PARA QUE SEPÁIS – PARTE 4

PARA QUE SEPÁIS 4

I. INTRODUCCIÓN

La primera carta del apóstol Juan como hemos estado viendo, es una carta muy especial en el sentido de que nos da unas pautas muy claras acerca de quién es, o quien no es un auténtico cristiano.

Una de las primeras cosas que dice es que gracias a la confianza en el mensaje recibido de los discípulos de Jesús podemos entrar en comunión con Dios. Siendo esta comunión, es decir las cosas que tenemos en común con él lo que nos habilita para vivir la vida cristiana.

Ya estando en comunión con él, es decir siendo auténticos hijos de Dios una de las primeras manifestaciones es el andar en luz, que en otras palabras quiere decir que en el cristiano verdadero hay un deseo genuino de hacer la voluntad de Dios.

Por supuesto hacer la voluntad de Dios implica necesariamente que hay que dejar de pecar. Porque él pecado es básicamente un acto de rebeldía a la voluntad de Dios.

Tomar la decisión de dejar de cometer pecados es el resultado de reconocerlo a él como el Señor, como el que tiene toda la autoridad para mandarme lo que conviene, y como el Salvador, es decir aquel que habiendo perdonado mis pecados me da la oportunidad de comenzar una nueva vida.

Estos dos asuntos son tan importantes que si alguien que dice ser cristiano, no lo ha reconocido como Señor y Salvador, es decir si no toma la decisión de dejar de pecar entonces es un falso creyente.

Por supuesto una cosa es tomar la decisión de dejar de pecar para hacer la voluntad de Dios, lo cual debe ocurrir en el cristiano cuando ha nacido de nuevo, y otra cosa es dejar de cometer pecados, ya que dejar de cometer pecados es un proceso, que tiene relación con el conocimiento de la voluntad de Dios lo cual es algo progresivo.

Nacemos de nuevo, comenzamos a conocer su palabra lo cual nos da entendimiento acerca de que es pecado, tomamos la decisión de dejar de cometer esos pecados que Dios nos está mostrando, si fallamos tenemos el recurso de pedir perdón y continuar en la lucha… Pero lo último que va a desaparecer es la concupiscencia.

¿Qué es la concupiscencia? La concupiscencia son todos aquellos deseos completamente equivocados a los que nos acostumbramos a lo largo de nuestra vida sin Dios.

Esa concupiscencia es la que hace que al enfrentarnos a ciertas situaciones, nuestra primera reacción interna sea el deseo de pecar. La escritura dice:

Santiago 1:14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

La clave está en decir no a esa concupiscencia que me atrae y busca seducirme… Pues al hacerlo, poco a poco esos deseos de pecar irán desapareciendo.

En la carta del apóstol Santiago esta concupiscencia no es considerada como un pecado, en el sentido de que no estamos desobedeciendo voluntariamente a un mandato de Dios. Uno no planea… angustiarse, tampoco enojarse, ni sentir lascivia, o codicia. Pues esos malos deseos surgen naturalmente frente a ciertas situaciones.

Sin embargo es bueno aclarar que cuando la escritura dice:

Filipenses 4.8–9 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. 9Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.

Siendo una orden pensar en lo correcto, esto quiere decir que si un mal pensamiento viene a nuestra mente, aunque no sea considerado un acto de rebeldía consciente, si es pecado si nos recrearnos en ese pensamiento y lo alimentamos, pues al hacer esto estamos desobedeciendo el mandato de pensar en lo justo, lo puro, lo amable, lo correcto…

Y si esos son los pensamientos que alimentamos, lo más seguro es que terminaremos haciendo eso que estamos pensando.

Eso quiere decir que cuando tengamos un mal pensamiento, démosle gracias a Dios porque esa maldad ha sido perdonada, pero pidámosle que nos ayude a dejar esos pensamientos que no le agradan, y la mejor manera es comenzar a pensar en las cosas buenas que si debemos pensar… Y el resultado será: “Y el Dios de paz estará con nosotros”

No debe haber la más mínima duda que el Nuevo Pacto provee una solución completa contra el pecado. Y al decir eso lo que quiero que entendamos es que cuando no dejamos algún pecado, no es porque Dios no tenga solución contra ese pecado, sino porque nosotros no estamos creyendo y por lo tanto haciendo lo que debemos hacer.

