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¿CONFIAMOS EN DIOS? – PARTE 1

I. INTRODUCCIÓN

Cuando vamos a la escritura tenemos que tener muy en cuenta que no es como leer un libro cualquiera, sino que necesitamos de cierta actitud para poder entenderla adecuadamente, llegando a comprender verdades profundas que son necesarias para vivir una auténtica vida cristiana.

A lo que realmente me estoy refiriendo es que absolutamente nadie puede entender la escritura, si no tiene la actitud necesaria para que el Espíritu Santo se la revele. Esto es muy claro en el siguiente pasaje:

1 Corintios 12:3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.

Cuando una persona tiene el Espíritu de Dios en su vida, la revelación de Dios es tan clara que jamás podrá decir que Jesús es un anatema, que significa maldecido por Dios. Y por la misma razón es que absolutamente nadie puede reconocer que Jesús es el Señor, si el Espíritu Santo no se lo ha mostrado. Y esto mismo pasa con la comprensión de la escritura, pues la escritura dice:

1 Corintios 2:9–10 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.

Lo cual quiere decir que no importa lo estudiosa que sea una persona, lo inteligente que sea, o cuánto tiempo dedique al estudio de la escritura, si el Espíritu Santo no le muestra las verdades allí contenidas, entonces esta persona solamente se quedará con la letra muerta o la letra que mata.

Y lo mismo puede suceder cuando compartimos el evangelio, cuando compartimos las enseñanzas de Dios a los demás, pues si el Espíritu Santo no es quien nos habla, y habla al corazón de estas personas entonces también sólo nos quedaremos con la letra muerta.

Es por esto que el apóstol Pablo reconocía, que por nuestros méritos, o nuestro esfuerzo, o nuestra sabiduría, no eran suficientes para compartír las verdades de Dios, y por eso escribió:

2 Corintios 3:5–6 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.

Es evidente que las acciones de los hombres comienzan en la mente, y por eso para ser estos ministros competentes debemos reconocer que no tenemos ni siquiera la capacidad de pensar lo que es correcto, y por eso Dios en su misericordia es quien revela a nuestra vida los pensamientos adecuados… Y si no lo hiciera nuevamente nos quedamos solo con la letra que mata.

Este pasaje además aclara que la importancia del Nuevo Pacto no está en la letra… Si no en el Espíritu, porque la sola letra produce muerte, mientras que al que el Espíritu le revela su palabra el resultado es que será vivificado, que en realidad significa que experimentará la vida eterna.

Comenzando mi vida cristiana, a la segunda o tercera semana llegó un momento en que al leer la escritura no entendía absolutamente nada… Y estuve en esa condición cerca de tres días.

Seguramente hemos oído que más de uno nos dice que está leyendo la escritura pero que no entiende nada. La razón de esto es que para que el Espíritu Santo nos revele la verdad contenida en su palabra se requiere de dos condiciones básicas.

Una de ellas muy importante es que reconozcamos nuestra incapacidad para pensar, para entender, aún para obedecer la voluntad de Dios, de tal manera que reconociendo nuestra incapacidad Dios nos ayude. También el apóstol Pablo nos habla de esto cuando escribe:

2 Corintios 12:8-9 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

El poder de Dios se manifiesta en nuestras vidas cuando reconocemos nuestra incapacidad… Para pensar, para estudiar la escritura, para obedecer la voluntad de Dios… De tal manera que cuando decimos que no podemos, es cuando más podemos gracias al poder de Dios.

Y la otra actitud para poder recibir la revelación de la palabra de Dios por medio del Espíritu Santo… Es que estemos genuinamente dispuestos a hacer la voluntad de Dios.

Eso dicho de otra manera quiere decir que cuando leemos la escritura debemos estar sensibles a lo que el Espíritu Santo quiere que hagamos, porque cuando se recibe la palabra de Dios si no se tiene la disposición o el deseo de que Dios nos hable, eso traerá juicio a nuestra vida.

