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EL PADRE DE LA FÉ – PARTE 2

I. INTRODUCCIÓN

Tozudo, obstinado, terco, necio son algunas de las palabras que describen lo difícil que es para algunas personas aceptar su equivocación y por lo tanto cambiar su manera de pensar. (Algunos dirán yo no soy terco lo que pasa es que siempre tengo la razón. Otros dicen es que usted no me entiende. Otros dicen es que no sé como explicarme. Otros insisten en que es lo que sienten… Y de una u otra manera se niegan a reconocer y por lo tanto a cambiar.

Sin embargo creo que esas palabras no son capaces de describir la obstinación tan grande de los seres humanos de no reconocer, no querer aceptar y no cambiar su concepto respecto del amor de Dios. Lo cual es supremamente serio porque nuestra vida, aún nuestra eternidad depende de qué entendamos y creamos en el amor de Dios.

Es por esta razón que uno de los textos que me parece supremamente importante, que a veces es de los primeros que nos comparten cuando nos acercamos a Dios es el siguiente:

Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Creo que es muy difícil cuantificar el valor de estas palabras, pero lo cierto es que los cristianos debemos memorizarlo para que en cualquier momento, frente a cualquier difícil situación nos repitamos… “Dios me ama tanto a pesar de ser un miserable pecador que fue capaz de ir a la cruz a morir por mí para salvarme.”

Y si fue capaz de hacer eso por nosotros siendo terriblemente malos, es decir no mereciendo ser amados… Entonces no hay duda que podemos esperar de Él lo mejor para nosotros. Porque eso es lo qué precisamente dice este otro texto:

Romanos 8:32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

Si Dios padre entregó a su hijo por cada uno de nosotros, será que si realmente necesitamos algo Dios nos lo negara… Sería completamente absurdo que después de hacernos tan invaluable regalo, hiciera o dejara de hacer algo que necesitamos para así dañarnos o hacernos sufrir inútilmente.

Por esto lo correcto es que los hombres creamos que Dios nos ama de una manera que no logramos imaginar, para que entendiendo el amor de Dios, nos dejemos amar por Dios…. Por qué la triste realidad es que muchas veces no nos dejamos amar, porque no entendemos el amor de Dios, y no lo entendemos por varias razones.

Una de ellas es que evaluamos el amor de Dios de la misma manera que evaluamos el amor de los hombres, y como resultado de esta mala comparación terminamos pensando que Dios no nos ama, cuando la realidad es que somos los hombres los qué no sabemos amar verdaderamente. (Hacemos muchas cosas disque por amor y a la final terminamos haciendo daño por no creerle a Dios)

Otra razón que es también muy importante, es que como dice el texto los hombres somos pecadores… Pero nuevamente por evaluarnos de acuerdo a la justicia de los hombres no creemos ser pecadores, no al menos en la dimensión en que la escritura lo dice que somos.

Y como resultado de no reconocer lo malos que somos, creemos merecer muchas cosas que al no recibirlas, al final terminamos culpando a Dios (Directa o indirectamente) y concluyendo que no estamos recibiendo el amor que merecemos.

Es como si usted despidiera a un empleado porque es un pésimo trabajador, de lo peor, pero él piensa que es una maravilla… ¿Cuál será el resultado? Que el pensará que se está cometiendo una gran injusticia, porque en lugar de ser despedido lo han debido ascender a gerente.

Pero contrario a pensar que Dios no ama a los hombres, la escritura insiste una y otra vez diciendo:

Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

“Porque de tal manera” es una expresión que está mostrando que el amor de Dios por todos los que están en el mundo es tan grande… Que entregó a su hijo, para salvar a hombres tan pecadores que jamás merecerían la salvación.

Por esta razón no hay duda que para poder comprender el amor de Dios tenemos que primero reconocer los pecadores que somos… Porque una cosa es amar a alguien que no es muy bueno… Y otra es amar a alguien que más malo es imposible encontrar.

