EL NUEVO PACTO
B. SEGURIDAD DE QUE DIOS NO NOS DEJARA PRACTICAR EL PECADO
En la promesa anterior, la seguridad de salvación, vimos que el hombre no sólo es salvo por fe, sino que además de esto Dios asegura que quien ha sido salvo (nacido de nuevo) jamás puede perder su salvación. Esta seguridad de salvación está basada como ya vimos, en otras promesas ya cumplidas, como el perdón de pecados, la justificación por fe, la redención, el haber recibido vida eterna, etc. Uno de los asuntos que también ya vimos, que afecta la seguridad de salvación del cristiano tiene que ver con un concepto erróneo de la fe, concepto que aplican al comportamiento pecaminoso del hombre, dando como resultado dos posiciones muy comunes pero equivocadas respecto de la salvación y el pecado. Estas dos corrientes básicas enseñan: “La salvación se puede perder si el cristiano practica el pecado” y la otra dice, “La salvación no se puede perder así el cristiano practique el pecado”. Sin embargo ambos planteamientos son incorrectos por varias razones: En la carta del apóstol Santiago cuando habla del tema de la salvación en relación con la fe y las obras, hace la siguiente pregunta:
Santiago 2:14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
Algunos al leer este pasaje concluyen que cuando hay fe, y por supuesto se refiere a la fe real que hace que Dios produzca el nuevo nacimiento, y no hay obras, entonces tampoco puede haber salvación. Sin embargo el apóstol no está diciendo que es posible que alguien tenga fe y no tenga obras. Lo que él está preguntando es que; ¿“Si alguno dice que tiene fe”, y no tiene obras, podrá esa fe salvarle? Y como respuesta un poco más adelante escribe:
Santiago 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Respondiendo a la pregunta de qué si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, esa fe es muerta en sí misma, por lo tanto esta persona no ha obtenido la salvación. El asunto se resuelve de manera muy sencilla cuando ponemos atención a la fase: ¿“Si alguno dice que tiene fe”, porque hay una gran diferencia entre decir que tenemos fe, a tener una fe verdadera. Es decir; los que dicen tener fe y no tienen obras, están por la falta de las obras evidenciando que no tienen fe, y si no hay fe, no puede haber salvación. Por esto mismo en el verso siguiente dice:
Santiago 2:18, 20 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras… 20¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
Y lo que quiere que entendamos es que; hay una fe muerta que no produce obras ni otorga salvación, y hay una fe verdadera que hace que Dios otorgue la salvación, y esta fe si produce obras. El apóstol Pablo enseña lo mismo cuando dice:
Efesios 2:8 al 9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe.
Aclara que la salvación se obtiene por fe, no por obras, sin embargo en el verso siguiente continúa diciendo:
Efesios 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Que después de haber obtenido la salvación, al ser hechos nuevas creaturas uno de los propósitos es hacer aquellas obras que Dios ha preparado para que las hagamos, mostrando al igual que el apóstol Santiago, que cuando hay verdadera fe, está fe como resultado y evidencia de la salvación produce obras. Y esto es lo mismo que en la carta de Santiago menciona el escritor refiriéndose a Abraham cuando dice:
Santiago 2:22 al 23 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Mostrando nuevamente que la auténtica fe siempre produce obras, de hecho entre más crezcamos en el conocimiento de Dios, esa nueva información, más la confianza depositada en esa información, va a producir nuevas obras. Y por eso concluye diciendo:
Santiago 2:24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
Pero no queriendo decir que las obras son lo que nos salvan, sino que la falta de obras en los que dicen tener fe es evidencia de que su fe es muerta. No entender esto, es lo que hace que muchas personas que creen que tienen fe en Jesucristo, crean que son salvas aunque no haya ninguna obra que certifique la autenticidad de su fe. Y esta creencia equivocada respecto de la fe y las obras es lo que les ha llevado a decir: “La salvación no se puede perder así el cristiano practique el pecado” Otro de los errores que ha llevado a muchas personas a creer esto, es la enseñanza de que si hacen una sencilla oración de fe al Señor Jesucristo, pidiéndole que entre en su corazón, pueden dar por hecho porque así se les ha enseñado, que ha nacido de nuevo y han obtenido su salvación. El problema está en que han orado con fe muerta, fingida o débil, y Dios no ha producido en ellos el nuevo nacimiento por lo tanto no han sido involucrados en el Nuevo Pacto, donde ya hemos visto que es Dios quien se encarga de que la persona cambie su vida dejando de pecar. (Otra de las razones por las cuales la fe autentica siempre produce obras) Ciertamente las personas pueden obtener su salvación a través de una oración con fe, pero evaluar la clase de fe con que una persona a orado, para luego asegurarle su salvación, es algo que a nosotros no nos corresponde hacer.
