COMO ACERCARNOS A DIOS – PARTE 2
I. INTRODUCCIÓN
Estamos hablando de cómo acercarnos a Dios. En la escritura, en el Evangelio de San Juan encontramos la narración de cómo Nicodemo se acercó a Jesús. Y la escritura nos cuenta que este era un hombre religioso, un maestro, y además uno de los gobernantes de Israel.
Es decir; según lo que piensan los hombres, cumplía los requisitos para acercarse y tener una buena relación con Dios. Sin embargo a pesar de lo que era, y de su conocimiento de las escrituras, cuando Jesús le habló de lo que tenía que hacer, este hombre no entendió de que le estaba hablando.
Hoy hay muchísima gente así, que parece cumplir los requisitos para acercarse a Dios, sin embargo cuando uno les pregunta cómo manejan su relación con Dios, en realidad no tienen ni idea de lo que es necesario para tener una buena relación Dios, y ser verdaderamente salvos.
El Señor Jesús le explica a Nicodemo el requisito necesario para ser salvo. Y lo que le dicen es algo que la gran mayoría, aunque tal vez sea más cierto decir, que absolutamente todos pasan por alto.
Nicodemo se acerca reconociendo que Jesús indudablemente está actuando con el poder de Dios… Y pareciera que ignorando las palabras de Nicodemo, Jesús le dice:
Juan 3.3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo no tenía ni idea de como nacer de nuevo. Eso era algo totalmente nuevo para el como lo es, creo que para todos los seres humanos. Nicodemo dice una tontería y él Señor Jesús le repite:
Juan 3.5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Luego Nicodemo pregunta:
Juan 3.9–11 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.
Parte del problema según menciona Jesús, es que la gente no recibe el testimonio, de los que saben qué es lo que hay que hacer para nacer de nuevo.
Y el problema es que si una persona no cumple con este requisito, el de nacer de nuevo, no importa todo lo buena persona que pueda ser, será imposible que participe del reino de Dios. A excepción de los niños que son salvos por la misericordia de Dios, hasta que llegue el momento en que al hablarles de Jesús, lo acepten confirmando su salvación, o lo rechacen perdiéndose la oportunidad de ser salvos.
Sin embargo en los que rechazan a Jesús, les queda abierta la oportunidad de salvación hasta el día de su muerte. Y si al momento de morir no han nacido de nuevo, entonces se confirma su condenación eterna.
Todo esto quiere decir: Que acercarse a Dios es en realidad acercarse a Jesús. Pero este acercamiento no es un acercamiento en el plano físico, como mucha gente cree que lo es.
Y digo esto porque cuando la gente piensa en acercarse a Dios, normalmente piensan en un lugar que consideran sagrado, en un tiempo específico,(como navidad o semana Santa) y aun acercándose a personas que se supone que se acercaron a Dios. Según la tradición, los santos.
Mis padres cuando jóvenes viajaron Europa y fueron a Lourdes. Allí fue donde según la tradición, la virgen María se le apareció a tres pastorcitos… Y por esta razón, ellos trajeron agua de esa fuente, considerándola milagrosa porque venía de un lugar sagrado.
Sin embargo el acercarse a Dios en este tiempo no tiene relación con un lugar sagrado. Digo en este tiempo, porque bajo el viejo pacto Dios si mandó construir un templo, y cuando la gente quería acercarse a Dios allí era donde debería ir.
También bajo el viejo pacto había un tiempo especial, que era mas propicio para acercarse a Dios, y era el día de la expiación.
Y aún podemos ver en la escritura que acercarse a los huesos de un hombre de Dios podía traer bendición.
Pero ese tabernáculo y todas las cosas que Dios mandó a hacer allí, tenía como propósito anunciar a Jesús. Y cuando Jesús viene, la gente que buscaba a Dios entendió que debía acercarse a El. Pero de acuerdo a lo que leemos en las escrituras, la clave no estaba en ese acercamiento físico, sino en creer en el mensaje que Jesús estaba dando.