Es como si dijéramos que ella lo ama aunque el de vez en cuando la insulta y golpea… Pero amarlo después de haber violado y asesinado a sus propias hijas… Eso es otra historia completamente diferente.

Por lo tanto una de las preguntas necesarias para entender el amor de Dios es: ¿Qué tanto reconocemos los pecadores que somos?

Alguien decía alguna vez que una cosa es decir “yo soy pecador” y sin embargo mantener una sonrisa en la cara… A que alguien diga “yo soy pecador” pero que al decirlo se duela en su corazón del daño que se hace así mismo y a los demás, además de dolerle el estar ofendiendo a Dios.

Por qué la respuesta, no según los hombres sino según Dios, es que somos tan pecadores que lo único que merecemos es ir al infierno y luego al lago de fuego para ser atormentados por toda la eternidad.

Pero es tal la obstinación de los hombres que por eso encontramos que hay religiones donde se niega el concepto del castigo eterno. Porque no creen que el hombre sea lo suficientemente malo como para merecer un castigo de esas dimensiones; qué es lo mismo a decir que un castigo eterno es exagerado para castigar a los hombres.

Sin embargo, y sobre todo viniendo de parte de Dios debemos entender que el tamaño del castigo nos debe dar una clara proporción de lo malos que somos. Y si el castigo es eterno entonces la gravedad del pecado es de proporciones eternas.

Sería injusto que un pecado de proporciones eternas recibiera un castigo de sólo un millón de años, como también sería injusto que una pequeñísima falta recibiera un castigo eterno.

¿Usted no le amputaría los brazos a su hijo porque le ensució las paredes? Siendo Dios justo cuando condena a alguien eternamente es porque la maldad es de proporciones eternas, de tal manera que recibe sólo lo justo. Además los castigos en el infierno según la escritura serán de diferente magnitud porque la maldad de los hombres es diferente… Pero el castigo, sí será eterno.

Pero como ya mencioné al no querer reconocer nuestra maldad en su verdadera dimensión, eso nos ocasiona problemas para entender el amor de Dios… Y según el texto cuando no creemos en el amor de Dios, que es igual a no creer en Dios eso pone en riesgo nuestra salvación.

Por qué: ¿cómo confiar en un Dios que creo que no me ama? Sin embargo, aunque no creamos en su amor, de todos modos Dios nos ama, y por eso él toma la iniciativa para que nos podamos acercar a él a pesar de ser pecadores.

Y es precisamente por ese amor de Dios a pesar de lo pecadores que somos, que Dios escoge a Abraham, a un hombre pecador para que se acerque a él y poder otorgarle para comenzar, el perdón de sus pecados, aunque el mismo Abraham no entendiera la importancia del perdón de Dios, pues él estaba ocupado en insistir con lo que creía necesitar, una tierra y una descendencia que poseyera la riquezas que estaba obteniendo.

¿Y cuál fue la condición de Dios para perdonar a un hombre que por su maldad merecía la condenación eterna?

Pues aquí nuevamente podemos ver el amor y la misericordia de Dios porque la condición para salvarse es supremamente fácil… Sólo hay que creerle a Dios.

Cuando digo solamente, quiero hacer énfasis en varias cosas. La primera es que esta condición colocada a Abraham es la misma condición colocada a todos los hombres, y es una condición supremamente fácil de cumplir, porque a los hombres nos sobra la fe. Tenemos tanta fe que somos capaces de confiar en los hombres incluidos nosotros mismos.

Y eso que sabemos que los hombres somos mentirosos, somos incumplidos, no tenemos el poder por encima de las circunstancias para cumplir lo que prometemos, y sin embargo, somos capaces de confiar hasta ciegamente en los hombres, lo cual demuestra que la fe que tenemos es enorme.

Y si nos preguntamos: ¿Quién es más digno de confianza Dios o los hombres? Obviamente la respuesta es que Dios. Y si Dios es más digno de confianza, quiere decir que es muchísimo, muchísimo más fácil confiar en Dios que en los hombres, y como en los hombres ya confiamos quiere decir que absolutamente cualquiera puede confiar ciegamente en Dios.