Es más sensato aplicar lo que el apóstol Santiago enseña, y es esperar a ver los resultados en aquella persona que ha orado, para ver si sus obras manifiestan que tiene una fe genuina, y que por lo tanto si ha obtenido su salvación. Pero aún esa apreciación y la conclusión a la que podamos llegar, es algo en lo cual podemos fallar, pues el Señor Jesús también nos enseñó que no debemos juzgar según las apariencias.
Juan 7:24 No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio. Y no hay duda que las obras que vemos en las personas tienen que ver con lo externo, es decir con las apariencias y no con el corazón, por eso también nos ha sido enseñado;
1 Corintios 4:5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
Eso quiere decir que toda esa información, aunque puede servirnos para darnos una idea de cómo van las personas, (aun nuestros discípulos), sólo Dios puede con absoluta certeza hacer un juicio justo. Por otro lado, toda esa información que la escritura nos da para evaluar si una persona ha nacido o no espiritualmente, es algo que en primer lugar debemos aplicar a nuestra vida, para a través de ello recibir la confirmación de que somos auténticos hijos de Dios. La escritura enseña:
Romanos 8:16 al 17 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Es Dios quien confirma si somos auténticos hijos de Dios, y asimismo es Dios, no nosotros, quien debe confirmar a los demás que son hijos de Dios, y esa confirmación como dice el texto, va a estar respaldada con la obediencia en medio del sufrimiento. (Obras) Los que dicen: “La salvación se puede perder si el cristiano practica el pecado” parece que lo hacen queriendo ayudar a aquellos que dicen que tienen fe, pero no tienen obras, lo cual evidencia que su fe está muerta, sin embargo esta frase es equivocada, en primer lugar porque la salvación no se puede perder, en segundo lugar porque la salvación no se obtiene a través de las obras, y en tercer lugar porque los que tienen una fe muerta no han obtenido la salvación, razón por la cual practican el pecado, y por eso no pueden perder lo que no han obtenido.
1. PECADOS CONSCIENTES O INCONSCIENTES
Cuando la gente insiste en que la salvación se puede perder por causa de los pecados, acostumbro a preguntarles: ¿Con cuántos pecados se pierde la salvación? La mayoría no sabe qué responder, y los pocos que responden es evidente que no tienen ni idea de cuán pecadores somos los creyentes, pues ellos hablan de adulterio, de no ser fieles con el diezmo, de la borrachera, de oír música del mundo, etc. Pero ninguno de ellos piensa en el pecado de la incredulidad, que es un pecado que cometemos muy a menudo y que nos lleva a cometer otros pecados.