Y una de las cosas más comunes que hacemos, qué es algo que la escritura nos advierte que no debemos hacer, es no reconocer que estamos cometiendo pecados.

Evidencia de esa mala actitud son todas las cosas que hacemos para ocultar nuestros pecados, y cuando no podemos ocultarlos entonces los justificamos, o los disculpamos, para al final tratar de decir que no somos pecadores.

Es más, me parece curioso pero es muy real que cuando queremos ocultar nuestros pecados, nuestro gran interés es ocultarlo de los hombres… Cuando lo verdaderamente grave es cometerlos delante de Dios. Es decir Dios sabe que somos pecadores y no nos preocupa, pero si la gente se entera nos da de todo.

Esa mala actitud de negar nuestros pecados es tan poderosa, qué algunos llamados cristianos han llegado a torcer la doctrina para terminar diciendo que no son pecadores.

A. LOS QUE CREEN NO SER PECADORES

He conocido a algunos que lo hacen ignorando la diferencia entre nuestra posición en Cristo y nuestra condición. Y por esto cuando leen que somos santos, pues los apóstoles en las introducciones a sus cartas escriben a los santos de… Entonces asumen que ya no son pecadores…

Y la forma de hacerlo es muy extraña porque no niegan que están haciendo cosas malas, ya que son evidentes y no lo pueden hacer, por esto lo que hacen es comenzar a decir que esas cosas ya no son malas, lo cual es una locura…

Sin embargo cuando la escritura dice que ya somos santos, está hablando de nuestra posición en Cristo es decir de que somos propiedad de Dios, pero en la escritura también habla del proceso de santificación donde el objetivo es que dejemos de tener esos deseos pecaminosos, para que podamos hacer de todo corazón la voluntad de Dios.

A la pregunta: ¿Qué puede interrumpir este proceso de santificación? La respuesta es: Negarnos a reconocer nuestros pecados. Por eso leemos en la escritura:

1 Juan 1:8-9 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

¿Queremos queremos dejar de pecar? La fórmula es: Confesemos nuestros pecados cada vez que los cometamos, pero si en lugar de confesarlos los negamos, lo único que lograremos es perpetuar el pecado en nuestra vida.

Después de darnos la fórmula para dejar de pecar la escritura nos dice:

1 Juan 2:1-2 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

La buena noticia es que no sólo una hay una provisión para los pecados que los cristianos todavía cometemos, pues también hay una provisión para el mundo.

Propiciar significa satisfacer, eso quiere decir que la justicia de Dios ha quedado satisfecha respecto de los pecados del mundo. Ahora: ¿Qué es necesario que el mundo haga? … El mundo debe aceptar ese perdón, para lo cual es indispensable que primero reconozca sus pecados.

Lo he dicho a lo largo de estas semanas y lo repito: “El pecado a pesar de lo grave que es no es el problema, porque para pecado Dios tiene completa solución”… Siendo esto cierto, el verdadero problema es no reconocer nuestros pecados, porque eso hará que los sigamos cometiendo.

B. LOS QUE QUIEREN GANARSE EL PERDÓN

A la pregunta: ¿Por qué no reconocemos nuestros pecados? Creo que hay varias razones, una de ellas es que el pecado nos gusta y por eso queremos seguirlos cometiendo. Otra razón puede ser que tenemos serias dificultades para perdonar… Y si no perdono a los demás tampoco yo merezco el perdón. Y si no voy a ser perdonado entonces es mejor decir que no tengo pecado para no tener problema.

Sin embargo creo que la razón más poderosa por la cual no los queremos reconocer, es porque nos creemos buenos y/o tenemos la firme intención de mostrarnos como buenos. Y esta mala actitud, la de creernos buenos que en realidad es hipocresía, puede llevarnos a tomar diferentes caminos, todos equivocados.

Por ejemplo, hay quienes cuando les es imposible negar su pecado, les parece que lo que están haciendo es tan, pero tan terrible que no merecen el perdón de Dios.