Por supuesto que me estoy refiriendo a los que quieren confiar en Dios. Para ellos con toda certeza podemos decir que la condición que Dios coloca de confiar en él no requiere el más mínimo esfuerzo.

Mientras que para los que no quieren confiar, para no confiar en Dios se requiere muchísimo esfuerzo y muchísimo trabajo para endurecerse y embrutecerse de tal manera que no vea la realidad, y les parezca razonable no confiar en él. Eso quiere decir que es muchísimo más fácil salvarse que condenarse. Y es precisamente lo que anuncia la escritura cuando dice:

Hechos de los Apóstoles 10:43 De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.

Cuando una persona cree en Jesucristo como su Señor y su Salvador recibe el perdón y por supuesto la salvación.

¿CONFIANDO EN QUE?

Lo segundo que debemos tener en cuenta, es que la confianza que Dios nos pide tener en el, es una confianza que tiene relación y debe ser probada respecto de algún asunto o algún objetivo.

Es decir; si yo le pregunto a usted que sí confía en mí y usted me dice que sí. Si después de esa pregunta y esa respuesta no pasa nada entre nosotros, no acordamos nada, ninguno hace ningún compromiso ni ninguna tarea: ¿Cómo sabemos si la confianza es real? No lo podemos saber.

Por eso cuando Dios dice que debemos confiar en él, se está refiriendo a que él tiene algo para nosotros y nosotros debemos confiar en que eso es cierto.

Por ejemplo: En el caso de Abraham podemos ver que cuando Dios lo llama en Ur de los caldeos, no tenemos constancia de qué fuera Abrahán el de la iniciativa para salir hacia la tierra prometida, sino que es jalado por su padre. Pero luego cuando su padre muere ahí si ya Abraham hace caso al llamado de Dios, y sale hacia la tierra prometida.

Luego por su falta de confianza abandona la tierra prometida para ir a Egipto, y vemos que a pesar de la falta de confianza en la provisión y protección de Dios, Dios lo protege y le provee pues lo enriquece aún mas, y lo regresa a la tierra prometida. Luego allí por causa de conflictos con Lot por fin Abraham se separa de él, y es cuando Dios vuelve y le dice:

Génesis 15:4 al 6 Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. 5Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.

Dios le dijo que iba a tener un hijo, eso que era algo fácil para cualquiera era imposible para Abraham, sin embargo Abraham creyó en lo que Dios le dijo que sucedería, y aunque no supo esperar de manera adecuada el cumplimiento de las promesas de Dios, de todos modos Abraham fue creyendo cada vez más a Dios, hasta que al final leemos que la confianza en las promesas de Dios cambió los objetivos en su vida.

Hagámonos la siguiente pregunta: ¿El conocimiento de las promesas de Dios ha cambiado los objetivos en nuestra vida… O seguimos igual con los mismos objetivos de antes de conocerlo?

En el caso de Abraham podemos leer en el libro de Hebreos, donde se hace un resumen de los hombres de la fe, entre los que está Abraham, me parece muy importante que allí no se nombran ninguna de las embarradas que estos hombres cometieron por su falta de fe, sino sólo se nombran aquellas que hicieron bien por qué le creyeron a Dios.

Me gusta eso porque es lo mismo que Dios hará con nosotros en su presencia. Sólo mencionara las cosas que hicimos bien porque le creímos y seremos premiados por ellas, mientras que todas las embarradas que cometimos por nuestra incredulidad, gracias a Dios estarán clavadas en la cruz y por lo tanto perdonadas y olvidadas. La escritura lo dice así:

Colosenses 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,

Pues bien en el caso de Abraham leemos:

Hebreos 11:9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa…

Abraham como buen judío estaba tremendamente apegado a las riquezas, igual como buen judío tenía como objetivo tener una gran descendencia que poseyera esas riquezas, pero lo que la escritura nos cuenta es que vivió como extranjero en la tierra que era de su propiedad. Y aclara que viviendo en tiendas es decir no construyó un castillo o una ciudad como lo hace aquel que piensa quedarse en ese lugar, sino que vivió en tiendas como si sólo estuviera de paso, como si la tierra no fuera suya aunque sí era de su propiedad.

