PARA QUE SEPÁIS 3
I. INTRODUCCIÓN
¿Qué tan fácil es poder conocer a las personas? Esta pregunta es importante, cuando vamos a tener algún tipo de relación que implica que cada uno cumpla con ciertas responsabilidades. Donde creo que no hay duda, una de las más importantes relaciones es el matrimonio.
Pero no sólo para el matrimonio, pues para todo tipo de relaciones es importante conocer a las personas para tratar de saber, qué tan confiables son esas personas respecto del cumplimiento de las responsabilidades en cada relación.
Es por esto que la escritura nos advierte acerca de la clase de relación que debemos tener con las diferentes clases de personas, motivándonos a acercarnos a algunas, advirtiéndonos y aun pidiéndonos alejarnos de otras. Dice así:
2 Corintios 6.14 No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?
Romanos 12.16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
1 Timoteo 6.5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.
El problema es que cuando tratamos de evaluar a las personas, hay ciertos aspectos que dificultan el conocimiento de ellas. Uno de ellas es la falta de honestidad… O podemos decir; el deseo de la mayoría de querer mostrar el mejor lado, de ocultar nuestras fallas, de tratar de magnificar nuestras cualidades.
Este impedimento es tan real que por eso es bastante común que la gente use la frase: “Por fin sacó las uñas” O ”Escoba nueva barre bien”. Donde se da entender que no siempre la imagen que la gente presenta es la que persiste, pues cuando llegan ciertas circunstancias ya sea difíciles, o de muy buenas oportunidades la gente cambia por completo. A veces la frase puede ser… ”Yo no conocía esa faceta de este personaje, viste la furia con que reacciono” o “Yo no sabía que era tan tacaño” O “Pero tan delicado que es no tenía ni idea”
Lo otro que afecta muchísimo que podamos conocer bien a las personas, es que no siempre somos objetivos por causa de nuestros propios conflictos, y de nuestra imaginación.
Gracias a esto, especialmente a la imaginación, podemos encontrar que muchos de los seres humanos se enamoran con una rapidez increíble de alguien que casi ni conocen. Pero también hay otros que producto de esos mismos conflictos y de la imaginación, les es muy difícil enamorarse de alguien.
Por qué no hay duda que la imaginación puede llevarnos a pensar, que esa persona es un monstruo, o un príncipe azul.
Sin embargo la gran cantidad de relaciones frustradas son evidencia de que en realidad no lograron conocer bien a la persona de la cual se enamoraron, y al pasar el tiempo tienen que aterrizar a la realidad.
Hay básicamente dos extremos a las que las personas pueden llegar. El de ser positivos; ver todas las cosas bien; no ver errores en nadie; y aún aprender a disculpar las cosas malas que son evidentes… Todo esto para poder confiar en esta persona.
Esa confianza en lo que creen realidad, por supuesto mantendrá viva la ilusión de estar con una buena persona. Pero este mal juicio, aunque puede mantener feliz a la persona, tarde o temprano llegara a estrellarse con la realidad de con quien realmente se está relacionando.
Por esto hay personas de las que alguien están abusando, pero ellas piensan que el asunto va a mejorar, lo cual le permite al abusador seguirlo haciendo por mucho tiempo. Y peor aún gracias a este mal juicio muchas veces se liberan de un maltratador o aprovechado, para caer en manos de otro.
La escritura dice:
Proverbios 14.15 El simple todo lo cree; Mas el avisado mira bien sus pasos.
El otro extremo es el del amargado, que estando aun frente a una “buena persona” en términos humanos, no es capaz de ver nunca nada positivo, y si algo bueno le encuentra, entonces tiene que inventarse una mala motivación para aquello. O si algo bueno le encuentra pone más énfasis en lo malo para no involucrarse en la relación. La escritura nos cuenta:
Mateo 11.18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
Como no podía acusarlo de una mala vida… terminaron concluyendo que gracias a un demonio vivía de esa manera, y de esta manera justificaban no hacerle caso.
Y lo mismo terminaron haciendo con Jesús:
Juan 10.20–21 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? 21Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
La actitud de una persona cuando alguien que creen malo se está portando bien, es la de pensar que está haciendo cosas buenas porque luego va a cometer su maldad. “Fulano se está portando bien cuidado, quién sabe que se traerá” o “Si fulano te está saludando bien téngale miedo, quién sabe qué está tramando”
O sea que para conocer verdaderamente a las personas, y poder así saber si podemos o no confiar en ellas, tenemos dos problemas, el primero que no sabemos qué tan honesta esta siendo esa persona, y el segundo que no sabemos que tan objetivos estamos siendo nosotros.
