos al dejar el pecado, entre más fuerte sea, más nos ayudará a pensarlo mejor la próxima vez, antes de volvernos a meter en el pecado.

Alguna vez escuché a alguien decir que no hay nada tan poderoso como el Espíritu de Dios que está en nosotros… Pero también no hay nada tan sensible como el. Dando a entender que cuando nos negamos a dejar el pecado, Dios respeta nuestra mala decisión, el no nos obliga, aunque si usa las malas consecuencias de nuestros pecados para convencernos de cambiar la decisión y dejar de pecar.

Pensando en esto venía a mi mente la película avatar donde el ejército tenía unos robots inmensos que eran gobernados por una persona que estaba adentro, y entonces los movimientos que la persona hacia en un pequeño recinto eran los que el gigantesco robot ejecutaba.

Con este ejemplo no estoy diciendo que el Espíritu Santo no tiene personalidad porque el Espíritu Santo es Dios. Lo que quiero decir es que contamos con el respaldo del Espíritu Santo, contamos con el poder de Dios para hacer lo correcto, y ese poder, como en el ejemplo de los robots va a comenzar a funcionar cuando el diminuto hombre que está dentro tome la decisión y comience a moverse.

El Espíritu Santo como poderoso gigante está en nosotros, pero es necesario que nosotros voluntariamente deseemos dejar de pecar, y deseemos vivir haciendo la voluntad de Dios. ¿Es ese nuestro deseo? Si ese es nuestro deseo podemos contar con el respaldo poderoso de Dios para realizarlo y por supuesto, dejar de pecar ya.

¿Y los deseos pecaminosos?

Si ustedes están poniendo atención, se habrán dado cuenta que hay un asunto por arreglar, y tiene que ver con esos deseos pecaminosos o concupiscencia, que sumados a las circunstancias son los que producen la tentación.

Pues lo que va pasar con esos malos deseos es que cada vez que obedecemos a Dios no haciendo caso a estos deseos, contrario a producirse muerte lo que se produce es vida, es decir los deseos cada vez van disminuyendo hasta que desaparecen. La escritura nos muestra este proceso en el siguiente pasaje de la carta del apóstol Pedro:

1 Pedro 1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;

Purificar el alma es sacar de ella todas aquellas malas actitudes que no deben estar, esta transformación se obtiene a través de la obediencia a la verdad, es decir a la voluntad de Dios, no cuentos, no a tradiciones, no a malas doctrinas. Esta obediencia debe hacerse en el poder del Espíritu Santo y el resultado final será que aprenderemos amar a todos de manera entrañable y con un corazón puro.

Hablando de este mismo tema el apóstol Pablo dice algo supremamente importante, que es necesario para cambiar nuestro comportamiento. Dice así:

Romanos 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

El cambio en nuestra manera de pensar se opera cuando aceptamos como verdadera la palabra de Dios. El problema que enfrentan algunos es que quieren cambiar su comportamiento sin cambiar su manera de pensar… esto o impide que puedan cambiar su comportamiento, o cambian su comportamiento por muy poco tiempo y vuelven a lo mismo.

¿Por qué? Porque es muy difícil hacer la voluntad de Dios pensando como un hijo del diablo.

Algunos enseñan que la clave está en ser llenos del Espíritu Santo, y piensan que ser llenos del espíritu Santo es el resultado de una sencilla oración, donde dicen: Dios mío lléname con tu Espíritu.

Pero si ponemos atención a las palabras de Jesús, el cual dijo:

Juan 6:63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

Entonces entenderemos que ser llenos del Espíritu Santo es en realidad ser llenos de la palabra de Dios.

Por esto mientras una persona piense como un hijo del diablo, aunque ore pidiendo ser lleno del Espíritu Santo seguirá pensando y actuando como un hijo del diablo.

Es por eso que es indispensable la renovación de nuestra mente, si no lo hacemos, pues obviamente será muy difícil dejar de pecar, cuando estoy recibiendo continuamente todo el veneno que el mundo me da, y no estoy yendo a la palabra de Dios para conocer sus promesas, sus métodos, y todo lo que tiene para nosotros… Porque como ya mencioné sí no estoy lleno de la palabra de Dios y no creo en ella, no podre ser lleno del Espíritu Santo, y entonces tampoco renovare mi conciencia y tampoco podré dejar el pecado.

Pero gracias a Dios hemos sido perdonados, aceptados y amados por Dios de manera incondicional, lo cual nos permite con toda sinceridad reconocer nuestros pecados al recibir su palabra, y de esta manera ir renovando nuestra conciencia para poder hacer la voluntad de Dios y que esos deseos pecaminosos vayan desapareciendo

Para orar déjeme repetir las mismas dos preguntas de la semana pasada: ¿Qué tan firme es tu decisión de aceptar todo lo que pasa, como lo mejor para tu vida? Y ¿Qué tan firme es tu decisión de hacer sólo la voluntad de Dios en medio de estas situaciones?

Gracias Dios por todo lo que nos has dado…

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