Parece un poco contradictorio lo que estoy diciendo, porque por un lado digo que es necesaria la disposición de querer hacer la voluntad de Dios para recibir la palabra, pero por otro estoy diciendo que cuando se recibe la palabra sin esa disposición, eso traerá juicio a nuestra vida.

Pero lo qué pasa es que a veces aunque las personas no estén dispuestas, Dios en su misericordia y de manera milagrosa les revela su palabra, para que ellos puedan acercarse a él y ser salvos…

En ese momento la persona puede acercarse a Dios o puede rechazar el mensaje que el Espíritu Santo le ha revelado. Cuando rechaza el mensaje la escritura dice que está cometiendo la blasfemia contra el Espíritu Santo.

El problema es que como ya mencioné, cuando rechazamos el mensaje, cuando no hacemos caso habiendo recibido la instrucción de Dios eso trae juicio a nuestra vida, las palabras de Jesús respecto de esto fueron:

Lucas 12:47–48 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. 48Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.

No es lo mismo hacer cosas en contra de la voluntad de Dios por ignorancia… Que no hacerlas después de haber recibido su palabra y haber entendido cuál es su voluntad, pues cuando con conocimiento de lo es correcto hacemos lo que está mal, el castigo o disciplina será mayor.

Esto no tiene nada de extraordinario, es decir; con los seres humanos respecto de las normas humanas hacemos lo mismo. No tratamos de la misma manera al hijo, al empleado o a cualquiera que por ignorancia comete un delito, que a aquel que teniendo pleno conocimiento decide cometer el delito. (Aunque lo que estamos viendo actualmente en la justicia del mundo no es eso, sino más bien impunidad que aumenta el delito.)

Pero Dios en su amor por nosotros, y para nuestra bendición nos trata de esa manera. Y un ejemplo de ese mayor castigo lo podemos ver en la escritura, cuando algunos creyentes menospreciando la importancia de la palabra recibida, tomaron la santa cena de manera inadecuada. El apóstol Pablo les explica:

1 Corintios 11:29–30 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.

Jesús dijo ser el pan de vida, y sabemos por la escritura que ese pan de vida es la palabra de Dios que produce vida eterna. En la Santa cena cuando se toma el pan, no sólo debemos aceptar el sacrificio de Jesucristo por nuestros pecados, también debemos aceptar que su cuerpo, el pan, representa la palabra que debemos recibir, para a través de ella examinar nuestra vida y hacer las correcciones necesarias.

Pero estos creyentes estaban cayendo en el pecado de la gula y la embriaguéis al tomar la santa cena, lo cual muestra que no entendían la importancia de la palabra dicha por el Señor, y por eso como disciplina había muchos enfermos y otros muchos habían muerto.

¿Quiere decir esto que hay ciertos pecados que traen como consecuencia de la muerte, no la muerte espiritual sino la muerte física. La respuesta es sí. El apóstol Juan habla de esto diciendo:

1 Juan 5:16 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.

Pero la escritura no sólo nos dice que no oremos por ciertas personas que han cometido ciertos pecados… También la escritura nos muestra como a veces hay que orar para que se mueran. La expresión que usa es; “el tal será entregado a Satanás”. Y no hay duda que esto suena muy fuerte, pero es necesario y creo que una de las razones es que una fruta podrida puede dañar a los demás.

En la escritura hay dos testimonios de esto, uno el Anas y Saphira que dieron una ofrenda en dinero y actuaron con hipocresía queriendo mostrar ser muy generosos… Y el hombre y su mujer murieron frente a la iglesia. Y el otro testimonio es el de un hombre que le había quitado la mujer a su padre… Y cuando el apóstol se enteró ordenó lo siguiente:

1 Corintios 5:4–5 En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.

No tengo conocimiento si estos que se habían muerto por causa de tomar la cena indignamente, se murieron porque alguno de los apóstoles oro para que sucediera… Pero lo cierto es que estaba ocurriendo, y para que no ocurriera eso el apóstol continúa diciendo:

1 Corintios 11:31–32 Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.

Lo correcto según el pasaje es que al recibir la palabra debemos examinarnos cómo estamos frente a lo que estamos escuchando. Éste examen puede llevarnos a decir; “gracias Dios porque ya entendí y ya estoy obedeciendo”… Pero también puede mostrarnos que no estamos haciendo lo correcto, y por lo tanto debemos con la ayuda de Dios arrepentirnos y cambiar.