La pregunta es: ¿Cómo podríamos solucionar este asunto? Algunos insisten en que la clave está en poder saber exactamente qué clase de persona es aquella con la que nos vamos o nos estamos relacionando… Entonces se vuelven algo parecido a un detector de mentiras.
Pero: ¿Será posible para nosotros poder conocer con exactitud qué clase de personas son los demás?
El asunto es en realidad muy difícil, peor aún si añadimos el hecho de que, hay personas que si cambian tanto para bien como para mal.
Por esto el pensamiento de algunos es: Si usted a ciencia cierta sabe que es una mala persona, que tiene malas mañas, que tiene malas intenciones, y qué ella manifiesta que no tiene intenciones de cambiar…. Debería salir corriendo.
Pero aún así no ocurre, pues algunos a pesar de eso son capaces de pensar que a lo mejor cuando pase el tiempo, producto de ciertas situaciones, esa persona pueda cambiar.
O lo contrario: Conoce una persona que tiene buenas intenciones, que más aún quiere mejorar… Pero no se arriesga a una relación, porque a lo mejor se le daña el corazón.(Caras vemos corazones no sabemos.)
En este asunto tan complicado la solución que nos da la escritura es la siguiente:
Jeremías 17.5 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.
Y la solución es: No confíe en nadie. Eso quiere decir que independiente de que creamos poder conocer o no el corazón de las personas, lo que es claro es, que no podemos confiar en nadie.
Y nos da una razón en la cual casi nunca pensamos, pero es real, y además supremamente importante. Y es que cuando confiamos en la gente nos alejamos de Dios.
Lo cual quiere decir que definitivamente no debemos confiar en nadie, así creamos que los hemos conocido muy bien.
Esto no debe parecernos un mandato extraño, si tenemos en cuenta que por creer lo que los hombres dicen es que no le creemos a Dios. Eva le creyó a Satanás y no a Dios. Adán le creyó a Eva y no a Dios.
Y esa mala actitud está en nosotros, por eso llegamos a pensar que si logramos conocer verdaderamente a la otra persona, entonces sabríamos si podemos confiar en ella o no… Sin embargo aunque lográramos tener un absoluto conocimiento de todos modos, Dios en su palabra nos dice que no debemos confiar en nadie.
A veces los hijos ofendidos le dicen a su padre… “Me parece el colmo que no confíes en mi” y cuando escucho esto me pongo a pensar que si a veces no confiamos en Dios que es perfección absoluta… ¿Como se nos ocurre confiar en cualquier persona que está llena de malas actitudes?
Esto que digo se puede confirmar al ver el comportamiento de Jesús, quien gracias a los dones que tenía podía tener un conocimiento de lo que había en cada hombre. Es decir la hipocresía de los hombres no era un obstáculo para que Jesús supiera lo que realmente eran. Pero precisamente por ese conocimiento que tenía de los hombres, es que la escritura dice:
Juan 2.23–25 Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. 24Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.
Notemos qué la razón por la cual no confiaba en ellos, es porque los conocía y sabía lo que había en ellos. Y ojo; ni siquiera confiaba en los que habían creído en él.
A veces nos puede pasar que conocemos a alguien y nos formamos una mala imagen. Y por eso es necesario que alguien abogue por ella… Sin embargo en este caso dice muy claro que Jesús, no necesitaba que nadie le diera testimonio de los hombres… Pues ya sabía la verdad.
Esta tremenda verdad no es agradable para nosotros. Porque lo que nos enseñan la escritura es que hay algo en nosotros que no nos hace confiables a los demás. Si volvemos a leer:
Jeremías 17.5 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.
Y una de esas cosas horribles que no nos hace dignos de confianza, es precisamente que los hombres estamos buscando desesperadamente confiar en los hombres, incluidos nosotros mismos. Y cuando esto hacemos, cuando confiamos en los hombres comenzamos a depender de ellos, y el resultado inevitable es que nos alejamos de Dios.
Se que puede sonar muy duro lo que le digo, pero cuando usted confía en su esposo, en su esposa, o en sus hijos, la consecuencia según dice Dios en su palabra es que usted se alejara de él.
Dicho más claro; el gran problema que tenemos los hombres es que siendo pecadores por no confiar en Dios, queremos confiar en hombres pecadores que no confían en Dios.
