PARA QUE SEPÁIS 7
I. INTRODUCCIÓN
Es increíble pero a veces las cosas más importantes o más evidentes son las que menos logramos apreciar o captar… ¿Qué tanto apreciamos el agua? ¿Que tanto apreciamos la luz? ¿Qué tanto apreciamos el aire? A veces no pensamos en esas cosas porque estamos acostumbrados a tenerlas siempre y pensamos que siempre las tendremos, pero si alguna ellas llegará a faltar inevitablemente dejaríamos de existir.
Esto mismo pasa con Dios. Porque si nos preguntamos: ¿Qué tanto aprecia el mundo el Amor de Dios, su creador?
Juan 3.16–17 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Es evidente que no hay absolutamente nada más importante en el universo que el amor de Dios por los hombres… Pero lejos de entender el amor de Dios y apreciarlo, los hombres desprecian adiós ir al por no poder entender la grandeza del amor de Dios por ellos.
Lo grave de esta situación, es que nosotros los que ya somos hijos de Dios, tampoco estamos apreciando el amor de Dios como debiéramos… Y por eso el apóstol Juan es su carta escribió:
1 Juan 3.1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Más aún, a veces ni siquiera somos conscientes de que no estamos apreciando su amor. Pero déjenme decirles algo muy sencillo y muy evidente que demuestra que no confiamos en su amor.
Santiago 5.9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
Siendo Dios soberano, y teniendo absoluto control de todo lo que sucede a nuestro alrededor, las quejas son una clara evidencia de nuestra desconfianza hacia el amor de Dios.
Quejarnos es decirle a Dios que está haciendo las cosas mal, que no está cumpliendo su palabra, que no nos está protegiendo, que no está haciendo lo mejor para nosotros, que no nos quiere beneficiar…
Sin embargo todo eso es falso, Dios si nos ama con el mismo amor que ama a Jesucristo, y las quejas que proceden de una absurda manera de pensar, de unos valores torcidos que gobiernan nuestros objetivos, y de una gran incredulidad acerca de lo que Dios nos ha dicho, son precisamente las que no nos dejan experimentar el amor de Dios.
El problema es que otra de las cosas que son evidentes y no somos capaces o no queremos entender a cabalidad, es que estas quejas que son pecado nos llevan a cometer otros muchos pecados… Y como la escritura dice:
Romanos 6.23 Porque la paga del pecado es muerte….
Como la paga, como el resultado, como la ganancia del pecado es la muerte… Esa muerte no nos deja experimentar el amor de Dios…
Y ¿Qué es lo que nos lleva a quejarnos y a este descontento que nos impulsa a cometer pecado tras pecado? El amor al mundo.
Recuerdan que estudiamos, que el trabajo de satanás no es decirle a las personas que se vuelvan malas.
Cuando Satanás tentó al Señor Jesús no le dijo que se volviera malo… Lo que le dijo es: “Mira este mundo maravilloso que yo te quiero entregar”… Por supuesto si lo quieres tienes que olvidarte de Dios, tienes que dejar de adorarlo a Él y más bien adorarme a Mí”
Así trabaja Satanás, nos dice que nos corrompamos, nos ofrece un mundo maravilloso, busca que nos enamoremos de el, porque sabe que al no conseguir o al perder lo que amamos: El pecado es la herramienta que usaremos para conseguir las cosas del mundo que deseamos, que nos dan cierta satisfacción, pero que de manera correcta no podemos obtener.
Si por ejemplo miramos la siguiente lista:
Gálatas 5.19–21 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Cada pecado que se comete, se hace buscando obtener algo del mundo para satisfacer nuestra carne…
Y cuando la escritura habla de la maldad o la concupiscencia que hay en nuestros corazones, esta describiendo el daño que la práctica del pecado ha producido en nuestra vida, y es por eso que ahora que somos hijos de Dios es necesario aceptar un tratamiento provisto por Dios, para sanar nuestra alma.
El apóstol Juan después de hablar del gran amor de Dios por nosotros continúa diciendo:
1 Juan 3.2–3 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
Pero para que este tratamiento qué tiene como objetivo que seamos puros funcione, es indispensable cambiar nuestros objetivos.
Si los malos objetivos corrompieron tu corazón no es posible purificar nuestro corazón teniendo los mismos malos objetivos.