En este pasaje me llama la atención que es el apóstol usa una repetición que pienso no hace falta, pues dice “Sí, pues ,nos examinásemos a nosotros mismos”.

En un buen español cuando decimos “si nos examinamos” ya está incluido que somos nosotros revisándonos a nosotros mismos, por lo tanto no hace falta decir “a nosotros mismos”. Sin embargo creo que lo dice para hacer énfasis en que el examen lo hace cada uno, no como ocurre en algunas iglesias o con algunos líderes cristianos, que son los que se la pasan examinando a los demás… Cayendo normalmente en malos juicios.

En otra ocasión el apóstol da la misma enseñanza para aquellos que lo estaban criticando.

2 Corintios 13:5 Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?

Esto muestra que nuestra responsabilidad es predicar la palabra que Dios nos manda, y la de los que nos escuchan es revisarse frente a esa palabra.

No es responsabilidad del que predica andarlos vigilando, mucho menos juzgándolos a ver cuál está haciendo o no lo correcto… Cosa diferente es que si los vemos haciendo algo mal por supuesto por amor buscamos corregir.

Y por esto, porque la relación con Dios es personal y el examen también es personal, es que el apóstol continúa diciendo:

1 Corintios 11:27–28 De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.

Tomar la santa cena de manera indigna no sólo tiene que ver con la forma, pues lo indigno es tomarla sin un genuino deseo de hacer la voluntad de Dios.

Por lo mismo, recibir la palabra de Dios sin un deseo genuino de hacer la voluntad de Dios también es pecado. Y para no ser disciplinado o castigado por esto, es que el apóstol vuelve e insiste que, cada uno debe probarse asimismo.

Con esta actitud correcta, la de reconocer nuestra incapacidad más el deseo de hacer la voluntad de Dios, quiero que revisemos el siguiente pasaje pidiéndole a Dios que con su Espíritu nos permita revisar nuestra vida, para que la letra que mata se convierta en nosotros en espíritu que vivifica.

Génesis 3:4 al 6 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

La pregunta es: ¿Cuál fue el pecado de Adán y Eva? Normalmente se habla de desobediencia, rebeldía, o de tener la misma actitud de soberbia y enaltecimiento que tuvo Satanás el cual los contagio, o de no aceptar cada uno el papel asignado por Dios, o aun el de haber dialogado con Satanás en lugar de haberlo hecho huir, etc.

Todo esto anterior tiene parte de verdad, sin embargo el verdadero problema que no se nombra, y qué es el pecado más grave de todos, fue la falta de fe o de confianza en Dios. Y cuando digo que es el más grave es porque éste pecado hace imposible que tengamos una buena relación con Dios. La escritura lo dice:

Hebreos 11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

No sólo debemos creer en Dios, también debemos creer que cuando nos acercamos, que cuando nos disponemos a hacer su voluntad entonces seremos premiados… La confianza en Dios trae salvación, la desconfianza trae condenación.

El problema es que este asunto es muy difícil de entender para la gente del mundo, pues muchos de los que creen en Dios están convencidos que la salvación se obtiene con las obras, con el buen comportamiento. La escritura lo niega por completo pues dice:

Efesios 2:8–9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe.

Este texto aclara que nadie se salva por su buen comportamiento, por eso nadie puede jactarse de haber obtenido la salvación por su esfuerzo, pues es un regalo que recibimós de parte de Dios por haber confiado en El.