Y por qué después de estar tan obsesionado con la tierra y con la tenencia de ella a través de su descendencia… ¿Por qué cambió sus objetivos y también su forma de vivir? El pasaje continúa diciendo:

Hebreos 11:10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

No sabemos cómo o en qué momento porque la escritura no nos lo cuenta, pero lo cierto es que Abraham terminó viviendo de esa manera, que era la voluntad de Dios porque esperaba terminar viviendo en la Jerusalén celestial.

En la escritura aparece más de 900 veces mencionada Jerusalén, pero la gran mayoría se refiere a la Jerusalén terrenal… Sin embargo Abrahán estaba esperando a la Jerusalén celestial de la cual nos habla muy claro el Nuevo Pacto.

Apocalipsis 21:2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Apocalipsis 21:10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,

Para mí es muy claro que el pacto con Abraham es el inicio del Nuevo Pacto, y por eso al igual que Abraham a pesar de todo lo que Dios le había dado en la tierra, tenía puestas sus esperanzas en la Jerusalén celestial.

La escritura dice lo mismo acerca de nosotros, pues aunque Dios promete darnos el sustento necesario para vivir, y aún otras muchas cosas más, es importantísimo que tengamos nuestra esperanza no en lo que tenemos en la tierra sino en lo que vendrá más adelante. La escritura dice:

1 Pedro 1:13 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado;

Nuestra esperanza está en todo lo que Dios nos dará el momento de encontrarnos con Jesús. Entre lo cual también está una nueva tierra con una completamente nueva forma de vivir en ella. Por eso leemos:

2 Pedro 3:13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

Lo que quiero que tengamos muy claro, es que no hay duda que no puede existir confianza en Dios, si no hay algo que estemos esperando de él. Porque si no esperamos nada, ni siquiera se requiere de la fe.

Y es por eso que una pregunta muy importante es: ¿Qué estamos esperando de Dios?

Porque sí tú crees en Jesucristo, y yo te pregunto en qué tienes fe, si tu fe es real tú me podrás decir; yo tengo fe en que el me ha prometido tal cosa y la va a cumplir. Pero si al preguntarte: ¿Qué esperas tú de Jesucristo? Tú no sabes qué responder, entonces: ¿Dónde está tu fe?

Por eso la pregunta importante es: ¿Qué es en lo que tu confías que Dios hará por ti?

Si en este momento les preguntara a cada uno, seguramente mencionarían esos tesoros en el cielo… Pero en nuestra vida diaria frente a las circunstancias de cada día tenemos claro lo ofrecido por Dios, o en esos momentos nuestra expectativa de lo que vamos a recibir de Dios es muy diferente.

La semana pasada vimos que el ofrecimiento de Dios es transformar nuestra vida, y la exhortación fue a creer que Dios si puede transformar nuestra vida, que si puede sacar el pecado en cada uno de nosotros para que podamos vivir una vida llenos del Espíritu Santo, que es igual a decir llenos de paz, de gozo, de paciencia, de bondad, de generosidad, del perdón y de todas esas cualidades contra las cuales no hay ley. Es decir que no le hacen daño a nadie sino todo lo contrario mucho bien.

Por qué ciertamente no hay nada tan valioso como experimentar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento… Es decir que sin importar las circunstancias se sigue experimentando…. O el gozo y el sumo gozo que también podemos experimentar independiente de las circunstancias.

O el amor de Dios en y/a través de nosotros para con otras personas. Es decir lo más valioso que podemos esperar es la transformación o el crecimiento del hombre interior… Que es similar a decir que la salvación se opere nuestra vida de una forma completa.