A lo largo de mi vida me he encontrado con algunos que después de una batalla monumental para que reconozcan que están haciendo las cosas mal… cuando al fin lo reconocen comienzan a decir: “Es que yo no sirvo para nada” O “No vuelvo a decir nada” O ”Es que todo lo hago mal” Y hasta: ”No sirvo para ser cristiano”

Si un marido le dice a su mujer: “Mi amorcito esta camisa quedó mal planchada” Y la mujer tiene esta mala actitud, es posible que responda: “Es que yo no sé planchar, todo lo hago mal, no sirvo para nada, usted me regaña todo el tiempo”….

Puede parecer extraño, pero cuando una persona toma esta actitud de descalificarse por completo ante un evento que ha hecho mal, en realidad lo que a esta persona le está pasando, es que se ha creído buena… Y por esto: Por un lado le cuesta mucho trabajo aceptar su pecado. Pero por otro, esta descalificación que hace de sí misma no muestra de arrepentimiento que es lo que debería hacer, sino de remordimiento que es lo que llevo a Judas a suicidarse.

Pero también esta descalificación de sí mismo es una forma de manipular para que no le hablen más de su pecado.

Eso por supuesto es un camino equivocado, porque lo correcto es que debemos creer lo que Dios nos ha dicho. Y lo que ha dicho es:

Romanos 5.8–9 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Dios nos ama a pesar de ser pecadores, a pesar de ser pecadores Cristo murió por nosotros. Y si ya estamos perdonados por lo tanto no hay duda de que seremos salvos de todo castigo.

El problema para las personas que niegan sus pecados, que insisten en creerse buenas, es que no creen en el amor incondicional de Dios. Y entonces cuando por fin reconocen que están haciendo las cosas mal, se sienten completamente indignos delante de Dios.

No es malo sentirse indignos delante de Dios porque los somos. Lo que es malo es no aceptar su amor incondicional… porque al no aceptarlo podemos comenzar a negar nuestros pecados, o a tratar de hacer algo para pagar, es decir para ganarse el perdón de Dios.

Y es por esta razón que muchos que no entienden el amor y la gracia de Dios, han terminado castigándose físicamente para ganar el perdón de Dios. Hacer esto es muy grave porque lo que en realidad están haciendo es menospreciar por completo el sacrificio de Jesús en la cruz.

Recuerdo que una vez compartiendo de Cristo, la persona que me escuchaba me dijo:

“Yo no puedo recibir a Cristo ahora en mi vida, porque soy un horrible pecador, déjeme primero voy a corregir ciertos asuntos y luego si recibo a Jesucristo”.

Eso suena muy bonito verdad… “Yo quiero que Cristo entre en mi corazón y que encuentre un corazón limpio, además Cristo no va a entrar en un corazón sucio”.

Pero es completamente equivocado. ¿Por qué? Ya lo leímos.

1 Juan 1:7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.

Porque sólo teniendo a Jesucristo en nuestra vida será posible limpiar nuestra vida de pecado.

Y para ayudarnos, para que no quede duda de que es pecado y que no es pecado, es que el apóstol dice:

1 Juan 2.4–5 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; 5pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.

Es muy claro al leer esto que si no estamos haciendo lo que su palabra nos dice, es porque no conocemos a Dios. Y si insistimos en decir que conocemos a Dios pero no estamos guardando sus mandamientos estamos mintiendo.

Pero si estamos haciéndole caso, dice que la razón por la cual le estamos haciendo caso es porque el amor de Dios se a perfeccionado.

En otras palabras: ¿Por qué guardo los mandamientos, porque le hago caso a la voluntad de Dios?

La respuesta correcta es: Porque creo que Dios me ama y porque creo que cumplir sus mandamientos me permite experimentar su amor.

Sin embargo la pregunta es: ¿Puedes ver en los mandamientos de Dios su amor por ti? O ¿Puedes ver en la voluntad de Dios para tu vida el amor de Dios por ti?

Seguramente es muy fácil aceptar el amor de alguien, cuando esta persona me da de regalo algo que yo deseo muchísimo y que me era imposible de conseguir. Un carro, un viaje, un apartamento, una cirugía, etc.

Pero si estoy enfermo pero no lo reconozco, y la persona que me ama me regala un tratamiento qué no deseo, que además es incómodo o doloroso… Mientras no reconozca la enfermedad que tengo, no podré apreciar el amor de quien me quiere sanar.