Pero no sólo a muchos les cuesta trabajo creer que la salvación es por fe y no por obras, pues hay otros muchos que les parece absurdo que una persona se condene por no confiar en Dios.

Es decir ellos creen que tienen un buen comportamiento, que están haciendo las cosas bien, que son personas útiles a la sociedad, que hacen buenas obras y por lo tanto no confiar en Dios no les parece importante, porque sin confiar en Dios se están portando bien… Y por todo esto al decirles que si no confían en Dios se condenan les parece una tremenda injusticia.

Pero parte del problema de los que piensan así es que humanizan a Dios, es decir; lo tratan como si fuera un ser humano común y corriente… Y entonces la pregunta que ellos se hacen es: ¿Pero porque es un problema dejar de confiar en Dios? Es decir: ¿Es que acaso dejar de confiar en alguien es algo que está mal?… Y la respuesta que ellos dan es; depende… ¿Depende de qué? Depende de si hay razones válidas para dejar de confiar o no las hay.

Y entonces la siguiente pregunta es: ¿Cuáles son las razones válidas para dejar de confiar en alguien? Y creo que la respuesta es una y es muy muy obvia… Y es, que es válido y es bueno que desconfiemos cuando nos están engañando, o nos estén diciendo mentiras, o estén hablando de algo que no es cierto.

Alguien nos dice: “Este remedio es una maravilla.” Pero la verdad es que ese remedio mata. Si confiamos en que ese remedio es una maravilla salimos perjudicados, por lo tanto no confiar en quién nos dice que el remedio es una maravilla termina siendo algo muy bueno.

Lo contrario es igualmente sencillo y fácil de entender. Si nos dicen que el remedio es una maravilla, y el remedio es una maravilla, y no confiamos en él, salimos perjudicados.

En otras palabras lo que está mal no es si confiamos o si no confiamos, el problema en realidad tiene que ver con la verdad y la mentira. De tal manera que; si confiamos en la verdad nos beneficiamos y si confiamos en la mentira nos perjudicamos.

Pero cuando hablamos de confiar o desconfiar no solo nos referimos a las palabras que nos puedan decir, si no a la ayuda que podemos o no podemos recibir.

Y esto quiere decir que aunque podamos tener la certeza de qué la otra persona nos está diciendo la verdad, lo otro que debemos pensar es si esta persona nos puede o no nos puede ayudar.

Según todo esto, pareciera que el asunto se resume en poder saber quién nos está diciendo la verdad o quién nos está mintiendo, y poder así saber quién nos puede ayudar y quien no nos puede ayudar.

El resultado de esta forma de pensar es que encontramos a muchas personas confiando en otras muchas personas… Y esto parece lo más normal, lo más sano, lo más razonable, pero resulta que Dios no está de acuerdo con esta manera de pensar, pues su palabra nos enseña que es un error tan grave el confiar en los hombres que hay una maldición para quien lo hace. dice así:

Jeremías 17:5 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.

No hay duda que el texto está hablando de cualquiera que confía en cualquiera, y pone su esperanza en que esta persona le será de ayuda… Y déjeme añadir que esto incluye la confianza que tenemos en nosotros mismos.

Pero si esto hacemos, si confiamos en los hombres entonces caerá una maldición sobre nosotros, y esa maldición es que nuestro corazón se apartará de Dios….

Y como la escritura cuándo habla del corazón lo muestra como el centro de nuestra vida, como el que toma las decisiones, esto significa que cuando confiamos en los hombres, y en la ayuda de los hombres, esa confianza nos lleva a vivir pensando que no necesitamos de Dios.

Las consecuencias de vivir de esa manera, continúa el pasaje y dice:

Jeremías 17:6 Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.

La retama es un arbusto que tiene unas ramas muy flexibles y delgadas con pocas hojas, y que obviamente se mueve en la dirección que el viento la empuja. Es como si dijéramos que la persona que no confía en Dios es movida de un lado al otro por las circunstancias, como si no tuviera un objetivo fijo, como si no tuviera la capacidad de llegar adonde quiere ir.