A veces hemos pensado que si es cristiano si podemos confiar en él, pero el ejemplo que recibimos de Jesús, es que el no confiaba ni siquiera en los que habían creído en él.
Siendo esto así, debemos decidir si vamos a seguir buscando confiar en los hombres, o vamos a decidir confiar en Dios.
¿Según la escritura cuál es la diferencia entre lo uno y lo otro? Si leemos la advertencia o la declaración completa dice así:
Jeremías 17.5–6 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.
Hay una maldición para el hombre que confía en el hombre, hay una maldición para el hombre que depende de los hombres apartándose de Dios… Y el resultado de esa maldición, que me parece terriblemente destructiva, es que no verá venir las cosas buenas que Dios le depara.
Es decir; la situaciones que Dios en su soberanía organiza para bendecir su vida… Las vera como una maldición y por lo tanto vivirá una vida desolada.
Ahora para que hagamos nuestro examen: ¿Cuál es la característica principal que se evidencia en el hombre que confía en el hombre y no en Dios? La respuesta la podemos ver en el siguiente texto:
Isaías 50.11 He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados.
La principal característica es tomar nuestro propio camino, hacer las cosas a nuestra manera, para esperar los resultados que nosotros queremos.
Por supuesto todo esto implica desconocimiento y desobediencia a lo que Dios desea… ¿Y porque lo hacemos? Porque confiamos en que las cosas saldrán bien, lo cual al final, al verdadero final nunca será cierto.
El otro lado de la moneda es:
Jeremías 17.7-8 Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
Contrario a una maldición hay una bendición, contrario a un chamizo seco hay un árbol que da fruto, que no se seca, con buenas raíces, con buena agua… Y contrario a no poder percibir la bondad de Dios en las cosas que suceden, éste no sentirá el calor, es decir aún las circunstancias que los hombres llaman difíciles serán para el una bendición.
De acuerdo a estos dos caminos y a estos dos resultados completamente opuestos: ¿Valdrá la pena confiar en Dios?
¿Cuántos de ustedes están dispuestos a confiar en Dios? Si están dispuestos, espero que lo estén. Quiero que pensemos en lo que significa el siguiente ofrecimiento:
Mateo 11.28–30 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
¿Qué piensa usted de este ofrecimiento hecho por Dios? ¿Cree usted que sea verdad? ¿Cree usted que Dios sea capaz de cumplir? ¿Cree usted que será posible hallar descanso para el alma?
Y si crees que es posible: ¿Qué significa para usted hallar descanso para su alma? O más bien déjeme preguntarle: ¿Qué cosas quiere usted que sucedan que le permitan tener descanso en su alma?… (Preguntar)
Ante este ofrecimiento la mayoría de la gente piensa en una estabilidad y seguridad financiera, en una buena salud, en una buena protección, en buenas oportunidades para descansar y disfrutar, en una larga vida… en un marido, una mujer, unos hijos, unos empleados o jefes confiables…
Es decir pensamos en las cosas que creemos que son necesarias para vivir nuestra vida en la tierra.
Sin embargo respecto de esas cosas que algunos creen qué es lo que necesitan para que su alma descanse, el Señor Jesús dijo:
Mateo 6.25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Luego les dice que si él mantiene las aves, como no los va a mantener a ellos que son más valiosos. También les dice que el afán no logra absolutamente nada bueno, y que el tiene la capacidad de darnos muchísimas más cosas de las que nosotros podemos conseguir, por lo tanto nuestro afán por todas esas cosas, no es sino consecuencia de no confiar en Dios….
En otras palabras: ¿Dónde verdaderamente está el problema, es decir qué es lo que realmente aflige nuestra alma?
La respuesta es que nuestra aflicción, no proviene de las cosas que suceden o no suceden, no proviene de las cosas que alcanzamos o no podemos alcanzar, la verdadera y única razón de nuestra aflicción es nuestra falta de confianza en Dios… Por eso es tan grave confiar en los hombres, porque no nos deja confiar en Dios.
Es por eso que si volvemos a leer:
Mateo 11.28–30 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Lo que quita la afición de nuestra alma es llevar el yugo, que representa la obediencia a Dios. Y eso en otras palabras quiere decir que lo que realmente nos hará descansar, es que dejemos de pecar.
Eso es lo mismo que nos dice el Señor Jesús en el pasaje que habla del afán… Pues dice:
Mateo 6.33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Según esto no hay duda que el verdadero problema en nuestra vida se llama pecado, y como he dicho muchas veces, no el pecado de los demás si no el nuestro. Y si el Señor Jesús nos ofrece descanso es porque ha dado completa solución para el pecado del hombre.