Y es por esto que podemos ver, que muchos que se acercaron a Jesús, al no creer en su mensaje terminaron diciendo que era un endemoniado.
Juan 8.52–53 Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte. 53¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?
La razón: Estos hombres no creían en la resurrección. Quien no cree en la resurrección vive su vida de una manera completamente diferente, de aquel que sí cree que habrá un juicio y una vida futura.
Quien cree en la resurrección sabe que su vida en la tierra es un instante, un cronon de tiempo comparado con una eternidad gloriosa, producto de invertir su vida haciendo la voluntad de Dios, en lugar de desperdiciarla haciendo la propia.
Pero como el mensaje de Jesús evidenciaba su pecado, por eso no les gustaba su palabra, mucho menos la iban a creer. Y al no creerla, pues no les sucedía lo que sí sucede en aquel que la cree. La escritura dice:
1 Pedro 1.23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
Es la palabra de Dios, que al ser creída produce el nacimiento espiritual. Eso quiere decir que el verdadero acercamiento a Jesús es acercarnos a su palabra. Y esto en realidad no resulta difícil.(En China acaban de imprimir 200 millones de biblias)
Por supuesto también hay distorsiones de la palabra, como ocurre con las novenas navideñas tradicionales donde la verdad dicen un poco de que herejías, que no ayudan a que la gente se acerque a Dios, al igual que los falsos evangelios predicados en muchas iglesias.
Sin embargo, todo aquel que realmente quiera acercarse a Dios, Dios le dará la oportunidad de escuchar el mensaje verdadero… La escritura dice:
Jeremías 29.13–14 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14Y seré hallado por vosotros, dice Jehová…
Pero también dice:
Romanos 10.16–18 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? 17Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. 18Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras.
“Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras” Pero una cosa es oír la palabra de Dios, la cual muchos han oído y oirán, y otra muy diferente creer en esa palabra.
Ahora: ¿Qué significa creer de verdad en esa palabra? El apóstol Pablo que predico la palabra del Señor en Tesalónica, nos da claridad en este asunto:
1 Tesalonicenses 2.13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.
Creer en la palabra es en realidad recibirla como palabra de Dios. No como palabra de hombres. Porque cuando Dios habla y determina algo, o hace alguna advertencia, no hay duda que lo que el Dios todo poderoso creador de los cielos y la tierra ha dicho, se cumplirá.
Estos hombres recibieron la palabra, creyendo que era la palabra de Dios. Y esa fe en la palabra, que es igual a decir, esa fe en Jesús actuó en ellos como creyentes, produciendo un verdadero cambio en sus vidas.
Algo similar dice el apóstol Pablo a los Corintios, pero añade algo muy importante:
1 Corintios 15.1–2 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
Nuevamente muestra que la clave está en recibir la palabra de Dios y creer en ella, pero hace énfasis en perseverar en ella y en retenerla… Y perseverar y retener la palabra no es otra cosa que obedecerla hasta el fin. Lo cual será posible solo si la fe en Jesús es auténtica.
Porque si recordamos la parábola de la semilla, podemos ver que la semilla fue esparcida en diferentes clases de tierra. Y en todas comenzó a producir ciertos resultados, pero los afanes, las persecuciones, el diablo, y el mundo hicieron infructuosa la palabra… Sólo la que cayó en buena tierra dio fruto que permanece.
Lo cual da a entender que son muchos los que comienzan, pero no todos perseveran.
Por todo esto, les decía la semana pasada, que para acercarse a Dios debemos leer su palabra, debemos orar para entender cómo aplicarla nuestra vida, debemos ir a la iglesia para ser enseñados y exhortados con la palabra. Y cuando no entendamos debemos preguntar para tener claridad… Pero todo esto de nada sirve, si no obedecemos a la palabra, si no perseveramos en ella y no la retenemos.