Pero también dice y eso me parece muy grave, y es que: “No verá cuando viene el bien” Y eso quiere decir que frente a ciertas circunstancias través de las cuales Dios le quiere bendecir… Esta persona que no confía en Dios no puede ver la bendición, mucho menos asimilarla, disfrutarla, y por eso la consecuencia será una vida en el desierto.

Y esa vida en el desierto significa que la persona puede tener muchas cosas, mucho dinero, muchas amistades, muchísimas cosas pero su vida espiritual es un completo desierto. Así es de qué esas corrientes humanistas que tratan de colocar confianza en los hombres, en la humanidad, están completamente desenfocadas, pues esa confianza es la que destruirá a los hombres.

La verdad en este tiempo me asombra cuanta confianza tienen los hombres en las instituciones de los hombres, en los gobiernos… Y por eso con facilidad se someten a su dirección y a normas absurdas, porque tiene la esperanza de recibir ayuda de ellos para qué las cosas mejoren.

Pero no todos confían ciegamente. Y por esto leía noticias de algunos que dicen que la unión europea no sirve para nada bueno, qué es mejor desaparecerla para que no vengan conflictos peores. Igualmente hay otros que dicen que no hay nada más corrupto que la Organización Mundial de la Salud, que simplemente son lacayos de las empresas farmacéuticas… Sin embargo el problema persiste porque quienes no creen en unos, están creyendo en otros, y no en Dios.

Pero… Quiere decir esto que no podemos confiar en absolutamente nadie porque al hacerlo estaremos pecando… Para responder leamos el siguiente pasaje:

2º Crónicas 16:12–13 En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. 13Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado.

Y este otro:

Isaías 30:1–4 ¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado! 2Que se apartan para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto. 3Pero la fuerza de Faraón se os cambiará en vergüenza, y el amparo en la sombra de Egipto en confusión.

En ambos pasajes está diciendo que por haber buscado a los médicos o por haber buscado a Egipto por ayuda, el resultado en ambos casos terminó siendo desastroso. Según esto: ¿Es pecado buscar ayuda de cualquier ser humano para solucionar algo?

Y la respuesta es; que no es pecado buscar ayuda en los hombres mientras estemos confiando en que Dios hará lo que sea necesario para ayudarnos… Pero si es pecado buscar ayuda en los hombres confiando en los hombres, peor aún cuando Dios nos ha dicho que con ciertos personajes ni el saludo…

Busco a los médicos pero confío en que Dios hará lo necesario para darme su bendición. Busco a quién necesite para solucionar algo, pero sin dejar de confiar en que todo está en las manos de Dios.

Estoy tan convencido de esta verdad que cada vez que veo que alguien asegura algo… Inmediatamente viene a mi mente: !Esta persona se cree Dios! Y los enamorados se dicen; “nunca te dejaré siempre te cuidaré”. !Otros que se creen Dios! Y los padres que dicen a sus hijos; “siempre te voy a cuidar”. !Otros que se creen Dios!

El apóstol Santiago dice que hablar de esa manera es soberbia, es pecado. Porque lo primero que debemos pensar cuando vamos a hacer un plan o una promesa es: ¿Será que estaré vivo para poder cumplir?

Esto nuevamente muestra con claridad que cuando estamos seguros de poder lograr algo, estamos dejando de confiar y de depender de Dios…. Por esto sólo debemos confiar en Dios, porque nuestra confianza en los hombres nos aleja de Dios.

Después de leer este pasaje le pregunté un pastor si confiaba en su esposa y él me dijo que sí, que confiaba en ella ciegamente. Entonces le dije que eso que estaba haciendo traería maldición sobre su vida porque eso dice la palabra de Dios… Por supuesto quedó desconcertado.