Si el amor al mundo es lo que nos corrompe entonces ese no puede ser ya nuestro objetivo. El objetivo correcto como dice el pasaje; es la esperanza de que nos vamos a encontrar con Él, con el Dios todo poderoso creador de los cielos y la tierra…
Y cuando ese sea nuestro objetivo, entonces el pecado no será en ningún momento y bajo ninguna circunstancia una herramienta para acercarnos a Dios… Un objetivo correcto nos lleva a usar las herramientas correctas, lo cual hará que el pecado desaparezca de nuestra vida.
Siendo esto cierto podemos decir que cuando todavía pecamos, es porque hemos enderezado nuestro objetivo como creyentes, y el buscar nuestra satisfacción en las cosas del mundo inevitablemente nos llevará a pecar.
Es decir no hemos entendido, no tenemos claro o no hemos decidido, prepararnos para nuestro encuentro con el Señor.
¿Cuál es la preparación que se requiere para este encuentro con el Señor? Ya leímos:
1 Juan 3.3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
¿Cómo se logra esa purificación? En el estudio de la vigilia nos compartieron:
1 Pedro 1.22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;
La purificación se logra a través de la obediencia a la voluntad de Dios, en el poder del Espíritu Santo, y el resultado será un amor no fingido entrañable de corazón puro.
Por eso es que he dicho que no necesitamos en lo absoluto cometer ningún tipo de pecado para lograr nuestro objetivo de ser puros. Porque cumplir con la voluntad de Dios jamás requerirá de ningún tipo de pecado para poder hacerla, más bien, lo que se requiere es el poder del Espíritu Santo con su fruto, porque éste, es el que nos provee las herramientas para lograr nuestro objetivo.
¿Cuáles son esas herramientas? El pasaje de Gálatas que habla de las obras de la carne continua diciendo:
Gálatas 5.22–23 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Eso quiere decir que cuando en medio de las situaciones que Dios nos pone a vivir, respondemos con amor, con gozo, con paz, teniendo paciencia, siendo benignos, bondadosos, fieles, mansos, usando el dominio propio, es decir la capacidad que Dios nos ha dado para ser templados, para mantenernos firmes en su voluntad… El uso continuo de estas herramientas dará cómo resultado la sanidad de nuestra alma para llegar a tener un corazón puro.
Ahora cuando se habla del fruto se habla de algo que sale de manera natural, porque es la naturaleza del árbol, fruto del Espíritu es la manifestación de la naturaleza de Dios que está en nosotros, pero no se manifiesta cuando en nuestra carne insistimos en nuestros malos objetivos… Por eso el verso que sigue dice:
Gálatas 5.24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
El cristiano, el verdadero cristiano ha tomado la decisión de no vivir de acuerdo a los valores ni a los objetivos que el mundo tiene.
Eso quiere decir que no hay el interés de ser reconocido como el más rico, o el más famoso, o el más valiente… También quiere decir que su objetivo no es satisfacer los deseos de su carne…
Sino más bien aprovechar el tiempo y todas las situaciones para conocer más de Dios, y para dar a conocer de ese amor de Dios a los demás.
En la práctica quiere decir que en medio de esas situaciones particulares donde la carne trata de tomar el control, debemos crucificarla, es decir; debemos mantener la decisión de no hacer lo que queremos, sino lo que Dios desea que hagamos en cada momento… Y entonces el fruto del Espíritu Santo es lo que controlará nuestra vida.
Es importante entender que este tratamiento; me refiero a las situaciones que Dios provee más la obediencia que debemos colocar, crucificando nuestra carne y dejando que el Espíritu de Dios se manifieste, es algo que se va a presentar de manera continua hasta que nuestra alma sea purificada.
Es lo que la escritura llama las tentaciones o las pruebas, de las cuales dice que no debemos asombrarnos en lo absoluto cuando estas sucedan, porque es el tratamiento normal que todo hijo de Dios necesita.
1 Pedro 4.12–13 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
No sólo no debemos extrañarnos, dice que debemos gozarnos de ser participantes de los padecimientos de Cristo.