Eso son los mandamientos y la voluntad de Dios, lo que necesitamos para ser sanados de lo único que realmente nos hace sufrir que se llama pecado.

Es por esto que cuando realmente creemos en el amor de Dios, le hacemos caso. Y en especial le hacemos caso a lo que menos nos gusta porque es allí donde está la enfermedad.

Lo contrario a esto es que no le hacemos caso a Dios porque no creemos ni entendemos su amor… por eso leemos:

1 Juan 2.5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.

Luego decir eso del apóstol comienza a hacer algunas explicaciones acerca del amor. Dice así:

EL AMOR

1 Juan 2.7–8 Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. 8Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.

Parece una contradicción porque primero dice que no escribe un mandamiento nuevo sino el mismo de siempre… Y luego dice que hay un mandamiento nuevo que es verdadero en El y en nosotros…. Porque las tinieblas van pasando.

Me llama la atención que la razón de dar el nuevo mandamiento, es que las tinieblas van pasando… Que la luz verdadera ya alumbra…

Y esto quiere decir, aunque puede sonar extraño que algunos de los mandamientos del viejo pacto fueron dados para un pueblo que a pesar de ser el pueblo de Dios, es un pueblo que estaba en tinieblas.

Esto mismo dicho de otra forma, es lo que Jesús contesta cuando le preguntan por qué Moisés había permitido el divorcio y nuevo matrimonio sin que hubiese adulterio de por medio….

Mateo 19:8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.

Por eso es importantísimo que siempre que usted tome algo del viejo pacto, se cerciore que en el Nuevo Pacto todavía está vigente.

Por ejemplo los que toman la doctrina de la prosperidad del antiguo testamento no han entendido que en el nuevo ya no está vigente, que era una propuesta para un pueblo en tinieblas, por eso los cristianos que andan en tinieblas todavía tratan de aplicar estas promesas de prosperidad material.

Si revisamos el mandamiento antiguo vamos a encontrar que dice:

Levítico 19.17 No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.

Si alguien comete una injusticia con usted, en lugar de quedarse callado y llenarse de aborrecimiento hacía esa persona, lo que usted tiene que hacer es, ponerse a razonar para aclarar el asunto, y a través de esto buscar que la culpa sea reconocida, se pida perdón, y el asunto se arregle.

Si usted no hace eso, sino simplemente se queda con su aborrecimiento, usted está participando del pecado del otro.

¿Si les queda claro? Cuando usted se reciente por lo que otro le hace, usted está participando del pecado del otro. Pero no sólo se quedara resentido, sino que lo más seguro es que sí tiene oportunidad se va a desquitar, tomara venganza. Por eso continúa diciendo la escritura:

Levítico 19:18 No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.

El asunto es claro verdad. Sin embargo hay algo que no se si usted ha notado, y es que estos mandamientos son para aplicarlos ¿Con quién?

Con tu Hermano, con tu prójimo, con los hijos de tu pueblo. Luego encontramos que en la escritura el Señor le dice a su pueblo:

Deuteronomio 23:7 No aborrecerás al edomita, porque es tu hermano; no aborrecerás al egipcio, porque forastero fuiste en su tierra.

Porque le advierte específicamente acerca de los Edomitas. ¿Recuerda usted que hizo el rey de Edom cuando ellos salieron de Egipto?

El rey no los quiso dejar pasar, ellos se quejaron, Dios mandó serpientes, y murió mucho pueblo de Israel. Seguramente muchos de ellos dirían que la culpa era de los edomitas. Pero Dios le prohíbe aborrecerlos, igualmente le prohíbe aborrecer al egipcio. ¿Pero a los otros pueblos qué?

Pues la verdad no parece muy lógico aborrecer alguien que no se conoce, como tampoco parece razonable amar a alguien que no conozco.

Pero: ¿No vive así acaso la mayoría de la humanidad, inclusive la mayoría de los cristianos?

Hay un slogan en el mundo que dice: “El problema no es la maldad de los malos sino la indiferencia de los buenos”. Seguido de la motivación: “Los buenos somos más hagamos algo”

Es decir hay cierta conciencia de falta de amor o compromiso hacia los demás y por eso mundo cada vez está peor.