No hay duda que esta verdad nos parece muy difícil de entender, sin embargo no hay duda que eso es lo que están diciendo con toda claridad las escrituras, y creo que la razón por la cual nos parece difícil entenderla, es porque no estamos confiando en Dios.

Si no confío en Dios entonces confío en los hombres y por eso cuando Dios me dice que es pecado confiar en los hombres no le creo.

Para entender esto lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Qué significa confiar? Y creo que todos sabemos o creemos saber que significa confiar, pero lo que a veces pasamos por alto o ignoramos es lo que significa la duda. Y la escritura dice de la duda lo siguiente:

Romanos 14:23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

No es posible confiar en Dios si primero no escuchamos a Dios. Pues la escritura dice que la fe viene como consecuencia de oír la palabra de Dios… Eso quiere decir que primero debo escuchar lo que Dios me dice para luego poder confiar en lo que me has dicho.

Si alguien dice que confía en Dios y le preguntamos en qué confía, y dice; no se pero confío en Dios. Eso es muy tonto.

Confiar en Dios significa que él dice que me perdonó y yo estoy absolutamente seguro que me perdonó. Él dice que si busco su reino me dará la provisión necesaria y yo no dudo jamás de qué me dará la provisión necesaria. Él dice que si no perdono a los demás él no me va a perdonar y yo perdono a los demás porque estoy convencido que si no los perdono Dios no me perdona a mi.

Pero cuando dudamos de cualquier promesa de Dios, cuando dudamos de la provisión de Dios, cuando dudamos de la protección de Dios, cuando dudamos del amor de Dios, estamos en pecado por qué lo que no proviene de fe, es decir lo que no hacemos siguiendo la instrucción de Dios es pecado.

Pero también es pecado lo que hacemos siguiendo la instrucción de Dios pero dudando… Porque cuando hay duda no hay fe. La escritura lo dice con mucha claridad:

Santiago 1:6–7 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

Es tan grave dudar… Que el que duda no recibirá cosa alguna de Dios. Y por favor no se refiere a las cosas materiales que tienen todos aquellos que aún maldicen a Dios. Se refiere a la bendición espiritual, a la justificación, a la salvación del alma, a las coronas, los galardones, a la eternidad en su presencia.

Debemos tener muy claro que cuando hay la más mínima duda… Entonces ya no hay fe.

Y allí está el problema, nos la pasamos dudando de lo que Dios dice, de lo que Dios manda, de lo que Dios promete… Y cuando estamos en crisis a veces confiamos sin ninguna duda y de manera ciega en que los hombres nos van ayudar… No todo el tiempo pero muchas veces sí.

“Tranquilo fulano me aseguró” “No se preocupen fulano es muy cumplido” “Descansen el es muy correcto”…

Y entonces con los hombres manejamos fe absoluta mientras que con Dios manejamos probabilidad. Cuando debe ser todo lo contrario. Con Dios fe absoluta sin pizca de duda, y con los hombres sólo podemos manejar probabilidades.

Déjeme insistir en esto: Sólo debemos tener confianza absoluta en Dios, por qué cuando hay duda ya no hay fe.

Y con las personas lo que debemos manejar son probabilidades. Eso quiere decir que el pastor lo que ha debido decirme es, yo confío en mi mujer un 99% o tal vez otro diría un 20% en fin con los hombres manejamos probabilidades, pero confianza absoluta sólo en Dios.

Y entonces la pregunta es… ¿Estamos confiando en Dios… Sin pizca de duda?

Si volvemos al asunto de Adán y Eva podemos ver que lo que Dios les dijo fue:

Génesis 2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Ya mencioné que parte del problema es que humanizamos a Dios, es decir nos relacionamos con él como si fuera igual a nosotros, cómo si prometiera y no cumpliera, como si deseara y no pudiera… Y como consecuencia de no confiar en Dios, hay ciertos personajes a los cuales divinizamos como si fueran Dios, y tenemos una confianza absoluta en ellos lo cual también está mal.