Para perseverar y retener la palabra hay una cualidad que es necesario que los hombres tengan, esta actitud la pueden tener aún antes de conocer las escrituras. Estoy hablando de la integridad o rectitud. Y de esta dice la escritura:
Proverbios 28.18 El que en integridad camina será salvo; Mas el de perversos caminos caerá en alguno.
Según este texto aquel que practica la integridad será salvo. Y también según este texto la integridad es completamente opuesta a la perversidad. Y la perversidad es descrita como la acción de una persona que hace el mal, y se goza haciendo el mal. También es descrita como una maldad muy grande e intencionada.
Y ciertamente hay muchos ejemplos en la escritura de cómo la integridad, hace que los hombres reciban la bendición de Dios. Uno de los primeros que encontramos es el de Abimelec, quien cuando tomó la esposa de Abraham, Dios le dijo:
Génesis 20.3 Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido.
Ante semejante amenaza de muerte de Parte de Dios, Abimelec le explica a Dios lo que Dios ya sabía:
Génesis 20.5 ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto.
Este hombre a pesar del poder que le daba su posición, tenía un comportamiento honesto, cosa que no ocurre en la mayoría de las personas que tienen poder sobre otras, pues lo normal es abusar de los demás, de los empleados, aún de la esposa y los hijos…
Pero a pesar de querer hacer las cosas de manera correcta, había tomado la mujer que no debía, porque había sido engañado. Es decir; su ignorancia lo llevo a hacer algo incorrecto delante de Dios, aunque su deseo era hacer lo correcto.
Génesis 20.6 Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases.
Dios bendice la actitud de integridad de este hombre, pues lo detiene de hacer cosas peores y además le perdona la vida por lo que ya había hecho. Y por supuesto este hombre hace lo que Dios le pidió.
Otro ejemplo de integridad es el de Job, quien a pesar de la difícil situación que estaba viviendo, seguía decidido a hacer las cosas de manera correcta. No pensaba lo mismo su mujer. Ella como muchos, faltos de fe y de integridad, cuando la situación no les parece favorable deciden enemistarse contra Dios. Y por esto:
Job 2.9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.
Muchos ante situaciones difíciles toman la decisión de no hacer lo correcto, de vengarse, de robar, de mentir, de hacer lo incorrecto para defenderse de los demás, de hacer algo que no está bien para salir de esas difíciles situaciones… Pero Job estaba decidido a hacer lo correcto, lo cual hacía que su mujer se molestara. Sin embargo él le contestó:
Job 2.10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
Luego aparecen algunos consejeros quienes basados en la doctrina de la prosperidad lo acusan de estar haciendo las cosas mal, razón por la cual según ellos, había recibido todo ese mal. Sin embargo él responde:
Job 27.5–6 Nunca tal acontezca que yo os justifique; Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad. 6 Mi justicia tengo asida, y no la cederé; No me reprochará mi corazón en todos mis días.
Mostrando una determinación muy firme de hacer lo correcto pase lo que pase. Aunque al hacerlo, se haga de enemigos y aunque por ser íntegro pierda la vida.
Lo increíble de esto es, que Job estaba equivocado respecto de lo que él pensaba acerca de Dios, pero él creía que era lo correcto. La misma situación de Abimelec, qué también pensaba estar haciendo lo correcto.
Esto quiere decir que las personas íntegras no siempre hacen lo correcto. Pero la gran diferencia con los perversos es que cuando las personas íntegras hacen algo mal, no lo hacen por maldad, sino por que no conocen la verdad.
Y es por esto que las personas íntegras, cuando reciben la verdad que les permite entender su equivocación, reconocen su error y ojo… Corrigen o reparan el daño que han causado.
No es íntegro aquel que ha hecho algo mal por error, y luego cuando descubre la verdad deja así.