Sin embargo cuando nos dicen que somos pecadores, en lugar de agradecer porque nos están hablando de la razón por la cual nuestra vida no va bien, terminamos ofendiéndonos como si no fuéramos pecadores… Y por esto el apóstol Juan nos dice:
1 Juan 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Y si insisten en decirnos que somos pecadores, pero no creemos en el ofrecimiento de Jesús que nos lleva a descansar, entonces la otra opción será alejarnos, por lo cual también la escritura nos advierte:
Hebreos 10:25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Cuando habla de que debemos exhortarnos… Por supuesto es para que hagamos el bien, que es igual a decir para que para que dejemos de hacer el mal… El problema es que cuando eso sucede en la iglesia, muchos dejan de ir a la iglesia, o se buscan una iglesia donde les hablen lo que quieren oír.
Pero: ¿No reconocer nuestro pecado, echarle la culpa a otro, o salir huyendo de la iglesia traerá descanso para nuestra alma?
Si revisamos lo que hicieron Adán y Eva cuando fueron confrontados con su pecado…
Génesis 3:12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera
¿Será que podemos decir qué tan de malas Adán Y con la esposa que Dios le dio? No. El problema fue confiar en ella. Y cuando confío en ella… ¿En quién había confiado ella?
Génesis 3:13 Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó,
¿Será exagerado decir que cuando una mujer no confía en Dios, está confiando en Satanás?
El resultado fue que ninguno de los dos reconoció. Y esto lejos de traer descanso para sus almas, lo que hizo fue complicarles enormemente la vida, pues Dios los disciplinó echándolos del paraíso y haciendo sus vidas muy difíciles.
En conclusión, con toda seguridad podemos decir que cuando la palabra de Dios nos muestre que somos pecadores, debemos reconocer nuestros pecados, y tomando la decisión de no pecar más debemos aceptar el perdón de Dios.
Creo que es importante insistir, que el reconocimiento de nuestro pecado, y la aceptación del perdón de Dios, sólo es efectivo si esta ligado al propósito de no pecar más. Su palabra dice:
1 Juan 1:6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
DIFERENCIA ENTRE TENTACIÓN Y PECADO
Eso quiere decir que el auténtico hijo de Dios, sabe que es pecador, también sabe qué hay maldad en su corazón, pero ha tomado la decisión de no pecar más. Eso es lo que significa andar en luz, esa es la evidencia de tener comunión unos con otros, y eso le permitirá recibir de manera continua el perdón y la limpieza de la maldad.
Pero esto es un proceso, y no debemos olvidarnos pues el diablo puede aprovecharse de nuestra ignorancia. Sin embargo también es muy importante saber, que es un proceso y que no lo es.
Y ojo con esto. La decisión de no pecar más no es un proceso en el cristiano auténtico, es el resultado de haber nacido de nuevo, y de estar en comunión con Dios.
Estoy pensando en dejar de pecar no es un pensamiento de un auténtico cristiano… Si es posible que el auténtico cristiano este en dudas sobre si algo es pecado o no. Pero cuando tiene certeza de que algo es pecado, automáticamente debe venir la decisión de no pecar más.
Algo está muy mal cuando un creyente selecciona qué pecados dejar y cuáles no.
Está tan mal vivir de esa manera, que es posible que no sea un auténtico hijo de Dios. Porque la escritura dice:
Apocalipsis 3:16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
Si creemos que la salvación no se puede perder, entonces Dios no puede vomitar a un hijo de Dios. Lo cual quiere decir según este texto, que el que es tibio es porque no es un hijo de Dios.
Sin embargo hay otra forma en que seleccionamos qué pecado dejar y cual no, que a veces es hecha de forma inconsciente producto de nuestra ignorancia.
Por ejemplo; a veces no dejamos ciertos pecados porque insistimos en pensar que no son pecado…
Para algunos todavía no es pecado llegar tarde pudiendo llegar temprano, para otros no es pecado cumplir su palabra pudiéndola cumplir, para otros no es pecado ser fieles con Dios, pudiéndolo hacer, etc. Y otras veces terminamos llamando pecado lo que en realidad no lo es.
¿Y porque el hombre toma una de estas dos opciones que son equivocadas? Porque aunque el auténtico hijo de Dios es el que toma la decisión de no pecar más… De todos modos todavía siente ganas de pecar. ¿Hay acaso algunos de ustedes que nunca siente ganas de pecar?