Ahora cuando la escritura dice que él fue tentado en todo pero sin pecado… Podemos imaginar que hubo momentos en los cuales, el deseo hacer cosas a las cuales tenía todo el derecho, como casarse, tener hijos, disfrutar de la comodidad que el mundo ofrece. Y quién sabe, a lo mejor teniendo el poder sintió ganas de destruir a aquéllos que de manera infame lo torturaban… Tal vez por eso es que alguno dijo que a Jesucristo no lo sostuvo los clavos en la Cruz… Porque como el manifiesto, podía pedir legiones de Ángeles que lo defendieran, pero por amor a nosotros se negó a sí mismo para calificar como nuestro salvador.
En nuestro caso negarnos a la carne para hacer la voluntad de Dios puede traer cierto sufrimiento, pero nada comparado con lo que el Señor Jesús vivió. Además el se negó así mismo por nosotros mientras que nosotros nos negamos a nosotros mismos en nuestro beneficio.
Porque el resultado será que en la revelación de su gloria nos gozaremos con gran alegría. Por esto el apóstol Juan al final del 2º capítulo de su primera carta dice:
1 Juan 2.28 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.
¿Cómo se siente una persona al ser descubierta robando a quien le ha dado todo? ¿Cómo se sentirá alguien que al llegar a la presencia de Dios, sean evidentes todas las barbaridades y todo lo que hizo en contra de la buena obra de Dios su salvador?
Por eso es muy importante ser conscientes de la soberanía de Dios, para que por ignorancia no peleemos contra El o contra los instrumentos que él usa para tratar nuestra vida…
Esto es algo que la escritura nos dice con mucha claridad, que la lucha no es contra otros seres humanos, la lucha no es contra las cosas materiales dice:
Efesios 6.12–13 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Esa es la verdadera guerra espiritual, y sucede en nuestro interior, y es la lucha de la carne empujada por Satanás contra el Espíritu de Dios qué nos insiste, que en cada momento hagamos su voluntad.
Es por eso que al continuar leyendo la carta de primera de Juan el insiste de una y otra forma que no debemos pecar. Dice:
1 Juan 3.3–7 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 4Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 5Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
Cuando se tiene una actitud honesta o sincera delante de Dios, cuando queremos hacer su voluntad es muy, pero muy difícil que no entendamos lo que debemos hacer, porque la escritura nos repite lo mismo de muchas formas diferentes.
En este texto que acabamos de leer dice que el pecado es infracción de la ley, y además dice que no debemos engañarnos, que el que hace justicia es justo como El es justo.
La pregunta es: ¿A cual justicia y a cuál ley se refiere? Hace mucho tiempo cuando leía estos textos que hablan del cumplimiento de la ley, como cuando dice que el cumplimiento de la ley que es el amor…
Romanos 13.10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Tenía la tendencia de pensar nuevamente en la ley del viejo pacto, lo cual me confundía, porque entiendo que el Nuevo Pacto tiene normas muchísimo más exigentes que el viejo pacto, y además que la escritura dice el viejo pacto fue reemplazado por el Nuevo Pacto.
Y entonces si no se refiere a la ley del viejo pacto: ¿Entonces a cuál ley y a cual justicia se refiere?
Unos capítulos antes en el libro de Romanos podemos leer:
Romanos 8.1–2 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Aquí nuevamente la escritura nos insiste en no andar conforme a la carne sino conforme al Espíritu de Dios… Y dice que lo podemos hacer porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, me ha liberado de andar en pecado.
Es decir; el Espíritu Santo que Dios ha colocado en nosotros nos da el poder de vivir haciendo su voluntad en todo momento. Un poco más adelante dice:
Romanos 8.12–13 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Confirmando nuevamente que la clave es vivir de acuerdo a la guía del Espíritu Santo, no dejando que nuestra carne tome el control porque si eso hacemos dice que moriremos.
No hay duda que gracias al Nuevo Pacto tenemos todo a nuestro favor para no vivir en pecado, sin embargo el Espíritu Santo no nos obliga a hacer su voluntad. El nos da la dirección, y por supuesto el poder necesario para dejar el pecado y hacer lo correcto, pero todo depende de si nosotros queremos o no hacer su voluntad.
Por esto ya siendo cristiano, y teniendo todo a su favor la pregunta más importante es…¿Quiere usted hacer la voluntad de Dios en todo momento?
El problema para muchos es que este asunto es tan serio que un, no quiero hacer la voluntad de Dios, implica la condenación eterna. Pero lo que muchos no entienden es que un regular tampoco sirve.