En el caso de Abimelec inmediatamente devuelve a la mujer, y aún le da riquezas a Abraham para que se vaya… En el caso de Job cuando Dios le muestra su error el dice:
Job 42.4–6 Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. 5 De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. 6 Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.
Y esa integridad le hizo recibir el favor de Dios, pues además de conocer más a Dios qué es la mayor bendición, también fue restaurado en toda la riqueza que tenía.
Pero no ocurrió lo mismo con aquellos que lo acusaban, los cuales para ganar la discusión dijeron cosas que ni ellos mismos creían, por esto Dios dice al final:
Job 42.7 Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.
Podemos decir que una persona es íntegra, cuando para ella, es más importante hacer las cosas de manera correcta, que lograr los objetivos.
Para estos hombres era más valioso ganar la discusión que decir la verdad. Hay muchos que son así.
Esa es la diferencia entre una persona que es íntegra y quien no lo es. Y creo que todos los hombres estamos siendo continuamente probados respecto de esto, respecto de que están íntegros somos en las diferentes áreas de nuestra vida.
Preguntémonos: ¿Qué es más importante para nosotros, obtener dinero o hacer las cosas de manera correcta? Para los que es más importante ganar más dinero, mentirán, incumplirán sus compromisos, no pagaran a tiempo, no cumplirán su palabra, abusaran con el horario de los empleados…
(Me parece increíble como muchos empleados se dejan abusar trabajando mucho más allá del horario por el cual los contratan, cosa que ocurre en empresas supuestamente muy legales)
Para los que es más importante hacer las cosas de manera correcta, no les importara ganar menos o perder por decir la verdad, siempre cumplirán sus compromisos, siempre pagan a tiempo, siempre cumplirán su palabra, no abusarán de los empleados…
Para las personas correctas lo más importante es hacer las cosas de manera correcta, independiente de cuáles sean los resultados; para las personas que no son íntegras, siempre lo más importante serán los resultados que la forma de lograrlos.
Pero: ¿Por qué he decidido extenderme un poquito en explicar la integridad?
Porque la integridad, o al menos algo de integridad es necesaria para que al acercarnos a Dios a través de su palabra, la podamos recibir. Y eso quiere decir que hay personas que aún antes de nacer de nuevo, antes de conocer al Señor, eran personas íntegras. Y la escritura dice de ellas:
Juan 3.19–21 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.
Aquí está explicando qué las personas que no son íntegras no reciben la palabra de Dios, porque la palabra de Dios los acusa respecto de algo que ellos han decidido no cambiar.
Que es igual a decir que no son íntegros, porque sus objetivos siguen siendo más importantes que hacer las cosas de manera correcta.
Esa decisión de no cambiar, de seguir mintiendo, de seguir abusando, de seguir fornicando, de seguir cometiendo cualquier pecado sabiendo que es pecado, no les permitirá ser salvos, a no ser que tomen la decisión de cambiar.
Hay un dicho cristiano que dice: “O la escritura te aleja del pecado o el pecado te aleja de la escritura”
Pero el que practica la verdad, el que quiere hacer las cosas de manera correcta a pesar de su gran ignorancia, este si recibirá la palabra y recibirá la salvación, pero sólo si Dios ve en el, el deseo genuino de hacer las cosas como Dios dice.
Hay dos cosas respecto de la palabra qué hace una persona que es integra. La primera es que hace lo correcto siempre, independiente de las circunstancias. La persona que no es íntegra sólo hace caso a Dios cuando cree que las circunstancias le favorecen.
Lo segundo que hace una persona que es íntegra, es que; no selecciona que mandatos obedecer. Todo lo que va entendiendo que Dios le pide a hacer o no hacer, eso es lo que hace.
Mientras que la persona que no es íntegra, selecciona que mandatos obedecer y cuales no.
Y como la palabra nos dice cómo relacionarnos con nuestros semejantes, la persona que es integra aplicar la misma norma para todos… Mientras que la persona que no es íntegra a unos les aplica la norma y a otros no, dependiendo de sus preferencias.