Pregunto… ¿Sentir ganas de pecar es pecado? (Levanten la mano los que creen que es pecado sentir ganas de pecar.)
Cuando usted, ha fornicado durante muchos años, y un día dice no voy a fornicar más… Pero sigue sintiendo ganas… ¿Está pecando?
Cuando usted ha mentido durante toda la vida, y un día toma la decisión de no pecar más, pero sigue sintiendo ganas de mentir… ¿Está pecando?
Cuando usted al recibir la provisión de Dios siente ganas de robar a Dios… ¿Está pecando?
La Escritura nos enseña en la carta de Santiago lo siguiente:
Santiago 1.12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
No hay duda que la tentación, son las ganas que sentimos de desobedecer a Dios. Y lo que dice aquí es que cuando nos aguantamos las ganas de pecar, es decir cuando nos aguantamos las ganas de desobedecer a Dios, somos bienaventurados lo cual implica una triple bendición. Y además por estar pasando la prueba seremos premiados con la corona de Vida.
Eso quiere decir, que sentir ganas de pecar aunque es evidencia de la maldad que hay en nuestro corazón, no es considerado pecado, en el sentido de que no hemos tomado la decisión de sentir esas cosas.
Porque si sentir las ganas de pecar sin haber tomado la decisión de sentir eso fuera pecado, entonces seríamos disciplinados solo por sentir las ganas. Pero lo que dice el pasaje, es que si nos aguantamos esas ganas de pecar seremos premiados.
Según esto no hay duda, que lo que es pecado es hacerle caso a esas ganas de pecar. Sin embargo al decir esto parece haber contradicción con las palabras de Jesús cuando dijo:
Mateo 5.27–28 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Para entender esto hay que tener claro que Jesús hablo bajo la ley. Y bajo la ley lo que Jesús está diciendo es que el sólo deseo de pecar ya se consideraba pecado, por esa razón era imposible que el hombre logrará salvarse por medio del cumplimiento de la ley.
Lo que estamos leyendo corresponde a la gracia, al Nuevo Pacto. Es decir; es un mensaje para aquellos que han sido perdonados por Dios, que han sido aceptados a pesar de la maldad que hay en ellos, precisamente con el propósito de limpiar esa maldad.
En otras palabras; Dios sabe que nuestro corazón está corrompido, y lo que se necesita para sanarlo es que no hagamos más caso a esa maldad. Y si eso hacemos, seremos bienaventurados y premiados.
Si volvemos a la carta de Santiago, veremos que luego de esto hace una aclaración acerca del origen de la tentación. ¿Por qué?
Porque no falta quien diga cuando cae en la tentación: “Es porque Dios sabe que soy débil y como Dios me tentó sabiendo que yo era débil, entonces Dios la verdad quería que yo pecara, en realidad Dios quería darme unas vacaciones”. Otros lo dice mas corto. “Es que tocaba pecar” “Es que tocaba mentir” “Es que tocaba robar” “Es que soy mas débil que tu”
En este argumento hay dos errores. El primero es que la escritura dice:
Santiago 1:13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie…
Definitivamente Dios no puede ser tentado porque no hay en el maldad ni deseos de pecar. Y el no tienta a nadie. ¿Donde entonces se origina la tentación? Continúa diciendo:
Santiago 1:14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
¿Qué es la concupiscencia? La concupiscencia son esos deseos de pecar que sentimos producto de haber estado practicando el pecado durante toda nuestra vida.
Pero: ¿Es la concupiscencia pecado? Es decir: ¿Esas ganas que sentimos de pecar por haberlo estado practicando el pecado, son pecado? ¿Qué dice la escritura?
Romanos 6.12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
Según este texto el pecado reina en nuestro cuerpo, pero sólo cuando obedecemos a la concupiscencia. Lo mismo dice el siguiente:
2 Timoteo 4.3–4 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas..
Lo que está mal es buscar una iglesia donde me enseñen una doctrina que me permita seguir mi concupiscencia. Contrario a esto también dice la escritura:
1 Pedro 4.1–2 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.
En otras palabras siguiendo el ejemplo de Cristo, dispongámonos a no hacer caso a nuestras concupiscencia, así eso nos haga sufrir. Y cuando pensemos que nuestra situación es la más difícil, que dejar nuestro pecado duele mucho, acordémonos que Jesucristo fue voluntariamente a la Cruz para terminar con el pecado en nuestra vida.