Si no esperamos estas cosas entonces tenemos que hacer una seria revisión de nuestro cristianismo porque estariamos bastante desenfocados… Pues la escritura dice:

1 Corintios 15:19 Si todo cuanto esperamos de Cristo se limita a esta vida, somos las personas más dignas de lástima.

Lo que el apóstol quiere que entendamos, es que habiendo unos ofrecimientos tan espectaculares para la eternidad, si nosotros no estamos pendientes de eso, y todo lo que esperamos es la ayuda de Dios para nuestra vida aquí en la tierra, entonces somos unos pobres miserables que estamos menos preciando una riqueza de una grandeza inimaginable. (Una herencia incorruptible inmarchitable e inmarcesible)

Pero también es cierto que tener la esperanza en los tesoros celestiales, no quiere decir que mientras estemos en la tierra no podemos desear otras cosas, como las que deseaba Abraham… El problema es que sólo deseemos las cosas de este mundo ignorando las eternas.

Respecto de esos deseos y esas cosas que esperamos de Dios algunos dirán…”Yo sé que Dios me va a proveer las cosas necesarias para vivir. Otros dirán; yo se que Dios me va a proveer el hombre o la mujer que va a ser mi esposo o esposa. Otro dirá; yo sé que Dios me va a dar hijos. Otros dirán; yo sé que Dios va hacer que mi negocio funcione. Etc.”

Pregunto: ¿Está bien que un cristiano crea que Dios le va a dar ese tipo de cosas? La respuesta es sí. Pero hay que tener muchísima claridad respecto de dos cosas; la primera es que debemos asegurarnos que lo que creemos que vamos a recibir de Dios, sea algo que Dios realmente nos lo haya ofrecido. Me explico:

(A una mujer cuyo marido la abandonó le dijeron sus pastores que Dios lo traería de regreso… Y después de muchos años regresó, pero a pedir el divorcio. A otra con la misma situación de abandono Dios le dijo que regresaría y efectivamente así fue. Otras han creído que fulano va a ser su marido porque Dios se lo dijo, y resulta que el fulano se casó con otra… Tener absoluta certeza de lo que Dios nos ha prometido implica una serie de asuntos que no es el tema de hoy, pero es muy importante asegurarse que Dios realmente nos lo ha prometido.)

Después de que tengamos la absoluta certeza de lo que Dios realmente nos ha prometido, como en el caso de Abraham que Dios le prometió un hijo, el segundo aspecto que hay que tener en cuenta es:

¿Cuándo? ¿En dónde? ¿Con quién? ¿Por cuánto tiempo? Y entonces van a surgir una serie de preguntas que son muy difíciles de contestar, por esa razón, porque las cosas pueden ser diferentes para cada persona, porque los tiempos también pueden ser diferentes, es que Dios promete:

Romanos 8:28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Y esa promesa es maravillosa porque nos permite mantener nuestra confianza en Dios, a pesar de que las circunstancias no parezcan estarnos llevando al objetivo prometido por Dios. En el caso de Abraham ya vimos cómo a pesar de las circunstancias se mantuvo creyendo en que Dios cumpliría. La escritura nos cuenta:

Romanos 4:18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. 19Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

Todo parecía indicar que al pasar el tiempo el asunto sería cada vez mas difícil, sin embargo dice que Abraham siguió confiando en lo prometido por Dios.

Eso mismo tenemos que hacer nosotros, debemos mantenernos confiando en que Dios cumplirá lo prometido aunque todo parezca imposible. Pero ojo, recuerde que tiene que asegurarse que realmente fue Dios quien le prometió, y no que usted se la creyó, o que otro lo engaño torciendo su palabra, o cualquier otra cosa diferente a una verdadera promesa de Dios.

En el caso de Abraham por supuesto que al final Dios cumplió, pero también la escritura nos cuenta, y nos enseña qué hay que saber esperar de manera adecuada el cumplimiento de las promesas de Dios. ¿A qué me refiero? Lo podemos entender al revisar el siguiente texto:

Génesis 16:1-2 Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar. 2Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.