La persona íntegra cumple su palabra con todos. La persona que no es integra cumple con los que le parecen importantes, pero con los que no le importan o no se pueden defender, a ellos no les cumple.
Las personas que no son íntegras le cumplen al banco porque o si no los demanda, pero a la empleada de servicio a esa sí la tienen aguantando por qué no se puede defender. Eso es perversidad.(Tuvimos una empleada que trabajaba interna a la cual le pagaban 150.000 $ al mes)
Y esta es una de las razones por las cuales Dios es muy fuerte al decir que el que no le cumple al pobre, al desvalido o a la viuda, se está enfrentando a Dios mismo. La escritura dice:
Proverbios 14.31 El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; Mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.
Proverbios 17.5 El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor; Y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo.
Más aún, hay algo que pocos saben, y es que al darle Dios la palabra al pueblo de Israel los elevo a la categoría de dioses e hijos del altísimo. Y el propósito que ellos debían cumplir al creer en la palabra era:
Salmo 82.3–4 Defended al débil y al huérfano; Haced justicia al afligido y al menesteroso.4 Librad al afligido y al necesitado; Libradlo de mano de los impíos.
Pero en lugar de usar la ley de Dios para cumplir con este propósito, aprovechando el poder de la posición que habían recibido, se aliaron de los ricos y abusaron de los pobres. Por esto Dios les dijo:
Salmo 82.5 No saben, no entienden, Andan en tinieblas; Tiemblan todos los cimientos de la tierra. 6Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; 7 Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis.
Es posible que en ciertas áreas ya seamos íntegros mientras que en otras no, y por supuesto Dios tratará nuestras vidas para llevarnos a ser íntegros en todo, todo el tiempo, y con todos.
¿Cómo entonces acercarnos a Dios? Leyendo la palabra con integridad; orando para aplicarla a nuestra vida con integridad; asistiendo a la iglesia con un deseo genuino e íntegro de recibir la bendición de Dios; escudriñando, buscando y preguntando acerca de las cosas que no entendemos, para entenderlas bien… Pero nada de esto sirve si no obedecemos con integridad.
EL LIBRE ALBEDRÍO
Ahora; si hay que obedecer a Dios con integridad, todo el tiempo, todas las normas, con todas las personas… La pregunta que algunos se hacen es: ¿Y qué pasa con las cosas que yo quiero?
En primer lugar yo diría, que ya hemos visto ejemplos de personas que se acercan a Dios para recibir lo que ellos querían, lo han recibido, pero no han recibido salvación.
La razón que Dios da de no haber recibido salvación, es que no tuvieron suficiente fe para hacer la voluntad de Dios. La fe sólo les alcanzó para pedirle a Dios que les ayudara a hacer su voluntad.
Algunos ante esto se justifican o defienden diciendo que Dios nos creo con libre albedrío. Queriendo dar a entender que Dios nos ha dado la capacidad de decidir qué hacer con nuestra vida.
Respecto de esto lo primero es aclarar que esta expresión: ”Libre albedrío” No aparece en la escritura.
Lo que en realidad aparece es Dios dando dirección u órdenes, ante las cuales Dios nos hace responsables de las consecuencias de obedecerlas o no.
Por esto algunos creen que lo apropiado es decir que tenemos una responsabilidad moral frente a nuestras decisiones, en lugar de decir libre albedrío, como si pudiéramos escoger hacer cualquier cosa sin que eso traiga consecuencias.
Los que creen en este libre albedrío, creen que el hombre tiene la libertad de decidir que hacer con su vida, que peinado hacerse, qué clase de ropa colocarse, que carrera estudiar, con quien ennoviarse, casarse y cuántos hijos tener, donde trabajar o no, etc.
Y entonces enseñan que tenemos libertad, entendiendo por libertad que podemos hacer cualquier cosa, mientras que nuestra libertad no obstruya la libertad del otro.