Hebreos 3.12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;
De hecho, el plan para nuestra vida cristiana es que cada vez conozcamos y creamos más en el Señor, siendo esto así, quiere decir que mientras nos falta el conocimiento y la fe en ese conocimiento, todavía estaremos cometiendo pecados, razón por la cual la escritura nos enseña:
1 Juan 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Esto quiere decir que aunque seamos cristianos, y aunque nuestra fe sea autentica, mientras llegamos a la estatura del Señor Jesucristo estaremos cometiendo pecados, y sería un gravísimo error no reconocerlo, por eso vuelve e insiste:
1 Juan 1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Según estos dos versículos, los cristianos todavía cometemos pecados, por lo tanto si la salvación se puede perder por causa de los pecados, absolutamente todos los creyentes perderíamos la salvación, pero contrario a enseñar esto, el apóstol Juan nos enseña, que el reconocimiento de nuestros pecados es necesario si queremos dejar de pecar, por eso en medio de estos dos versículos dice:
1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
La fórmula para dejar de pecar sólo la podemos aplicar sí reconocemos nuestros pecados, los confesamos y nos disponemos a ser tratados por Dios para que limpie nuestra vida de maldad, que es la que nos lleva a cometer los pecados. Sin embargo respecto del pecado hay tres cosas que debemos tener muy claras; en primer lugar hay que diferenciar los pecados conscientes de los pecados inconscientes. Los pecados inconscientes son aquellos que mencione que cometemos por ignorancia, más aún, a veces son cosas que hacemos pensando que son la voluntad de Dios, mas no lo son. El apóstol Pablo nos comparte su experiencia en este asunto cuando escribe:
Romanos 7:7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
Eso quiere decir que en la medida en que conozcamos la palabra de Dios seremos conscientes de aquellos pecados que cometemos por ignorancia, y vimos que ese es el primer paso para poder dejarlos. De allí en adelante al seguir cometiendo ese pecado ya no será por ignorancia, sino por falta de confianza en lo bueno de la voluntad de Dios, y lo que un auténtico cristiano debe hacer desde este momento, es comenzar a combatir contra el pecado. En la carta a los Hebreos el Señor para motivarnos nos dice:
Hebreos 12:3 al 8 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; 6Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
En primer lugar nos coloca el ejemplo de Jesús que fue tratado de forma inhumana e injusta vulnerando todos sus derechos, pero se sostuvo sin pecado hasta la muerte, es decir nosotros deberíamos estar dispuestos a morir antes que pecar. (Resistir hasta la sangre) Según lo que hemos visto en las promesas del Nuevo Pacto ya cumplidas en nosotros, tenemos todo de nuestra parte para no pecar más, pues no sólo hemos sido perdonados, también hemos sido liberados de la potestad de Satanás, hemos sido trasladados al reino de su amado hijo y allí tenemos el poder necesario para dejar de pecar, de tal manera que podemos decir que ahora como creyentes la razón por la cual pecamos, es porque no creemos en lo que Dios ha hecho en nosotros o porque queremos pecar, no porque seamos esclavos del pecado. Pero en ambos casos cuando por falta de fe o por falta de ganas no dejamos el pecado, Dios promete es disciplinarnos para cambiar nuestros deseos y aumentar nuestra fe, de tal manera que el produzca en nosotros el querer dejar el pecado. Y Dios asegura que será de esa manera porque de no ser así, entonces no seríamos hijos suyos sino solamente bastardos que no tendríamos salvación. Es decir Dios se va a hacer responsable de que nosotros sus hijos dejemos de pecar, como ya lo hemos visto en la promesa de Ezequiel 36:25 al 27
2. EL AUTÉNTICO CRISTIANO NO PUEDE PRACTICAR EL PECADO
Podemos preguntarnos: ¿Si el incrédulo y el creyente, ambos cometen pecados, cuál es entonces la diferencia? Y podemos decir que una de las diferencias importantes en este asunto, es que en nosotros los cristianos hay vida y esa vida nos lleva a desear no seguir pecando mas, mientras que en el incrédulo hay muerte, por lo cual de una manera natural vivirá practicando el pecado. El Señor en su palabra lo dice la siguiente manera:
1 Juan 3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Es importante ver esto en el orden correcto, es decir la razón por la cual una persona práctica el pecado es porque es del diablo, lo cual también quiere decir que mientras siga siendo del diablo no podrá dejar de practicar el pecado, y para eso precisamente apareció el hijo de Dios, para rescatar al hombre del poder del diablo de tal manera que pueda dejar de practicar el pecado. Esto lo confirma esta misma carta un poco más adelante cuando dice: 1 Juan 5:18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. Y aquí nuevamente el orden correcto es, que la razón por la cual los hombres no practican el pecado es porque son hijos de Dios. Ese cambio de paternidad es lo que produce un cambio en el Comportamiento, además el texto asegura que al ser hijos de Dios estamos protegidos por Dios, y el maligno no nos puede afectar llevándonos a practicar el pecado. Esta misma certeza de que el auténtico cristiano no puede practicar el pecado también la podemos encontrar en esta carta un poco más atrás cuando dice:
1 Juan 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. Ya hemos visto que la promesa del Espíritu promete la presencia de Dios en nosotros hasta que después de la muerte lleguemos a su presencia, y es esa presencia de Dios en nosotros no nos deja practicar el pecado. Es decir practicar o no el pecado no es asunto de elección, sino de paternidad. Pero escoger la paternidad si es asunto de elección. Estos dos textos además de darnos claridad respecto de que la salvación no se puede perder porque el que ha nacido de nuevo no puede practicar el pecado, también nos permiten evaluar la falsa conversión de algunos, que creen ser cristianos pero que no lo son, pues todavía practican el pecado. La palabra clave en estos textos es “practicar” pues una cosa es pecar como todavía los cristianos lo hacemos, y otra muy diferente es practicar el pecado. En otros textos dice:
Gálatas 5:21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Romanos 1:30 al 32 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.
Romanos 2:2 al 3 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. 3¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?
3. ¿QUÉ ES PRACTICAR EL PECADO?
Lo normal en un auténtico cristiano es que combata contra el pecado, eso quiere decir que cuando comete algún pecado, lo confiesa pidiéndole perdón a Dios y pidiéndole su ayuda para no volver a cometerlo. Pero cuando el incrédulo o falso creyente practica el pecado, sabiendo que es algo que desagrada a Dios, y no tiene la intención de dejar de cometerlos, está evidenciando que no es un auténtico hijo de Dios, porque si lo fuera Dios no lo dejaría practicar el pecado. Los pecados por ignorancia no clasifican dentro de los pecados cometidos para practicar el pecado, porque para practicar el pecado es necesario ser conscientes de que lo que hacemos es pecado, más la intención de no dejar de cometerlos. Esto es importante tenerlo en cuenta cuando miramos a los demás, que pueden a nuestro parecer estar practicando el pecado, pero su conciencia no los acusa de estar cometiendo pecados, por lo cual aunque esté repitiendo un pecado, (por ignorancia) eso no puede tomarse como la práctica del pecado. Allí podemos aplicar:
Romanos 14:4 ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.
Sin embargo en la medida en que crezca la vida espiritual de esta persona, Dios se encargará de hacerla consciente de lo que realmente es pecado, y esa conciencia no lo dejara en paz mientras continúe pecando, de tal manera que esa conciencia mas el Espíritu Santo, mas todas las acciones de Dios en su favor le llevarán a dejar de pecar.
4. LA PERMANENCIA EN LA FE
Esta promesa de que Dios a sus hijos no nos dejara practicar el pecado, también incluye el pecado de la incredulidad. Es por esta razón que aun cuando encontramos en la escritura pasajes que insisten en la permanencia en la fe y la obediencia para ser salvos, está permanencia en la fe no debe ser tomada como un requisito para “conservar la salvación” o “ser salvos” sino como una consecuencia y evidencia de que la salvación ya se realizó. Por ejemplo:
Juan 15:5 al 6 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
Frente a esta declaración de Jesús lo incorrecto sería pensar que el esfuerzo personal es lo que permite al creyente permanecer en Él, para no ser echado en el fuego y conservar la salvación. Eso sería igual a decir que la salvación es por obras, y con toda claridad la escritura enseña que la salvación no es por obras. Por lo tanto la forma correcta de aplicar este texto, es que el que no permanece en Dios es porque no es un auténtico hijo de Dios, porque a los auténticos hijos de Dios, él se encargará de acuerdo a la promesa incondicional Nuevo Pacto, de que permanezcamos en el. La escritura dice:
Hebreos 13:21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Y si alguien no permanece en Él es porque nunca ha sido su hijo. Y la solución tampoco serían las obras, sino el Nuevo Nacimiento que viene por depositar la fe en Jesucristo como Señor y Salvador, para ser involucrados en el Nuevo Pacto, en el cual Dios promete no dejar que nos separemos de Él.