El mundo puede aceptar que hagamos muchas cosas de manera mediocre… Pero desde el viejo pacto la escritura enseña:
Jeremías 48.10 Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la sangre su espada.
Jeremías 48.10 (¡Maldito el que no haga con gusto el trabajo que el Señor encarga! ¡Maldito el que se niegue a tomar parte en la matanza!)
Algo así como que si el señor quiere defender a su pueblo de los enemigos y por eso los manda a la batalla, era maldita aquella persona qué no hacía con gusto lo mandado por el Señor, y en este caso el que se negaba a tomar parte en la batalla.
El Rey Saúl cometió este pecado y este fue el resultado:
1º Samuel 28.18–19 Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. 19Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos.
“Y mañana estaréis conmigo tú y tus hijos” Por no hacer las cosas con la diligencia que Dios quería la muerte fue el resultado.
¿Queremos nosotros con gusto y diligencia acabar con el pecado en nuestra vida, y por eso estamos dispuestos a matar o a crucificar nuestra carne sin ningún tipo de consideración?
Si la respuesta nuestra es que no tenemos muchas ganas, y que no estamos decididos a acabar con el pecado nuestra vida, sino sólo en ciertas cosas. Es decir si hemos escogido en que cosas obedecer a Dios y en qué cosas no, estamos graves.
Estamos graves porque eso es ser tibio y los tibios serán vomitados por el Señor.
Además la escritura enseña que un poco de levadura leuda toda la masa… Dando a entender que un pecado que permitimos en nuestra vida, poco a poco irá destruyendo toda nuestra vida espiritual.
El orgullo; el resentimiento; la auto justificación; la terquedad; la codicia; el afán; el miedo y en general cualquier pecado que conscientemente permitimos y no queremos dejar de cometer, poco a poco destruirá nuestra vida espiritual.
Lo he visto muchas veces, en cristianos que parecen muy espirituales y muy conocedores de la palabra de Dios, al insistir en su pecado poco a poco se embrutecen, y luego uno los escucha hablar cosas que uno no cree que esa persona esté diciendo… Y lo peor de todo, creen que tienen razón… Y al final terminan hasta de enemigos o resentidos de aquel que les habla la verdad.
Es por esto que digo que es muy, pero muy importante tomar de corazón la decisión de dejar todo pecado.
Si eso es lo que queremos hacer, si de verdad somos honestos y queremos dejar el pecado, eso quiere decir que frente a cada situación, uno va a ser el deseo de nuestra carne y otro el deseo del Espíritu de Dios que está en nosotros.
Por esta razón siempre antes de actuar debemos preguntarnos: ¿Qué quiero hacer yo frente a esta situación? Y luego de tener una respuesta clara debemos preguntar: ¿Qué quiere Dios que haga yo en esta situación?
Si la respuesta a las dos preguntas es la misma, pues qué maravilla, quiere decir que nuestra carne ha sido domesticada y deseamos hacer lo mismo que Dios quiere que hagamos.
Por ejemplo, la reunión en la iglesia comienza a las siete y por lo tanto usted debe preguntarse: ¿A qué horas quiero llegar yo? Usted quiere llegar a las siete o a usted no le interesa llegar a las siete y quiere llegar apenas para el mensaje… O, hoy no quiere ir porque decidió comprometerse a una reunión con unos amigos.
Y luego de tener claro que quiere usted hacer, debe preguntarse: ¿A qué hora quiere Dios que yo llegue a la reunión de la iglesia?
Y aquí la pregunta importante es: ¿Se hace usted esta clase de preguntas?
O cuando en la iglesia motivamos a compartir de Cristo, a invitar, a tener discípulos, usted se pregunta: ¿Que quiero hacer yo?… Y supongamos que la respuesta es; no quiero compartir, no quiero invitar, mucho menos quiero tener discípulos?
Pero luego de tener claro lo que usted quiere debe preguntarse: ¿Qué quiere Dios que yo haga; ¿Quiere Dios que yo comparta de Cristo, quiere Dios que yo invite a la iglesia, quiere Dios que yo tenga discípulos?
Cuando la escritura dice:
Gálatas 5.16–18 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Por supuesto nos está diciendo que frente a cada circunstancia debemos tener claro lo que la carne quiere hacer… Que destruye nuestra vida cristiana, y lo que el Espíritu de Dios quiere que hagamos para edificar nuestra vida espiritual.