Otra forma de decirlo es: Mis derechos terminan cuando vulnero los derechos de los demás.
Por supuesto todo esto suena bien, y hasta parece justo… Pero en primer lugar es una gran mentira en la mayoría de la gente. Por ejemplo: ¿Dónde están los derechos del bebé en el vientre cuando la madre ejerciendo sus derechos lo asesina? O ¿Dónde están los derechos del pobre cuando los ricos los oprimen? O ¿Dónde están los derechos de los que votaron por el no… Si el gobierno hizo todo lo contrario?
Pero supongamos que es cierto o qué es correcto, que mis derechos y mi libertad termina donde vulnero los derechos o la libertad de los demás.
Y entonces…Un día a una joven cristiana le dicen: Fulanito está orando por ti, él le está pidiendo a Dios para que tú seas su esposa… Y esa cristiana entró en un tremendo conflicto, porque por ninguna razón quería terminar de esposa del fulano.
Sin embargo, de acuerdo a la definición que la gente cree respecto del libre albedrío, ambos tienen derecho o libertad de desear y orar por lo que desean.
Y si ambos tienen derecho: ¿Cómo arreglar el conflicto de que lo que uno desea, el otro no lo desea? ¿Cómo se arregla esto?
Si obligamos a ella a aceptar lo que él desea, sin que ella lo desee: ¿Estaremos haciendo bien? O si obligamos a él a quedarse sin ella: ¿Estaremos haciendo bien? ¿Qué es lo correcto?
La pregunta es: ¿Pueden ambos ejercer su libre albedrío? Y la respuesta es no. Es imposible que los hombres sobre la tierra pueden ejercer su libre albedrío, sin afectar a las personas que están a su alrededor.
Un ejemplo que a veces doy acerca de esto es, cuando hay un partido de fútbol y en ambos equipos hay jugadores cristianos… Y ambos oran para poder ganar. ¿A quién debe escuchar Dios? ¿A ambos porque ambos están ejerciendo su libre albedrío? Verdad que no es posible.
Déjeme reformular la pregunta: ¿EXISTE EL LIBRE ALBEDRÍO?
¿Existe realmente la libertad de que cada uno de nosotros escoja lo que bien le parece? La respuesta es no. Absolutamente no.
Entonces: ¿Quién debe decidir qué debe hacerse en esa y en muchas otras situaciones similares?
Y la única respuesta aceptable es: Dios es quien debe decidir qué hacerse. Porque es el único que puede, sin equivocarse, tomar la decisión correcta, justa y buena.
Sí tomamos este ejemplo, y lo aplicamos a cualquier decisión en nuestra vida, vamos a entender que no tenemos derecho a hacer lo que nos venga en gana, respecto de absolutamente nada, porque cualquier elección que hagamos va a perjudicar los derechos, o al menos los deseos que las otras personas tienen.
Por esta razón, lejos de creer que tenemos libre albedrío, lo que debemos es consultar a Dios respecto de cualquier decisión qué tengamos que tomar.
Pero: ¿Será esta una forma exagerada de ver la obediencia a Dios? Es decir algunos piensan que nosotros podemos decir acerca de todas esas cosas triviales de la vida, pero en las cosas importantes hay que consultar con Dios.
El asunto es: ¿Hay algún pasaje bíblico que respalde esta forma de ver la vida cristiana? En verdad: ¿Hay algún pasaje bíblico que diga que sólo en las cosas importantes debemos consultar a Dios pero en las pequeñas podemos hacer lo que nos venga en gana?
Yo no los he encontrado. Los que he encontrado más bien dicen:
Jeremías 10.23 Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos.
El profeta reconoce que el hombre no puede mandar acerca de su camino, no lo puede escoger. Y ya estando caminando tampoco puede ordenar sus pasos. Y como nosotros no podemos escoger qué hacer con nuestra vida, y después de haber escogido no podemos determinar cada paso, la escritura dice:
Salmo 37.23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino.