Y para poder evaluar y salir de esta mala situación creo que la primera pregunta que nos debemos hacer con toda honestidad, cuando leemos escuchamos un mensaje de Dios es: ¿Está Dios diciendo la verdad? Su palabra dice:

Números 23:19 Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?

¿Pero de verdad, sin ninguna pizca de duda estamos convencidos que Dios siempre dice la verdad?

¿Lo que la escritura dice acerca de Dios y lo que Dios a través de ella ha comunicado es la verdad o Dios está mintiendo?

En la escritura podemos leer:

Santiago 1:16–18 Amados hermanos míos, no erréis. 17Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

Absolutamente todo lo bueno proviene de Dios, y ojo: El no cambia, no varía, y a través de su palabra de verdad es que nos ha creado… Por supuesto para vivir en la verdad.

Y entonces vuelvo y pregunto: ¿Creemos que todo lo que Dios dice es cierto o pensamos que en algunas cosas nos está mintiendo?

Y si nosotros de verdad creemos que Dios no miente, quiero que con más calma volvamos y nos preguntemos si realmente creemos que Dios no miente. E insisto en que nos preguntemos, porque es casi seguro que todos nosotros a veces no le hacemos caso a Dios… Lo cual es muy extraño, si es que estamos convencidos que él no miente.

Dios dice en su palabra que todos somos pecadores… Y por eso también dice:

1 Juan 1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Si no reconocemos que somos pecadores le estamos diciendo mentiroso. Si no le hacemos caso también le estamos diciendo mentiroso… Entonces cómo es posible que digamos que creemos en Dios si con nuestras obras le decimos que es un mentiroso.

Es muy importante que respondamos a esto: ¿Por qué no le hacemos caso si decimos estar convencidos de qué él no miente?

“Si te comes eso te mueres eternamente” y entonces decimos que si creemos pero de todos modos nos lo comemos.

Pregunto: ¿Cuántos de nosotros estamos absolutamente seguros de que cuando le desobedecemos a Dios nos va a ir mal? Y: ¿Si estamos convencidos que nos va a ir mal porque desobedecemos?

Alguien podría responder que si cree que Dios está diciendo la verdad, y que también cree si le desobedece le va a ir mal, pero que no le importan las consecuencias… ¿Será eso posible, será eso verdad?

Será verdad que a la gente no le importa morir, será verdad que no le importa vivir como muertos, o será más bien que no creen que vayan a morir, o que no creen en lo terrible que es la muerte.

Imaginemos que vamos a entrar a un local y nos dicen que ahí hay un Señor que está armado y que está matando a todo el que entra… ¿Entraríamos? (Y me acuerdo del Campo Elías)

Creo que no hay duda que el problema es que creemos que creemos, y no creemos porque todavía dudamos de Dios, y la prueba de esa duda son nuestras desobediencias, y nuestros afanes o preocupaciones.

Y según la escritura la solución es que reconozcamos que nos estamos engañando, que en realidad cuando no hacemos caso es que no estamos creyendo, y por lo tanto debemos confesar nuestro pecado de incredulidad, porque sólo así podemos recibir la ayuda de Dios para creer verdaderamente.

Si nos preguntamos: ¿Quién es más digno de confianza Dios o los hombres? ¿Cuál sería nuestra respuesta? Creo que la mayoría diría que Dios. Que es más digno de confianza Dios, no sólo respecto de lo que dice, sino también de lo que promete, porque Dios tiene todo el poder necesario para cumplir lo que promete mientras que los hombres no.

Ahora: ¿Si Dios es más digno de confianza que los hombres, porque todavía insistimos en confiar en todo lo que los hombres dicen de Dios, en lugar de confiar en lo que Dios dice de sí mismo?

Sigámonos haciendo preguntas por ejemplo: ¿Es razonable, es sensato, es lógico confiar más en los hombres que en Dios? Y no hay la menor duda que la respuesta es no. Si los hombres dicen una cosa y Dios dice lo contrario sería una grandísima necedad, una necedad confiar en los hombres y no en Dios.