Como quien dice lo que cualquiera de nosotros pueda sufrir por dejar el pecado no es nada. Continúa diciendo:
1 Pedro 4.3–4 Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. 4A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan;
Cuando sentimos esos malos deseos, por supuesto son deseos que no agradan a Dios, pero Dios sabía que estaba dañada nuestra alma, y por eso precisamente el plan de salvación incluye un tratamiento para sanar o salvar nuestra alma.
Eso quiere decir, que no se deje engañar del diablo por aquellos malos deseos que todavía hay en su corazón, como si usted no fuera cristiano, o como si usted no gozara del perdón de Dios.
Pero tampoco se deje engañar pensando que esos deseos están ahí y ahí se van a quedar… “Es que yo soy así” Porque la auténtica vida cristiana traerá la solución para toda esa maldad.
Eso quiere decir que aunque los cristianos todavía tengamos malos deseos, lo importante es que tengamos el firme propósito de no complacerlos, hasta que con el tiempo estos deseos vayan desapareciendo.
Reconocer que tenemos malos deseos, es decir que hay maldad en nuestro corazón duele para la carne, para el ego, para el orgullo, duele aterrizar y reconocer que no somos tan buenos como creíamos.
Tomar la decisión de no satisfacer más esos malos deseos también duele… Precisamente por eso muchas veces aunque tomamos la decisión, en el momento crítico por no apropiarnos de la salida dada por el Señor… Pecamos.
Continúa la escritura en Santiago:
Santiago 1:15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Lo que sí es pecado, es que cuando usted sienta ganas de pecar, tome la decisión de pecar.
Puede ocurrir gracias a la misericordia de Dios, que aunque tome la decisión de pecar, no pueda cometer el pecado. ¿A que me refiero? Bueno, alguien toma la decisión de robarse algo pero al final no puede. Otro tomar la decisión de fornicar pero al final no puede, etc.
Es decir; la escritura hace la diferencia entre concebir o dar a luz al pecado, y consumar el pecado.
Concebir el pecado es decir sí a las ganas de pecar. Ese sólo si ya es pecado. Pero es muchísimo más grave cuando el pecado es consumado pues dice, que da a luz la muerte.
Y la muerte es lo contrario a la vida. La Escritura dice:
Romanos 8:13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Mientras mantengamos la decisión de hacer morir las obras de la carne estaremos bien. Sin embargo al hacerlo debemos tener en cuenta la ayuda de Dios. La escritura dice:
1 Corintios 10:12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga
Puede ocurrirnos, que tomamos la firme decisión de no pecar, pero no lo hacemos pensando en la provisión de Dios, sino convencidos que en nosotros hay la capacidad, la fortaleza, la fuerza de voluntad de decir no al pecado… Y como consecuencia volvemos a pecar.
Y cuando esto nos sucede de manera repetida, podemos terminar pensando que no hay poder para combatir el pecado, o peor aún, pensar que ni siquiera somos cristianos y por eso no podemos combatir el pecado.
Por esto después de haber tomado la decisión de estar firmes, el apóstol continúa diciendo:
1 Corintios 10:13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
La tentación, ya vimos que son los malos deseos que seguirán aflorando en nuestra vida, producto de la situaciones que Dios permite, para que aprendamos a decirles no, y estos deseos vayan siendo cada vez más débiles hasta que desaparezcan.
Lo que tenemos aquí es una promesa de que Dios no dejara que la tentación llegue más allá de lo que podemos resistir. Y nos aclara que la razón por la cual la caemos ante la tentación, es que no nos APROPIARNOS de la salida que Dios nos da para poder soportar.
En cierto modo ya hablamos de esto cuando hablamos de las razones por las cuales un cristiano permanece carnal y no madura. Son estas mismas herramientas las que el cristiano ignora por lo cual sucumbe ante la tentación.
El cristiano cae en la tentación porque no aprovecha adecuadamente:
A. LA PALABRA
B. LA ORACION
C. EL COMPAÑERISMO
D. EL PASTOREO
E. EL ESPÍRITU SANTO O LA UNCIÓN
F. LAS SITUACIONES O CIRCUNSTANCIAS QUE TE RODEAN
G. LAS DISCIPLINAS
¿Qué necesitamos? Deja de confiar en los hombres, ncluidos nosotros mismos y aprender a confiar cada vez más en Dios. Recordemos su promesa:
Mateo 11.28–30 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.