Por esto, si no nos hacemos esas preguntas en cada situación estamos viviendo de manera insensata… Y no podemos esperar entonces un buen final. La Escritura insiste en este asunto cuando dice:
Efesios 5.15–17 Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, 16aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 17Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
De manera diligente debemos revisar si estamos haciendo en cada momento la voluntad de Dios, al no hacerlo estaremos viviendo de manera insensata, y lo más seguro es que seguiremos siendo arrastrados por el mal mundo que nos rodea.
Pero ojo, no revisemos las cosas después de que hayamos hecho… debemos revisar antes de hacerlas.
Es decir antes de hacer cada cosa debemos tener claro cuál es la voluntad de Dios, para tomar la firme determinación de hacerlo que Dios quiere.(A veces ocurre que cuando tenemos claro lo que hay que hacer tomamos la decisión de no hacerlo porque no tenemos suficiente confianza en el amor de Dios)
Pero cuando un cristiano se asegura de cuál es la voluntad de Dios y la realiza, esta viviendo como un auténtico hijo de Dios, pues la escritura dice:
Romanos 8.14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Porque eso es lo que hace un verdadero hijo de Dios… Es decir; más que vivir por reglas vive guiado por el Espíritu de Dios, que por supuesto nunca lo lleva a infringir las reglas. Más aún si vamos un poco atrás al verso nueve dice:
Romanos 8.9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
El apóstol da como un hecho que los hijos de Dios no vivimos en la carne, sino que vivimos guiados por el Espíritu de Dios. Y es tan importante vivir de esta manera que asegura que sí un llamado cristiano vive en la carne, es porque no tiene el Espíritu de Cristo, lo cual significa que no siendo propiedad de Jesucristo entonces va rumbo a la condenación.
Siento esto tan importante tenemos que con sinceridad preguntarnos: ¿Estamos siendo guiados por el Espíritu de Dios? Y no me refiero a pedir señales, o a pedir que me profeticen para saber qué hacer, o a simplemente seguir las reglas, sino a mucho más que eso.
Si volvemos a la primera carta de Juan podemos leer básicamente lo mismo:
1 Juan 3.8–10 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
El que practica el pecado es aquel que vive de acuerdo a sus deseos (por buenos que estos parezcan) y no a los de Dios.
El que practica el pecado es aquel que no le pregunta a Dios cuál es su voluntad, sino que frente a las circunstancias hace lo que él quiere, o lo que le parece mejor, o lo que cree que es justo… Pero insisto, no le pregunta a Dios, no confirma con Dios que eso es lo que Él desea…
Y en esto se diferencia los hijos de Dios y los hijos del diablo; en que los hijos de Dios viven guiados por el Espíritu de Dios, lo cual es justo… Mientras que los hijos del diablo hacen lo que ellos desean, es decir viven guiados por su carne.
Ahora: Si alguno se está preguntando: ¿Cómo hago yo para saber para diferenciar lo que quiero yo de lo que quiere Dios?
Si usted se está haciendo esa pregunta la verdad está muy grave. Y puede ocurrir por dos razones.
La primera es que usted acaba de nacer espiritualmente, por lo tanto ignora por completo la palabra de Dios, y por eso frente a las circunstancias no tiene ni idea qué es lo que hay que hacer. El decir es un cristiano carnal, un bebé en Cristo.
Si esa es su situación lo que tiene que hacer es conocer la palabra de Dios, la cual modificara su conciencia y le mostrara la diferencia entre lo que usted quiere y lo que Dios quiere.
Pero si usted ya lleva tiempo como cristiano y se hace esta pregunta, entonces está más grave todavía, porque ya debería conocer la palabra de Dios, y esa palabra ya debió haber comenzado a modificar su conciencia de tal manera que para usted, ya debería ser claro lo que su carne quiere y lo que Dios quiere.
Y cuando digo que ya debería ser claro es por la cantidad de promesas que hay a este respecto en la palabra de Dios. Por ejemplo:
Marcos 13.11 Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
Lo que os fuere dado en aquella hora… Aquellos que se han animado a compartir de Cristo o a edificar a otras personas, pueden dar testimonio de que el Espíritu Santo les recuerda una cantidad de cosas y que aún después de hablar un largo tiempo, no se acuerdan de todo lo que dijeron.