Pero aunque es una necedad lo hacemos todo el tiempo cuando dudamos de Dios.

Y: ¿Por qué tenemos este comportamiento tan absurdo? Y la respuesta está en lo que dije al comienzo del mensaje… Y es que no nos interesa oír verdaderamente la voz de Dios, porque no estamos verdaderamente dispuestos a hacer la voluntad de Dios… Y cuando no hay disposición no hay revelación, ni tampoco obediencia. La letra se vuelve letra que mata.

El Señor Jesús habló de esto de la siguiente manera:

Juan 8:43–44 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. 44Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.

Ser del diablo, es decir no ser un hijo de Dios es la forma más radical de oponerse a la voluntad de Dios. En nuestro caso puede ocurrir que ya no seamos del diablo, que seamos hijos de Dios, pero que todavía no hemos renovado nuestra mente para entender lo bueno de la voluntad de Dios. De hecho, renovar nuestra mente es un mandato de Dios. dice así:

Romanos 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

¿Por qué es necesario renovar nuestra mente? Porque la información que hemos recibido del mundo es básicamente la misma información que Satanás le ha enseñado al mundo. Y esa información es la que impide entender y creer en el mensaje de Dios. Y cuando por la misericordia de Dios entendemos el mensaje de Dios, entonces esa información del mundo nos hace dudar de lo que Dios nos ha dicho.

El Señor Jesús describió al promotor de esa manera de pensar de la siguiente manera:

Juan 8:44–46 El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. 45Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. 46¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

Imaginemos que usted ha hecho absolutamente todo por alguien que ama, le ha dedicado su vida, lo ha cuidado, lo ha protegido, le ha dado todo lo que necesita, le ha tenido paciencia y muchas cosas más y resulta que hay otra persona que cómo lo odia a usted, a decidido destruir a esta persona que usted ama…

Y entonces esta persona que te odia a través de mentiras, de engaños, de regalos y de muchas cosas más, ha convencido a quien tú amas, de que no debe creer en ti. Y esta persona decide no creer en ti… ¿Cómo nos sentiríamos?

Nadie, absolutamente nadie ha hecho tanto como Dios por nosotros… Sin embargo hemos decidido creerle a Satanás quien sólo quiere condenarnos eternamente…

La pregunta es: ¿Qué vamos hacer? ¿Vamos a seguir dudando de Dios?

En la antigüedad Dios trató con mucha dureza al pueblo de Israel, con castigos, con normas que incluían pecados por los cuales la gente debía morir y muchas cosas más… Pero eso no hizo que el pueblo se convirtiera…

Ciertamente este tipo de normas pueden producir algún tipo de cambio en el comportamiento, pero no dan una solución real, porque el verdadero problema es la falta de confianza en Dios. Aunque no se menciona en la escritura cuando nos hablan del pecado de Adán y Eva.

Pero como ése es realmente el problema, el Señor Jesucristo fue muy claro al contestar la pregunta que le hicieron respecto de cómo dejar el pecado:

Juan 6:28 al 29 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Más adelante el Señor Jesucristo nuevamente nos muestra que la raíz del problema es en realidad la fe, cuando menciona una de las funciones del Espíritu Santo:

Juan 16:8 al 9 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9De pecado, por cuanto no creen en mí;

Debemos pedirle al Señor que través del Espíritu Santo nos muestre nuestro pecado de incredulidad… Por qué nuestra desobediencia, porque no creer en sus promesas, porque el solo hecho de afanarnos o de no tener gozo en nuestra vida, es muestra de que todavía dudamos de Dios.

¿Sabías qué?

La iglesia es una entidad sin ánimo de lucro, por esta razón para funcionar dependemos primeramente de Dios, y de las ofrendas, donaciones o contribuciones que sus miembros, amigos o simpatizantes quieran hacer, lo cual, si Dios lo coloca en tu corazón puedes hacer a través de las siguientes opciones.

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