Hablando humanamente no tengo ni idea como se enfrento Abraham al ruego de su mujer; es decir no sé si le gustaba la esclava o no le gustaba, si se hizo rogar o si salió corriendo a cumplir la petición de su mujer, o cuánto tiempo tuvo que tener relaciones hasta que quedó embarazada, no lo sabemos.

Pero si revisamos en la escritura lo prometido por Dios, aunque ella no nos dice con nombre propio que el hijo prometido debía venir de la esposa de Abraham, sí creo que eso es lo que Abraham debía creer. Porque si se trataba de tener el hijo en otra mujer pues el asunto no necesitaba de fe, pues tener hijos en otra mujer seguramente más joven era relativamente fácil para Abraham.

Pero aunque Abraham debía tener claridad de que el hijo debía venir de su esposa, el problema comenzó por que en aquella época era aceptable que si una mujer no tenía hijos, esta mujer podía traer una esclava suya para que su esposo engendrará en ella, y cuando él hijo naciera era recibido en las rodillas de la esposa, y él hijo se tomaba como si fuera su propio hijo.

Es por eso que en el texto Sarai dice “quizá tendré hijos de ella” mostrando que el hijo se tomaría como si fuera de ella. ¿Pero era eso lo que Dios quería? ¿Era eso lo que Dios había prometido? La respuesta es no.

Y si la respuesta es no, quiere decir que Abraham no hizo lo correcto, pero: ¿Entendería que no estaba haciendo lo correcto? Es posible que no, es posible que haya sido engañado por evaluar mal las circunstancias y por hacer según las costumbres de su tiempo.

Pero lo que sí es claro, es que si la promesa era tener un hijo con su esposa, cuando al pasar el tiempo sin que el hijo llegara, buscar a la esclava para tener un hijo no era una muestra de confianza en lo prometido por Dios.

Sin embargo, aunque no fue lo correcto, él consiguió un hijo, y seguramente pensó porque así somos, que era el hijo prometido por Dios.

Y entonces la pregunta para nosotros es: ¿Cómo estamos esperando lo que esperamos recibir de Dios?

Entendiendo el error que cometió Abraham al no confiar en Dios, podemos evaluar cómo estamos nosotros esperando el cumplimiento de las promesas de Dios. La escritura dice lo siguiente respecto de esto:

Hebreos 6:10–12 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Éstos hombres estaban en obediencia haciendo la voluntad de Dios lo cual es una muestra de qué estaban esperando de manera correcta.… Y el apóstol les dice que deben mantener esa misma solicitud hasta el fin como una muestra de su fe y de la esperanza que tienen… Porque si no es de esta manera, si no siguen obedeciendo con solicitud entonces se van a volver perezosos, van a dejar de hacer lo correcto, y no van a heredar las promesas.

Hago una importantísima aclaración. Las promesas del nuevo pacto la gran mayoría son incondicionales… Pero hay otras condicionales y hay promesas personales que también son condicionales en las cuales se requiere fe, es decir obediencia por fe para recibirlas.

Ahora: Frente a las muchas responsabilidades, objetivos o esperanzas que tenemos, sabemos que el mundo actúa de una forma y nosotros los cristianos de otra muy diferente, de manera que podemos escoger vivir confiando en Dios y siguiendo sus instrucciones, o confiando en el mundo y haciendo las cosas a nuestra manera.

Supongamos que Dios le prometió darle una familia. ¿Está usted esperando esta familia con fe en Dios o la está esperando con fe en usted?

Dios le prometió darle una carrera. Pero: ¿Está usted esperando terminar esa carrera con fe en Dios o con fe en usted?

Dios le prometió darle un buen negocio. ¿Está usted esperando realizar ese negocio con fe en Dios o con fe en usted?

¿Y cuál es la diferencia entre esperar con fe en Dios o con fe en nosotros mismos? Muy sencillo: Cuándo estamos esperando con fe en nosotros mismos hacemos las cosas como la gente las hace. Cómo hizo Abraham con la esclava, como el mundo enseña, como la experiencia enseña, como la lógica humana enseña, etc.