También la escritura dice:
1 Juan 2.27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.
Aquí dice que el Espíritu Santo que hemos recibido todos los que realmente somos cristianos, permanece en nuestra vida y nos guía a la verdad y lo que tenemos que hacer es hacerle caso…
Por esta razón porque Dios asegura que con su Santo Espíritu en nosotros nos guía a la verdad, es que también dice:
Romanos 8.9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Dando por hecho que el que tiene el Espíritu de Dios tiene la dirección de Dios, y por lo tanto vive según la dirección de Dios. Pues sería completamente absurdo que Dios se niegue a darnos la dirección necesaria y que luego nos exija vivir bajo una dirección que no recibimos.
A veces podemos encasillarnos en que practicar el pecado es repetir siempre el pecado de la mentira, o no ser fieles con el dinero, o andar con los chismes de manera repetitiva… Sin embargo la verdadera razón por la que una persona practica el pecado, es porque no está viviendo bajo la dirección del Espíritu de Dios.
Es decir no vivir bajo la dirección del Espíritu de Dios es practicar el pecado.
Más aún, la escritura dice:
Romanos 8.16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Que el Espíritu de Dios le confirma a sus hijos que son hijos de Dios… ¿A recibido usted esa confirmación?
Pero también dice:
Efesios 4.30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
Esta palabra contristar se refiere a entristecer al Espíritu de Dios, lo cual ocurre cuando no hacemos lo que él nos pide hacer. La escritura nos cuenta que Jesús después de denunciar el pecado de los dirigentes religiosos de su pueblo dijo:
Mateo 23.37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
¿Cuántas veces el Señor vera con tristeza que no hacemos lo que nos pide, aumentando la maldad en nuestro corazón?
El problema es que de estar continuamente contristando el Espíritu de Dios, llegará un momento en que:
1 Tesalonicenses 5.19 No apaguéis al Espíritu.
Terminaremos apagando el Espíritu de Dios, es decir de tanto negarse a hacer lo que el Espíritu de Dios nos muestra que debemos hacer, llega un momento en que ya no escuchamos al Espíritu de Dios… Sigue viniendo a la iglesia pero sólo escucha mis palabras, y por supuesto mis palabras y mis razones no son una razón suficiente para que usted se someta a lo que yo digo.
La clave no está en escuchar al predicador, la clave no está en leer la escritura, la clave no está en recibir una exhortación, la clave está en que escuchar al Espíritu Santo que habla a través de la predicación, a través de la lectura de la escritura, a través de la exhortación, a través de las situaciones… y por supuesto hacerle caso.
El Señor Jesús lo dijo en la siguiente manera:
Mateo 12.31–32 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. 32A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.
Una persona puede hablar mal del Señor Jesús y eso no es problema, una persona puede hablar mal de la escritura y eso no es problema, una persona puede hablar mal de las enseñanzas que recibe en esta iglesia o del trato que recibe y eso no es problema…
Pero cuando el Espíritu Santo le muestra a una persona que Jesucristo es Dios y no lo acepta, o cuando el Espíritu Santo nos habla de cierto pecado y no lo aceptamos, el no creer lo que le Espíritu Santo nos está mostrando no nos será perdonado jamás…
Usted puede no ser fiel con sus diezmos, usted puede no compartir de Cristo, usted puede seguir llegando tarde a la iglesia, usted puede negarse a tener discípulos… Y nada de eso es problema, pero cuando el Espíritu Santo le diga que debe ser fiel con su diezmos, que debe compartir de Cristo, que debe llegar a tiempo a la iglesia, que debe tener discípulos, y usted no le haga caso ahí el asunto si es muy grave.
Ahora; usted me dirá que el Espíritu Santo no le ha hablado de esas cosas… Es posible que Dios no le haya revelado a usted su voluntad, pero recuerde que si eso es verdad, que si Dios no le revelado a través del Espíritu Santo su voluntad, entonces: O usted no es un hijo de Dios, o para desgracia suya usted ya apago al Espíritu Santo de tanto desobedecer.
Más aún, si usted dice que el Espíritu Santo no le hablado de esas cosas, es igual a decir que el Espíritu Santo ni siquiera le ha revelado a usted que la escritura es la palabra de Dios… Porque en la palabra de Dios dice muy claro las cosas que hay que hacer.
1 Juan 3.4–10 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 5Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. 8El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.