Ahora: Después de decir que les escribe un mandamiento nuevo, continúa diciendo:

1 Juan 2.9–11 El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. 10El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. 11Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Que otra de las señales de que somos auténticos hijos de Dios es el amor que tenemos por nuestros hermanos. Esta palabra hermano en el texto original se refiere a los hermanos de la carne y a los hermanos en la fe. De donde la pregunta importante es: ¿Amamos verdaderamente a nuestros hermanos?

Ahora si volvemos a leer el verso ocho:

1 Juan 2.8 Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.

Creo que antes de responder la pregunta debemos tener claro: ¿Cuál fue ese nuevo mandamiento acerca del amor que nos dio el Señor Jesús?

Mateo 5.43–44 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;

Ahora: Si revisamos el amor que en el mundo los hombres sienten entre ellos, vamos a notar que ese amor no es imparcial. Es decir en el mundo la gente ama a los que creen que le conviene amar, aman a los que creen que los aman, como mucho aman a los conocidos, pero a los extraños, a los desconocidos, peor aún a los enemigos no se les ama.

En este nuevo mandamiento Jesús amplía el rango de las personas a las que debemos amar, y por supuesto si se nos manda a amar a los enemigos, con mucha más razón debemos amar a los que son indiferentes con nosotros, a los que no nos han hecho nada, a los que no nos traerán ningún beneficio sino más bien molestias.

En el Viejo pacto encontramos como aun profetas de Dios declararon maldiciones, como la del profeta que maldijo los muchachos y unos osos los despedazaron. Pero el nuevo mandamiento dice que debemos bendecir a los que nos maldicen.

Debemos hacer bien a los que nos aborrecen y orar por supuesto por bendición por aquellos que nos ultrajan y nos persiguen.

Y ojo, dar esa clase de amor es una evidencia de que somos auténticos hijos de Dios.

Mateo 5:45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Esta traducción no es muy precisa, sabemos que uno no se convierte en hijo de Dios por las obras, en otra versión dice así:

Así demostrarán que actúan como su Padre Dios que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre los buenos y sobre los malos. Él manda la lluvia para el bien de los que lo obedecen y de los que no lo obedecen.

Es muy importante entender este nuevo mandamiento, porque en el versículo que sigue dice:

Mateo 5.46–47 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?

Es normal que aún los incrédulos sientan amor por aquellos que nos aman. Es normal que los incrédulos saluden a los que lo saludan… Por esta razón cuando nosotros hacemos lo mismo, cuando amamos a los que nos aman y saludamos a los que nos saludan, no estamos haciendo nada que merezca una recompensa.

Es decir no estamos cumpliendo con el nuevo mandamiento… Como quien dice si no hay en tu lista de las personas que amas extraños, desconocidos y aún enemigos no estás haciendo la voluntad de Dios.

Ahora si nos estamos preguntando cómo puedo amar los desconocidos… La respuesta es muy sencilla, el apóstol Pablo escribió:

2 Corintios 5.18–20 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

Los que hemos sido perdonados por Dios tenemos el ministerio de la reconciliación.
Los que hemos sido perdonados por Dios se nos ha encargado la palabra de la reconciliación.
Los que hemos sido perdonados por Dios debemos rogar a los demás para que se reconcilien con Dios.

No hay muestra de amor más importante qué buscar que los hombres se reconcilien con Dios. Y entonces para evaluar si estoy amando con el amor de Dios la pregunta es:

¿Está usted invitando gente para que venga a la iglesia?
¿Está usted compartiendo de Jesucristo a las personas?
¿Está usted aceptando la responsabilidad de enseñar a otros el evangelio?
¿Está usted aceptando la responsabilidad de hacer grupos de oración?
¿Y si no estás haciendo eso, al menos está usted respaldando el ministerio siendo fiel con sus diezmos y ofrendas?

Un segundo cambio en el nuevo mandamiento que está en la forma de amar. El antiguo mandamiento decía:

Levítico 19:18 No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.

Esto mismo lo repite Jesús cuando habla con el joven rico:

Mateo 19.19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Luego lo vemos repetido en las cartas doctrinales:

Romanos 13.9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Gálatas 5.14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

El problema cuando amamos a los demás como nos amamos a nosotros mismos… es por ejemplo:

En el mundo algunos ni siquiera son capaces de ponerse en los zapatos de los demás. Es decir son personas que exigen de los demás cosas que ellos no quieren hacer. Este comportamiento por supuesto muestra un gran egoísmo y una gran maldad.