Pero cuando esperamos lo prometido confiando en Dios, entonces lo vamos a hacer sin apartarnos de sus principios ni de sus instrucciones, es decir; esperamos en obediencia.

Es importante tener esto claro, porque cuando decidimos hacer lo correcto también va a aparecer la persecución… ¿A qué me refiero?

El apóstol Pablo mucho tiempo después analiza el caso de Abraham y nos enseña:

Gálatas 4:21 al 23 Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? 22Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.

La historia de Abraham continúa, seguramente el pensó que ya tenía el hijo prometido hasta que un día su mujer quedó embarazada, entonces él entendió que el que tenía, el que había obtenido por su esfuerzo en la carne, por su falta de confianza en Dios no era el hijo prometido. Continua la escritura:

Gálatas 4:24-26 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.

Agar representa la ley, el esfuerzo personal, la esclavitud, mientras que Sarai la esposa de Abraham representa la gracia, el regalo de Dios, las promesas que Dios nos hace.

Igual ocurre con Jerusalén. Está la Jerusalén terrenal que representa el esfuerzo en la carne pero está la Jerusalén celestial que representa las promesas de Dios que obtedremos por fe.

Usando como ejemplo la vida de Abraham, lo que el apóstol nos enseña que hay dos clases de vida, la vida que viven los hombres confiando en su propio poder lo cual es una vida de esclavitud, y la vida que viven los hombres confiando en las promesas de Dios, lo cual resulta en una vida de descanso y de libertad.

Porque una cosa es que hagamos las cosas a nuestra manera, infringiendo los principios de Dios, y además tratando de convencernos de que las cosas van a salir bien… Y cierta mente por un tiempo pueden salir bien, pero al final no.

Pero otra cosa muy diferente es que confiemos en Dios y sigamos sus instrucciones… Cuando esto hacemos no tenemos que convencernos que el asunto va a salir bien, porque va a salir bien porque Dios así lo ha prometido.

Pero el apóstol Pablo continúa diciendo:

Gálatas 4:28-29 Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.

Pues resulta que cuando Isaac nace, Ismael trata de hacerle la vida imposible. Ismael representa lo que conseguimos en la carne mientras Isaac representa el cumplimiento de la promesa de Dios, es decir lo que conseguimos por fe.

Y el apóstol está diciendo que ahora, en nosotros, está ocurriendo una persecución: ¿Cuál es?

Sabemos que debemos vivir es por fe, en el Espíritu haciendo la voluntad de Dios, pero la carne nos persigue. Y: ¿Qué es la carne? La carne podemos definirla como la confianza en nosotros mismos, como si la experiencia o el uso de nuestras habilidades y recursos asegurarán el éxito… de tal manera que no seguimos las instrucciones de Dios sino las que el mundo nos da.

Supongamos que usted ha sido comerciante toda la vida de acuerdo las enseñanzas del mundo, pero un día conoce el Señor… ¿Cree que debe haber cambios en su vida? Por supuesto que sí.

Supongamos que usted como hombre o mujer ha sido muy hábil en relacionarse con el sexo opuesto de acuerdo a las enseñanzas y estrategias del mundo, pero un día conoce al Señor… ¿Cree que debe haber cambios en su vida? Por supuesto que sí.

Y qué pasa cuando usted toma la determinación de hacer las cosas como Dios dice? Que la carne nos persigue tratando de que no sigamos las instrucciones de Dios, sino que sigamos haciendo como siempre hemos hecho.

Es tan absurda o tan despiadada esta persecución de la carne, que aún personas que viven muy mal insisten en seguir viviendo de acuerdo a sus mismos parámetros, y digo que es absurda porque si les está yendo mal; ¿porque insisten?

Pero el poder de la carne no sólo está en creer que podemos hacer muchas cosas por nuestro propio esfuerzo, la carne también nos controla trayendo a la memoria nuestros fracasos y haciéndonos creer… Que no servimos para nada, que no somos capaces, que no lo vamos a lograr, que los que nos criticaron tienen razón y muchas cosas más, que nos desaniman para seguir esperando mientras hacemos la voluntad de Dios.