En otra versión dice:
Salmo 37.23 El Señor dirige los pasos del hombre y lo pone en el camino que a él le agrada;
Dios ordena, Dios aprueba, Dios dirige, Dios pone en el camino… Y en realidad: La libertad que el hombre tiene es de creer y hacer caso, o no creer y no hacer caso.
Lo hermoso de esto, es que Dios normalmente nos dirige de forma muy amable, sin arrogancia, sin prepotencia, similar a lo que el apóstol Pablo decía a sus discípulos:
Filemón 8–9 Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, 9más bien te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo;
El apóstol Pablo conociendo la voluntad de Dios para sus discípulos sabía que tenía toda la autoridad para ordenarles… Sin embargo, dice que por el amor que les tiene, les ruega que hagan la voluntad de Dios.
Y esta misma actitud debemos también aplicarla a los incrédulos:
2 Corintios 5.20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Dice que debemos rogar, cuando en realidad tenemos autoridad para ordenar que se reconcilien con Cristo, porque si no se reconcilian, no hay duda, se van a condenar.
Insisto: Dios nos lo dice de forma muy amable, teniendo mucha paciencia y misericordia. Pero eso no quiere decir que no debemos dejar de hacer nuestra voluntad, porque si eso hacemos, no podemos hacer la voluntad de Dios.
Respecto de esto el Señor Jesús nos dio un claro ejemplo:
Juan 8:28 al 29 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. 29Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.
Y entonces: ¿Si Jesús es nuestro ejemplo de vida que debemos hacer nosotros? No hay duda, debemos hacer sólo su voluntad.
Esto puede parecer muy complicado porque algunos pueden preguntarse…¿Será la voluntad de Dios ir al cine o no? O ¿Será la voluntad de Dios participar de la feria o no?
Y puede complicarse más, porque a veces no es el hecho de hacer algo o no hacerlo, sino que también hay que revisar con qué motivación lo estoy haciendo. La escritura dice:
Filipenses 2.3–5 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. 5Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús…
Entendiendo este claro concepto de que hay un plan para cada uno de nosotros, el apóstol Pablo escribió:
Efesios 2:9 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Según todo esto ¿En qué queda el libre albedrío? ¿Cuál es realmente la capacidad de decisión?
Según esto, ante cualquier decisión lo que realmente podemos hacer, es decidir hacer la voluntad de Dios, o decidir no hacerla para hacer la nuestra.
Y si vamos a hacer nuestra voluntad, no nos engañemos pidiéndole a Dios que nos ayude, porque el Señor Jesús no vino a eso, ni nos proporcionó el nuevo nacimiento para hacer nuestra voluntad, sino la de Dios.
Pero: ¿Qué pasa cuando uno recibe esta enseñanza y le parece que la vida cristiana es muy tenaz?
Sencillo. No esta creyendo en el amor de Dios, no está creyendo en la sabiduría de Dios, no esta creyendo en que Dios tiene un plan maravilloso para su vida en la tierra y para su eternidad… Que es similar a decir que usted sabe amarse más de lo que Dios lo ama, que usted es más sabio que Dios, y que su plan de vida es muchísimo mejor que el de Dios… Pero si usted piensa así es obvio que no solo no está confiando en Dios, sino que no tiene ni idea de la grandeza de Dios.
Y por supuesto; cada vez que no hacemos la voluntad de Dios por hacer la nuestra, estamos pecando. Y el pecado trae consecuencias terriblemente destructivas para nuestra vida y nuestro futuro.
Y esto quiere decir al final de cuentas, que es algo así como que usted tiene la libertad de conservar las manos o de cortárselas. Y si alguien que lo ama le dice: Le prohíbo que se las corte. Lo más necio que usted podría hacer es molestarse por la prohibición.