El marido que es infiel pero que se pone furioso si su mujer le es infiel… El patrón que es incumplido pero exige que el empleado sea cumplido… El padre qué no da testimonio pero exige que los hijos hagan lo que él no hace…

Es más dentro de esta gente que es bien mala, existen aquellos que quieren que sus hijos sean iguales de malos… Lo terrible es que creen que eso es amor. Que sus hijos sean tan orgullosos como ellos, que sean tan aprovechados como ellos son con los demás… Etc.

Hay otros menos malos que son capaces de ponerse en los zapatos de los demás… Recuerdo que a mí me parecía terrible que me pusieran a trabajar fuera del horario estipulado. Ese es un abuso que muchos incrédulos cometen con sus empleados… Y peor aún, no sólo los hacen trabajar más de lo estipulado sino que ni siquiera le pagan horas extras.

El que se pone en los zapatos de los demás cuando llegó la hora de salir del trabajo le dice a su empleado que se vaya… Y si no ha terminado su trabajo entonces hay que reducir el trabajo para que alcance salir a tiempo. O malo malo, tiene que pagarle horas extras.

Sin embargo, aunque este comportamiento es mejor que aquel que ni siquiera se ponen los zapatos de los demás, tampoco es suficiente porque el nuevo mandamiento lo que en realidad dice es:

Juan 13.34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.

No debemos amarnos como nos amamos a nosotros mismos porque a veces ni siquiera nos amamos. O porque aunque creemos que nos amamos lo que estamos haciendo no es verdadero amor.
Lo correcto es que nos amemos como el Señor Jesús nos ha amado a nosotros, y con ese mismo amor amemos a los demás.

En en la carta que estamos estudiando del apóstol Juan, resume el amor de la siguiente manera:

1 Juan 3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

El señor Jesús puso su vida por nosotros para salvarnos…. Como he dicho muchas veces que sus no murió en la cruz para que tengamos plata, o salud, o familia, o un buen trabajo… porque todas esas cosas las podíamos tener sin Jesús.

El Señor Jesús puso su vida para salvarnos, cuando amamos con el verdadero amor ponemos nuestra vida para salvar a los demás… ¿Cómo? Muy sencillo, lo repito:

Usted está amando con el amor de Dios cuando invita gente para que venga a la iglesia.
Usted está amando con el amor de Dios cuando comparte de Jesucristo las personas.
Usted está amando con el amor de Dios cuando acepta la responsabilidad de enseñar a otros el Evangelio.
Usted está amando con el amor de Dios cuando acepta tener célula o grupo de oración.
Usted está amando con el amor de Dios cuando es fiel con sus diezmos y ofrendas para respaldar el ministerio.

Pueda que le suene raro lo del dinero, pero si vemos el versículo siguiente, dice el apóstol que poner nuestra vida por los demás comienza con un acto de generosidad. Por eso dice:

1 Juan 3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?

No sé si usted lo ha pensado pero lo más fácil debería ser dar el dinero. Pero…

¿Qué impide que seamos generosos con aquel que tiene verdadera necesidad? … El amor al mundo.

La escritura dice que el amor al mundo es una evidencia de que el amor del Padre no ha sido recibido por esa persona. ¿Y si no ha recibido el amor del Padre, porque el amor al mundo no le deja… Como podrá amar con el amor de Dios?

Ahora si miramos a quien le hace esta exigencia de amar con el amor de Dios… dice:

1 Juan 2:12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.

La exigencia es a los que hemos sido perdonados.

1 Juan 2:13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.

La exigencia es a los que conocemos a Dios. A los que hemos vencido el maligno. A los que conocemos al padre.

1 Juan 2:14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.

Conocemos a Dios. Hemos vencido al maligno. Su palabra permanece en nosotros

Para luego decir algo que a muchos no les ha amanecido, y es que mientras amemos al mundo no podemos ni disfrutar, ni amar con el amor de Dios.

1 Juan 2.15–17 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 17Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

O amamos al mundo… Y eso pasara y no quedará nada. O amamos con el amor de Dios a los demás y eso que hacemos, con las recompensas que recibiremos perdurará para siempre.

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