Y cuando nos desanimamos de seguir esperando mientras hacemos la voluntad de Dios, entonces la carne comienza a arrastrarnos a una serie de pecados cada vez más graves, por ejemplo:

Gálatas 5:19-21 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Contrario a todas estas cosas la escritura nos hace otra lista de lo que viven las personas que están viviendo por fe:

Gálatas 5:22 al 23 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Alguien me dijo hace muchos años hablando del fruto del Espíritu Santo, que uno no veía a un árbol de naranjas haciendo fuerza para que salieran las naranjas, sino que era algo que salía naturalmente gracias a la naturaleza del árbol…

El fruto del Espíritu lo debemos experimentar los que tenemos el Espíritu de Dios en nuestra vida, los auténticos cristianos, los que hemos nacido de nuevo, los que ya hemos recibido la salvación… El problema es que en lugar de depositar nuestra fe en las promesas de Dios, seguimos confiando en lo que la carne dice y eso no nos deja experimentar el fruto del Espíritu.

Por lo tanto si no estamos experimentando el fruto del Espíritu entonces la carne no sólo nos persigue, la carne ya nos alcanzó y nos tiene dominados. Y la razón es; Porque insistimos en confiar en lo que la carne nos dice y no en lo que Dios nos dice.

Una recomendación… Cuando evaluemos si experimentamos el fruto del Espíritu Santo, esta evaluación no es muy válida cuando la hacemos en tiempos de calma, de prosperidad material, donde nuestra salud está muy bien, cuando nuestros hijos se portan como santos… Porque cuando estamos viviendo en esos buenos tiempos según el mundo, pues ni necesitamos el Espíritu Santo para sentirnos tranquilos.

Una evaluación válida es cuando tenemos conflictos, cuando no nos creen, cuando nos atacan, cuando nos enfermamos, cuando las situaciones están complicadas. Allí si es el momento de evaluar si estamos experimentando el fruto del Espíritu Santo, esa paz que sobrepasa todo entendimiento, ese gozo independiente de las circunstancias…

Hay otra lista en la escritura, que parece ser dada para aquellos que anda mal pero creen que estar bien.

En esta lista los pecados que se nombran no son tan feos como en la primera, pero tal vez por eso sean más graves porque como no parecen ser pecados feos algunos pueden asumir que están viviendo en el Espíritu. Leámosla y evaluemos como andamos…

Santiago 3:13 al 18 Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da….

14Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están faltando a la verdad….

15Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo. 16Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad;

17pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. 18Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.

¿Qué debemos hacer sino estamos viviendo de acuerdo a lo que la escritura enseña que es la vida en el Espíritu?

Gálatas 4:30 Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.

Y efectivamente Abraham tuvo que echar a la esclava y a su hijo para poder disfrutar del hijo de la promesa. (Pero hasta el día de hoy los descendientes de Ismael persiguen a los descendientes de Isaac) y esto mismo nos lo recuerda el apóstol cuando dice:

Gálatas 6:8 al 10 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. 9No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 10Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

Pero: ¿Cómo es posible esto? Afirmando nuestra fe. Confesando y creyendo en las promesas de Dios.

Creyendo en la promesa de que todas las cosas ayudan a bien de acuerdo al propósito que Dios tiene con nosotros.

No dudando de su soberanía, es decir no perdiendo de vista que Dios tiene el control y está haciendo las cosas a nuestro alrededor sólo para bendecirnos.

Que no creo que lo más importante de todo es no dudando de su amor… Especialmente cuando somos tratados de manera dolorosa… En pocas palabras creyendo verdaderamente en Dios y sus promesas.

¿Sabías qué?

La iglesia es una entidad sin ánimo de lucro, por esta razón para funcionar dependemos primeramente de Dios, y de las ofrendas, donaciones o contribuciones que sus miembros, amigos o simpatizantes quieran hacer, lo cual, si Dios lo coloca en tu corazón puedes hacer a través de las siguientes opciones.

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