C. SEGURIDAD DE QUE TODA SITUACIÓN SERÁ PARA BENDICIÓN
Gracias a la justificación por fe y a la promesa del Espíritu hemos obtenido la salvación, y esa salvación asegura Dios que jamás la vamos a perder, y una de las muchas razones que nos aseguran esto, es la promesa de que Dios no nos dejara practicar el pecado. La promesa de que no nos dejara practicar el pecado, como ya hemos visto nos asegura que podemos vivir haciendo la voluntad de Dios, que es uno de los elementos necesarios para que el propósito de Dios de formar a su hijo en cada uno de nosotros se cumpla. Es decir, estamos hablando de la responsabilidad moral del hombre de hacer la voluntad de Dios, (el mal llamado libre albedrío) responsabilidad que podemos cumplir gracias a las promesas del Nuevo Pacto. Pero hay otro ingrediente necesario para que el propósito de Dios pueda cumplirse en nosotros, y este elemento es, todo lo que sucede a nuestro alrededor, es decir: La soberanía de Dios, Cuando vimos la seguridad de salvación aclaramos, que esa seguridad no aplica a las cosas materiales, ni a los familiares, ni a nuestra salud o a nuestra vida, porque contrario a estar exentos de cualquier calamidad, vimos que quien camina en la voluntad de Dios pueden venirle todas estas cosas, pero en lo que respecta a nuestro honbre interior la protección es absoluta, razón por la cual el Señor Jesús dijo:
Mateo 10:27 al 28 Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. 28Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
La gente del mundo debería tener temor pues en su incredulidad practican métodos no aprobados por Dios para cambiar el exterior y lograr así sus metas, pero esa vida de incredulidad, si no cambian, ciertamente los llevará en cuerpo y alma al infierno. Pero para nosotros los que hemos sido salvados la advertencia es, comuniquemos el mensaje de Dios a toda criatura sin temer a las consecuencias, porque aún si la muerte fuera el resultado de hacer la voluntad de Dios, tenemos la certeza de ir a vivir la eternidad en su presencia. Sin embargo el pasaje no dice que estamos expuestos a lo que cualquiera pueda hacer con nosotros, pues continúa diciendo:
Mateo 10:29 al 31 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. 30Pues aun vuestros cabellos están todos contados. 31Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
Que absolutamente todas las cosas que suceden a nuestro alrededor, y aun lo que sucede en nuestro cuerpo, está bajo la soberanía de Dios, queriendo decir que no sucederá absolutamente nada sí Dios no decide que sea de esa manera. Esto lo confirma a otro pasaje que dice:
Lamentaciones 3:37 al 39 ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? 38 ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? 39¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado.
Bajo el viejo pacto, teniendo un precario conocimiento de lo que es bueno para nuestra vida espiritual, el hombre se atrevía a pensar que le estaban sucediendo cosas malas, (como sí Dios fuera injusto o no tuviera el control de lo que sucede,) pero Dios sin dar explicaciones que seguramente el hombre no podía entender, dice que los hombres que están vivos, refiriéndose a aquellos que le conocen, estos no tienen ninguna razón para quejarse de lo que Dios está haciendo a su alrededor, mientras que, los que no conocen a Dios se lamentarán por lo sucedido. Y los que no conocen a Dios se lamentan porque al no tener el propósito de ser formados como hijos de Dios, al evaluar lo que les sucede, aunque creen que les suceden cosas buenas, también creen que les suceden cosas malas que no ayudan al propósito que ellos tienen. Por esta razón uno de los grandes objetivos de los hombres, es poder controlar las cosas que suceden a su alrededor, especialmente aquellas que frustran sus propósitos.
Continua…